Por Crístian Ramón Verduc
26/01/2009

“Yo no le canto a la luna por que alumbra, nada más. Le canto por que ella sabe de mi largo caminar”. Uno recuerda la letra de esta zamba clásica del folclore argentino y se imagina subiendo desde Acheral hacia Tafí del Valle, en la vecina provincia de Tucumán.

Don Atahualpa Yupanqui, durante muchos años hizo la travesía de ascenso. Siempre montado, el viaje le llevaba varias horas. Contaba el genial autor que, durante esos viajes, generalmente lo acompañaba la luna, brillando en el cielo límpido de tales alturas. Así nació la inspiración en Don Atahualpa Yupanqui para Luna Tucumana.

Hoy se puede ir desde la ciudad de Tucumán hasta la pujante villa en ómnibus por una ruta pavimentada. El viaje tarda poco más de dos horas. Como una forma de evocar y rendir homenaje a Don Atahualpa, una agrupación tradicionalista está organizando para el día 31 de este mes una travesía yupanquiana a caballo. El grupo saldrá desde Acheral luego de un fogón cancionero, ascenderá la cuesta para llegar al día siguiente y hacer otro fogón.

El paisaje de Tafí del Valle, rodeado por las sierras del Aconquija, es bello e inmenso. Parece que el cielo y la tierra decidieron encontrarse en esta zona. Habitados durante siglos por pueblos americanos que desarrollaron una cultura elevada como sus montañas, los Valles Calchaquíes fueron finalmente invadidos por los colonizadores españoles. Hoy encontramos vestigios de la cultura calchaquí, accesibles al turista para aumentar conocimientos o para simple solaz de los ojos.

De ser un tranquilo caserío criollo con reminiscencias de la cultura aborigen, Tafí del Valle se convierte paulatinamente en una ciudad con una variada gama de colores y sonidos. La modernización avanza inexorable. Las tradiciones criollas resisten, casi como los bravíos Quilmes, aunque pacíficamente. Un emprendimiento tradicionalista es la travesía yupanquiana. Otro muy valioso es la existencia de fogones guitarreros, espontáneos o programados.

Como una mezcla de modernismo, canto vallisto y montañés, la costumbre de hacer festivales en época de vacaciones también se ha instalado en los Valles Calchaquíes. El formato es casi el mismo de tantos otros que se ven por nuestro país. El “paquete artístico” es casi el mismo en tales festivales. Hay cantores y músicos locales que actúan como números preliminares y generalmente figuran en las carteleras como “… y otros” o con su propio nombre en letras chicas. Es suficiente. Los intérpretes que no están en los grupos estables del espectáculo, solamente buscan decir lo suyo al público, aunque éste concurra siguiendo a la multitud y con el ánimo de mostrar sus pancartas a las cámaras de televisión.

Así se ven los festivales folclóricos: con una alta dosis de frivolidad y de diferencias en el trato de los organizadores para con los intérpretes, no siempre basadas en la diferencia de calidad artística. Pero siempre hay excepciones, tanto entre el público como entre quienes acceden al escenario.

Por estos días se realiza el festival nacional de folclore en Cosquín, el más convocante de la temporada veraniega. Se puede ver de todo sobre el escenario en horario de transmisión de la televisión oficial, incluso algo de folclore. Se puede percibir que hay un esfuerzo de algunos de los organizadores y de los presentadores por retornar al espíritu inicial del festival folclórico, pero también es evidentemente que por ahora deberán (y deberemos) quedar con la idea de que lo que se haga, vale más por la intención que por el resultado.

En lo que va de Cosquín, los tradicionalistas hemos podido asistir a algunos hechos reconfortantes, como ver al cantor y recitador criollo Leonardo Miranda volver a cantar, por la exigencia del público, aún alterando la programación, que prevé al minuto cuánto tiempo puede actuar cada uno. Una satisfacción especial también ha sido la de ver cantando junto con Argentino Luna al joven payador Nicolás Membriani, bonaerense veinteañero.

La calidad del payador Nicolás Membriani y su presentación en Cosquín nos reconforta por varios motivos. Hace años, el payador santiagueño Lázaro Moreno reclamó la falta de payadores en el escenario Atahualpa Yupanqui. No reclamaba un lugar para sí mismo. Reclamaba un lugar para algún payador.

Finalmente se dio un acto de justicia. En la voz de Nicolás, y en su guitarra pulsada con la mano izquierda, igual que Don Ata, El Payador Perseguido volvió al escenario que lleva su nombre. Don Atahualpa Yupanqui nuevamente cabalga bajo una Luna Argentina. Tratemos de ir con él, aunque sea en ancas.

26 de Enero de 2009.

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