Por Crístian Ramón Verduc
23/03/2010

“Haz la fama y échate a la cama”, decían nuestros mayores para enseñarnos que, una vez superado el esfuerzo inicial, todo podría ser más fácil, incluso como para esperar cómodamente los resultados. Este refrán posiblemente sea español. Se esparció por los países americanos de habla castellana, con ligeras variantes, incluso perdiendo la rima en algunos lugares, pero conservando el sentido.

Desde las pampas argentinas, Martín Fierro contestaba: “Yo he visto muchos cantores/ con famas bien otenidas/ y que después de alquiridas/ no las quieren sustentar./ Parece que sin largar/ se cansaron en partidas.”

También se dice que mayor esfuerzo demanda el mantenerse en la cúspide que el hecho de alcanzarla.

Uno vive una existencia llena de emprendimientos propios, ajenos y colectivos. Los emprendimientos individuales no suelen dejar secuelas si son abandonados o modificados. Si afectan a alguien, generalmente es al propio emprendedor.

Los emprendimientos que involucran a varias personas tienen características muy distintas a los proyectos individuales, en su realización y en sus resultados.

En grupo, el compromiso es mayor. Hay que consultar, deliberar, rendir cuentas, controlarse mutuamente, etc. La planificación ha de ser consensuada. El mantenimiento o cambio del rumbo se decide en forma conjunta. En los emprendimientos colectivos el ser humano se muestra como ser evolucionado y gregario.

Posiblemente sea la expresión cultural mayor para el humano, embarcarse en un movimiento colectivo que siga firmemente una idea, un proyecto y un conjunto de normas éticas. En esos movimientos, el individuo consigue realizarse y crecer como persona.

Aunque parezca paradójico, el individuo triunfa en un movimiento cuando antepone el bien colectivo a sus intereses personales. Renunciando a algunas de sus apetencias individuales, obtiene ganancias firmes. Sin buscar el éxito, lo obtiene.

Si el movimiento es sostenido por personas idealistas, tiene más posibilidades de supervivencia y crecimiento que si está en manos de personas prácticas y hábiles negociantes. Un movimiento cultural rara vez coincide con el modo de actuar de una empresa con fines de lucro. El cambiante mundo de las finanzas, del éxito material y del manejo de poderes temporarios, demanda grandes cambios periódicos en los emprendimientos con fines prácticos.

Un movimiento cultural sigue un ideal y un conjunto de normas éticas, que son los motores y el fin desde el momento en que los fundadores decidieron intentar dar comienzo a tal movimiento. Si se cambian las normas, si se modifican los objetivos, si no se sostiene la idea inicial, el movimiento cultural se desnaturaliza y pasa a vivir una vida ajena. Pasa a ser un muerto vivo.

Así como el que siembra una parcela de terreno sabe que debe cuidar de las plantas a medida que crezcan, quien forma parte de un movimiento colectivo sabe que no hay que descuidarlo. Por ser un emprendimiento colectivo, hay que aprender a delegar funciones, a compartir responsabilidades y a rendir cuentas. Al mismo tiempo, entre todos, hay que formar un “semillero” para que el emprendimiento pueda trascender la breve existencia física humana. Tal semillero debe estar formado por personas cuyo accionar dará frutos de la misma especie que caracteriza al movimiento desde sus comienzos.

En las noticias cotidianas vemos muchos casos de emprendimientos colectivos que fueron abandonados o desnaturalizados. El hecho de que se den estos casos ya es lamentable. El hecho de que sean muchos, es peor. Tristes ejemplos actuales son los diques, desagües y otras obras públicas que funcionan mal por falta de mantenimiento. Lamentablemente, no es cosa de ahora nomás y tampoco de nosotros solamente.

Por eso, para formar mejores personas para el mundo del mañana, es necesario formarse uno mismo y ayudar a formarse culturalmente a otras personas. Los grupos y movimientos culturales pueden ser un buen ámbito para aprender a convivir con responsabilidad y sin egoísmos. Podemos aprender a controlar a quienes confiamos tareas y bienes.

Nuestro Alero Quichua Santiagueño comenzó como un emprendimiento colectivo destinado a ser un movimiento cultural tradicionalista y quichuista. Inicialmente, el instrumento y ámbito para el logro de los objetivos fue la audición radial. A esta importante actividad, enseguida se le sumaron otras (escuela de quichua, embajada artística, conferencias…) y el grupo inicial creció.

Luego de diversas transformaciones, llegamos a la realidad actual, en la que al final del año del 40 Aniversario se hizo una imponente presentación en la Plaza Libertad, y este año por primera vez estuvimos representados en el puesto de la Provincia de Santiago del Estero en el Festival Nacional de Folclore en Cosquín.

El ciclo radial 2.009 terminó en forma prematura y el ciclo 2.010 está tardando en iniciarse. Algo nos está pasando. Debemos observarnos individualmente y como grupo, para tratar de entrar nuevamente en el cauce que corresponde a este movimiento cultural único en el país.

Felizmente, somos un grupo numeroso. Podemos. Conversemos. Hagamos.

23 de Marzo de 2.010.

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