Por Crístian Ramón Verduc
13/04/2010

A partir de 1.492, el continente que habitamos fue invadido por países europeos, en su mayor parte por España. En el proceso de exploración e invasión, el continente recibió el nombre de América, con el que es denominado hasta hoy. Los países americanos son 36, de los cuales 12 están en América del Sur, 3 en América Norte, 21 en América Central y las Antillas.

“Todo un inmenso jardín, eso es América…” cantaba el español Nino Bravo. Pablo Herrero y José Luis Armenteros habían creado la canción con la que el artista agradecía al continente que tan bien lo había recibido cada vez que venía. Otro trecho de la misma canción dice: “Lanzas de guerra y paz, de un pueblo que aún no ha roto sus cadenas...”

Más de cuatro siglos antes, otro español, Fray Bartolomé de las Casas, también había trazado un perfil de nuestro continente en su Brevísima Relación de la Destruición de Las Indias. En un tramo de su informe, el sacerdote se refiere a los “indios” escribiendo: “Estas gentes eran las mas bienaventuradas del mundo…”

Respecto a la actuación de ciertos españoles, el sacerdote informaba: “La causa por que han muerto y destruído tantas y tales y tan infinito número de ánimas los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días…”

El Inca Garcilaso de la Vega, hijo de español y de mujer incaica, en sus Comentarios Reales de los Incas describe tradiciones precoloniales y la vida del Perú colonizado. Garcilaso de la Vega pudo acceder a la educación y escribir gracias a su condición de “indio noble”, bisnieto del Inca Túpac Yupanqui. Los mestizos no tenían tantos derechos como los hijos de español con española, pero pasaban a estar por encima de sus hermanos hijos de indio e india.

Una vez declarada la Independencia de casi todos los países americanos, en nuestra región surgió un vecino molesto, renuente a endeudarse con los banqueros ingleses. El país rebelde recibió un castigo ejemplar: La tristemente célebre Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay) destruyó casi totalmente al Paraguay. Los cuatro países salieron de la guerra endeudados con Gran Bretaña, el gran triunfador de la contienda.

Las tensiones por cuestiones limítrofes son habituales entre nosotros los países americanos. Las acusaciones mutuas por supuesto abrigo de narcotraficantes o terroristas nos tienen desunidos y desconfiados. Hay varios y periódicos intentos de unión, con resultados variados.

Sobrevivientes de los pueblos originarios están agrupados en reservas o mimetizados con el resto de la población en los países del continente. En nuestra provincia hay comunidades que están reconociéndose descendientes directos de los habitantes originarios de estas tierras. Algo novedoso y poco divulgado.

Hay en todo el continente emprendimientos para salvaguardar la cultura de los pueblos americanos. El 19 de Abril de 1.940, en Méjico se celebró el primer Congreso Indigenista Interamericano, con la participación de representantes de distintas comunidades de toda América. De resultas de ese Congreso fue creado el Instituto Indigenista Interamericano, dependiente de la Organización de Estados Americanos (OEA).

El 14 de Abril de 1.890 fue creada la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas, predecesora de la OEA.

En estas últimas décadas, la OEA demostró que en esas grandes asociaciones ocurre lo mismo que en las asociaciones pequeñas: Si se pretende favorecer solamente a un sector, o a un solo integrante, y se deja de lado el bien común, la sociedad inicia un camino en declive hacia el reconocimiento final del fracaso.

Así, entre marchas y contramarchas, los pueblos de los países de América tratan de unirse, salvo que alguien les invente diferencias y rivalidades. Tratan de reconocer los derechos de los pueblos originarios del continente, salvo que esos derechos milenarios colisionen con los de quienes orgullosamente dicen haber descendido de los barcos hace poco.

La palabra “indio” sigue siendo peyorativa en muchos ambientes y ocasiones. También puede ser un elogio simpático, sobre todo si el llamado indio no tiene aspecto de tal.

También están quienes trabajan y luchan sinceramente por la unión de los pueblos americanos, más allá de su procedencia, y tratan de que haya justicia para los descendientes directos de quienes ya estaban cuando llegaron los europeos.

América aún no ha roto sus cadenas. Aún hay dependencias impuestas o buscadas. Aún sufrimos la existencia de colonias, como las Islas Malvinas que están usurpadas por Gran Bretaña, o la Guayana Francesa, que nos dicen es un país pero en realidad es considerado un departamento francés de ultramar.

Esta es una parte de nuestra realidad, a esta altura de la Historia, mientras celebramos cada 14 de Abril el Día de las Américas y cada 19 de Abril el Día Americano del Indio.

Por ahí nos ataca el desánimo al ver que nos llega información cambiada, tendenciosa, apuntada a desunirnos y a despreciarnos entre nosotros. Es duro ver que muchos adherimos a las campañas en contra de nosotros mismos.

Pero hay un sentimiento criollo americano que sobrevive a lo largo de los siglos y en medio de tantas viscisitudes. Bien lo expresaba Atahualpa Yupanqui: “No hay flojo que no se venda por una sucia moneda. Pero siempre en mi tierra queda, gauchaje que la defienda.”

13 de Abril de 2.010.

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