Por Crístian Ramón Verduc
08/09/2009

“Cuando entre Septiembre/ y la buena nueva ande en los campos,/ quiero ver brotar el perdón/ donde la gente plantó…” Cantaba el brasileño Beto Guedes. “Después de un crudo invierno ha florecido/ el jardín de mi vida con tu amor…” dicen Los Manseros Santiagueños cuando cantan Mi nueva Primavera, de Pablo Raúl Trullenque y Onofre Paz. “La primavera traerá/ la flor amarilla del chañar/ y el zumbar de las abejas/ que van trabajando su panal”, cantaba Carlos Carabajal. Al igual que los pájaros en los montes, los poetas y cantores hacen oír sus emociones ante la llegada de la Primavera.

Convencionalmente, la estación de las flores empieza el 21 de este mes. En el norte argentino, y “más arriba”en el mapa, la Primavera comienza antes. Bien lo saben, por ejemplo, los apicultores santiagueños, que normalmente en Julio preparan todo el material de trabajo, y durante Agosto acompañan a las abejas en su entrada paulatina a las actividades primaverales.

La Naturaleza toda comienza en este tiempo a reproducirse. Se ve a las aves preparando sus nidos, mientras las plantas usan el perfume, los colores y el néctar de sus flores para atraer a los polinizadores como el piclaflor, las abejas y otros animalitos. También el viento sirve para hacer llegar el polen de unas flores a los estigmas de otras, comenzando así el ciclo reproductivo de los vegetales.

Lo que más llama la atención de las flores son sus colores, el que está dado por los pétalos. Hay pétalos de distintos colores y de diversas formas o tamaños.

El lapacho rosado, característico de varias provincias argentinas y un poco más al norte, presenta flores que tienen forma de trompeta y están agrupadas en racimos de gran belleza. Una particularidad del lapacho es que primero florece y después le crecen las hojas. Una vez polinizadas las flores, los pétalos del lapacho colorean el suelo, mientras que en la planta comienzan a formarse los frutos en forma de vaina. Una vez maduras, las vainas se secan, se abren y liberan las semillas que, a causa de unas extensiones livianas en forma de aletas, son esparcidas por el viento.

El lapacho forma parte del género Tabebuia, el que comprende a una gran cantidad de especies de árboles americanos. Las distintas variantes dentro del género se distribuyen por gran parte de América, desde Méjico hasta el centro de Argentina. Si uno tiene la suerte de visitar distintos países americanos en los momentos adecuados, podrá ver su lapacho santiagueño repetido varias veces, aunque con distintos colores y nombres diferentes. Por ejemplo: en Brasil es amarillo, morado o blanco y se llama ipé. En Méjico y Cuba se llama Primavera y tiene flores doradas. Es flor nacional en Brasil (el ipé amarillo) y en Venezuela; árbol nacional en Paraguay y en El Salvador. El lapacho es la Flor Provincial de Jujuy y de Misiones.

En Santiago vemos también algunos lapachos blancos. Es muy raro encontrar en nuestros pagos la variedad con flores amarillas, pese a que el color predominante de las flores arbóreas del monte santiagueño es el amarillo. El chañar, el algarrobo, el mishtol, la brea… son tantas las flores de este color, que seguramente ellas inspiraron en Dalmiro Coronel Lugones la idea de las Tardes Amarillas. O tal vez fuese el color característico de los atardeceres. O ambas cosas.

Las flores santiagueñas no solamente inspiraron a poetas locales. Desde Brasil, Geralda Ribeiro Braga escribió hace unos años el poema Sisaspacha (Tiempo de las flores). Una de sus estrofas dice:

“Santiago, te has hecho en flor…/ ¡Qué lindo que estás, Santiago!/ Renacen las flores en mi pago,/ que miro con los ojos de mi amor.”

Es tiempo de florecer. Es tiempo de generar ideas y llevarlas a la práctica. Siempre puede ser Primavera en derredor de cada uno de nosotros.

08 de Septiembre de 2.009.

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