Por Crístian Ramón Verduc
20/10/2009

En Santiago del Estero vivimos tiempos de algo de lluvia, algo de calor, algo de tiempo fresco, vientos... como para confundirnos en cuanto a la estación del año.

El caso es que estamos en pleno Ckómer Pacha (Tiempo del Verdor), y poco a poco nos vamos adentrando en el Póckoy Pacha (Tiempo de las Frutas), tiempo en el que abundarán los frutos en el bosque. Es parte del proceso natural para que el planeta sea más habitable, con más vida.

Las frutas alimentan a distintas especies animales, las que ante la abundancia se reproducen más. Los animales tragan las frutas de ciertos frutos y no las digieren. Expulsan esas semillas en otro lugar, ayudando así a la propagación de los vegetales. El viento y el agua son también transportadores de semillas. Es así como los bosques y pastizales se expanden, como para cubrir toda la Tierra. Diversas calamidades frenan o revierten el avance de los bosques, pero la vida siempre está pujando por imponerse.

Donde abundan las hojas de las plantas vivas, el aire es más sano, más agradable de respirar. La vida se realimenta permanentemente.

Una vez cumplido su ciclo natural de crecimiento y reproducción, cada individuo vegetal o animal devuelve a la tierra lo que le queda de la energía vital tomada de ella. Y así transcurre la vida natural: con una puja constante entre el avance de la vegetación contra la desertificación, que también lucha por avanzar. Son enfrentamientos entre distintos modos de vida. El ser humano se inclina hacia lo que le es afín, aunque puede adaptarse a lo desconocido.

Las especies animales y vegetales procuran invadir toda la superficie terrestre. Es así como los individuos viajan cada vez más lejos. El hombre no es menos. En procura de alimento, de mejores condiciones de vida, o solamente por el afán de andar huellas y hacer caminos, el ser humano ha llevado sus propias semillas por todo el mundo.

El hombre es tierra que anda. Y en su peregrinar por la vida va juntando experiencia, que la va a compartir más adelante en su camino.

El hombre anda por la Tierra. Las huellas que va dejando son surcos sembrados con simientes culturales, que han de germinar o no.

Que la siembra dé frutos, depende de muchos factores. Casi siempre, el que siembra cosecha. Cosechar sin sembrar es cercano al imposible.

Entonces… sembremos, tratando de que las semillas sean cada vez mejores. Cultivemos la buena siembra dejada por quienes nos precedieron en los surcos de la vida.

Si alguna siembra parece mala, miremos con atención, por que algo de rescatable puede tener. Sembremos… sembremos bien. Alguien ha de recoger los frutos… algún día.

20 de Octubre de 2.009

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