Por Crístian Ramón Verduc
02/06/2009

“HOY ES EL DÍA QUE ESTÁBAMOS ESPERANDO.” Sería un buen titular de primera página para un diario o periódico. Un lector se alegrará, pensando que por fin van a reparar las calles de su barrio. Otro comprará un ejemplar, entendiendo que su espera por la promulgación de determinada ley tuvo frutos.

El impacto visual de las letras grandes provoca en cada lector una reacción distinta, acorde con sus esperanzas. Pero la noticia es una sola. No puede satisfacer todas las expectativas que su presentación genera.

En este caso que imaginamos, el contenido de la nota, escrito con letras chicas, podría aclarar que los periodistas esperaban su día, el cual por fin llegó.

Cada 7 de Junio es Día del Periodista en la República Argentina. Hace 31 años, el primer Congreso Nacional de Periodistas, decidió rendir homenaje a la primera publicación patriótica: la Gazeta de Buenos Ayres, fundada el 7 de Junio de 1.810 por el Dr. Mariano Moreno. La Primera Junta de Gobierno Patrio decretó la creación de este periódico, para así dar a conocer a la población los actos de gobierno, las noticias locales y exteriores. Los primeros redactores fueron el propio Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli.

Los historiadores han de saber si la Gazeta de Buenos Ayres cumplía con el propósito anunciado de informar a la población, o si era un medio de ese primer gobierno patrio para la autopropaganda y el desprestigio de sus oponentes. Los titulares de la Gazeta, ¿habrán sido acordes con la nota que encabezaban, o habrán sido sensacionalistas? Vaya uno a saber. Habrá que averiguar.

Respecto a ese afán por impactar para vender, hace unos años, cómicos de la televisión ironizaban diciendo, por ejemplo: “Pongan con letras bien grandes: CADÁVERES EN LA LAGUNA, para anunciar el artículo sobre la mortandad de sapitos.” Muy gracioso. Por otra parte, Joaquín Lavado (Quino) nos advertía que si un problema es grave, le buscamos el lado risueño.

Otra humorada: Es buen contador el que pregunta al patrón cuánto quiere que sea el resultado de 2 + 2. Reímos. Pero alguien quedó serio y, en vez de reír, preguntó a su auspiciante cómo quería que fuese la información a publicar.

El auspiciante destina parte de sus ganancias para dirigir la información hacia donde él consiga un lucro mayor. Es un circuito que se realimenta si es dirigido con sagacidad.

“Éste quiero… éste no quiero”, decían los pampas según Martín Fierro. Hay quienes manejan la información como una lanza que abre brecha donde él necesita. Acomete contra lo que pueda afectarlo y protege lo suyo.

El público reacciona de diversos modos: hay quien acredita en todo lo que ve y oye. Hay quien necesita más de una fuente de información para formarse una idea. Hay de todo, para elegir.

Un problema es la gente que quiere manifestarse refutando información que considera errónea. Si no pertenece a una corporación fuerte, si no tiene un buen auspiciante, es muy difícil que su nota discordante se haga oír.

Uno de los filos de la lanza se llama “criterio periodístico”. En castellano de la calle: el dueño de un medio de difusión puede censurar a su gusto las notas de personas ajenas.

Uno puede llegar a publicar lo suyo como “Solicitada”, lo que de por sí tiene ante el público el sello de un artículo que se da a conocer solamente por haber comprado un costoso pedazo de papel. No ha de ser cosa buena lo que debe ser pagado para que lean ¿quenó?

El televisor es el jefe de la familia en muchas casas. Preside la mesa, corta la posibilidad de diálogo o debate, pues las noticias, las novelas, el fútbol y los otros programas de entretenimiento no detienen su marcha.

Si uno pretende irrumpir en la televisión con una opinión distinta a la que está de moda, debe pensar primero que el tiempo televisivo es muy costoso. Cada segundo vale mucho dinero, aunque largos diálogos triviales, extensos espacios de culinaria, profundos análisis de un gol o bromas reiteradas en exceso, nos sugieran que el tiempo en este medio es gratuito e infinito. O al menos tan abundante como para cubrirlo con asuntos de dudosa relevancia.

Pero en el periodismo hay profesionales muy bien preparados, que saben lo que hacen. Entonces, cuando notamos las groseras omisiones o distorsiones, el mal uso del idioma oral o escrito, las escalas de valores invertidas, podemos pensar en un plan malévolo para desinformar, mal educar y mal formar a la sociedad. ¿Será así? ¿O será que de tanto leer sobre manipulaciones en tiempos pasados estamos un poco paranoicos? En todo caso ¿Quién paga por este accionar?

Uno puede rápidamente pensar de dónde salen los recursos, pero es mejor no publicarlo. Sin pruebas suficientes que apoyen sus dichos, puede ser condenado a pagar caro por su exceso.

Hay en los distintos medios, periodistas que mantienen alta la ética profesional, presentando sus trabajos con la mayor objetividad y con un panorama de lo más completo, acorde a sus posibilidades. Ellos, con su actitud, nos recuerdan que el falible ser humano, en muchos casos y circunstancias, quiere ser bueno y servicial hacia sus hermanos. No es fácil, pero hay quienes lo logran.

02 de Junio de 2.009.

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