Por Crístian Ramón Verduc
02/12/2009

“¡Achalay, tierra mojada!...” decía Don Cristóforo Juárez, expresando así la satisfacción del hombre ante el agua caída del cielo. “Me dan ganas de hacer nido, de barro, como el hornero” escribió para hacer notar que “el cambio de tiempo” trae consigo más ganas de hacer cosas, más ganas de construir la vida, y que uno se pone eufórico, como los horneros que, con su canto a dúo, proclaman la decisión de aprovechar el barro fresco.

“Tiene todo ya otro aspecto/ que con ventaja ha cambiado…” nos dice Don Vicente Salto en su poema ¡Parachúntaj! (¡Que llueva!). El pasto, incluso el que era regado en forma artificial,luego de la lluvia adquiere nuevo vigor. Todas las plantas y árboles muestran un verde límpido y particularmente agradable.

Pasó la sequía, el tiempo de las vacas flacas, que parecía interminable mientras estaba. Llegó el tiempo de las lluvias. En algunos años y en algunas zonas, luego de la sequía llegan las inundaciones, con daños equivalentes o mayores a los del período sin agua.

El ser humano se queja, se lamenta, pero se adapta a los cambios. Es la capacidad de adaptación la que permite la supervivencia.

Estos fenómenos de sequías, calores,tormentas, descenso de temperatura e inundaciones, no son cosa nueva. Los vientos huracanados y las granizadas, con su poder destructivo, son manifestaciones naturales milenarias. Lo que es relativamente nuevo, es el cúmulo de sistemas electrónicos relacionados con la vida moderna, especialmente en las ciudades.

El habitante de las ciudades, cada día es más dependiente de la electrónica. La gran velocidad de la comunicación y el transporte, la abundancia de datos a los que se puede acceder con prontitud, y la posibilidad de vivir cómodo en las ciudades, se sostiene en frágiles sistemas que pueden entrar en colapso ante una tormenta. Tales sistemas suelen perder efectividad cuando son usados al mismo tiempo por todos, o casi todos, los usuarios a los que se prometió que podrían utilizar esos servicios cada vez que quisieran.

El ser humano vive ideando aparatos que le permitan vivir mejor. Es bueno prever también planes alternativos para cuando algo falle. Un criollo del campo expresaba claramente la idea: “Ahora tengo un automotor, pero si falla voy a caballo, o caminando.”

Utilizando cualquier medio de transporte, el campesino llega a la ciudad para trámites que la misma ciudad le impone, pero al llegar puede encontrarse con que a sus hermanos puebleros los sorprendió una tormenta u otro evento y sus sistemas electrónicos no funcionan.

El tipo de gente que no fabrica sus aparatos para que funcionen también en caso de lluvia, tampoco tiene organizado su trabajo para que sirva también sin electrónica. ¡Pobres personas las que, al adquirir el automotor, mataron el caballo y se cortaron las piernas o las dejaron atrofiar!

Los milenarios fenómenos naturales no deben sorprendernos. Debemos adaptarnos a ellos y disfrutar lo que tienen de bueno.

“¡Cúsiy cachun, llámcay cachun! ¡Parachúntaj! ¡Parachúntaj!” “¡Sea la alegría, sea el trabajo! ¡Que llueva! ¡Que llueva!”

02 de Diciembre de 2.009.

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