Por Crístian Ramón Verduc
24/08/2010
Se prepara una tormenta/ relampaguias, ancha piña…

“Se prepara una tormenta/ relampaguias, ancha piña…” Una estrofa de la chacarera Nostalgias Campesinas (Sixto Palavecino – Selva Gigena) nos cuenta del bravo relampaguear con que se anuncia una tormenta.

En el quichua santiagueño se ha perdido la palabra que designaba este conjunto de fenómenos meteorológicos. También se han perdido las palabras que significan granizo, trueno, relámpago, rayo y centella. Se conservan las palabras Para (lluvia), Puyu (nube), Huayra (viento), Huayra múyoj (remolino de viento). Cada una de las palabras quichuas que han sido olvidadas en nuestra región, se han reemplazado por las correspondientes en castellano.

La palabra Tormenta tiene su origen en lo que hoy es Alemania. Las tormentas, con su fuerte despliegue de energía, impresionan a los seres vivos desde hace milenios. Las distintas culturas han observado, han rendido culto y han tratado de comprender estas poderosas fuerzas naturales.

El origen de una tormenta se debe generalmente al encuentro de dos grandes masas de aire con distinta temperatura. Ese desequilibrio genera inestabilidad atmosférica. La Naturaleza busca restablecer el equilibrio con recursos que para nosotros, débiles humanos, parecen violentos. Así aparecen los vientos fuertes, las copiosas precipitaciones de agua líquida o sólida y, lo más notable, las descargas eléctricas.

Las descargas eléctricas en las tormentas son los conocidos rayos, que traen aparejados un fuerte destello y un ruido explosivo. Tanto el relámpago como el trueno son consecuencias del rápido y violento paso de una gran cantidad de energía eléctrica en un tiempo muy breve.

No deja de ser un espectáculo imponente el ver cómo se forma una tormenta, sobre todo esas tormentas estivales que son precedidas por días de mucho calor y cielo nuboso. Si la tormenta se forma a unos cuantos kilómetros de quien observa, éste podrá ver cómo una nube va tomando un tamaño impresionante, con gran desarrollo vertical. La cúspide de la nube de tormenta alcanza los diez kilómetros de altura, mientras que la base de la misma está bastante cerca del suelo, a mil metros o mucho menos. Cuando la nube está lejos, se la ve como un gran capullo o grupo de capullos unidos, de un color blanco puro, intenso. Si estamos debajo de la nube, la vemos oscura, por que la parte de abajo no recibe sol, justamente a causa del gran espesor del conjunto nuboso.

Desde lejos podemos ver el fulgor de las descargas eléctricas que ocurren dentro de la misma nube de tormenta. De pronto, se forma un rayo que parece caer serpenteante hacia la tierra. Dependiendo de la distancia, veremos primero el relámpago y el rayo para después escuchar el trueno correspondiente. Esto se debe a la diferencia de velocidad entre la luz y el sonido. La velocidad de la luz es de 300.000 kilómetros por segundo, aproximadamente. El sonido se difunde en el aire a unos 340 metros por segundo, dependiendo esa velocidad de ciertos factores atmosféricos. Eso significa que la visión del rayo es prácticamente inmediata, mientras que el sonido tardará en llegar a nuestros oídos, casi tres segundos por cada kilómetro de distancia.

Muchos hombres del campo suelen impresionar a los changuitos anunciando cuándo va a sonar el trueno, por que toman mentalmente el tiempo transcurrido entre el destello y el estampido. Después, les basta con calcular nuevamente el tiempo y así van enseñando empíricamente a sus descendientes los misterios de la Naturaleza.

No todas las precipitaciones llegan en forma violenta. Hay ocasiones en que la lluvia se da en forma mansa, sin tormenta. También puede precipitar en forma de llovizna o garúa, gotas pequeñas que caen con poca fuerza.

Hay “cambios de tiempo” que se dan sin lluvia. Una masa de aire fresco suele reemplazar a otra de mayor temperatura en esos veranos calientes de nuestro Noroeste. En esos casos, puede venir precedida de viento y lo que suele llamarse “tormenta de tierra.”

Hay muchas creencias respecto a los fenómenos meteorológicos. Así es que escucharemos hablar de sapos colocados con la panza para arriba, ceniza o sal puesta en el suelo en forma de cruz, etc.

Una de nuestras creencias es la de que cada 30 de Agosto hay una tormenta, o por lo menos una lluvia: La tormenta de Santa Rosa.

Santa Rosa de Lima nació en esa bella ciudad del Perú en 1.586. Falleció en la misma ciudad el 24 de Agosto de 1.617. Hay relatos sorprendentes respecto a su vida. También hubo testimonios de milagros posteriores a su muerte, atribuídos a la joven limeña. Esos factores llevaron a su canonización, medio siglo después de su muerte. En el Perú y en casi todos los países latinoamericanos se celebra el día de Santa Rosa de Lima cada 30 de Agosto. Otros países han fijado otras fechas, siempre en Agosto.

Entre nuestra gente criolla, se dice que cada 30 de Agosto llueve. Si no es así, la gente dirá que la lluvia de Santa Rosa se atrasó este año. Ese atraso puede ser de una semana o más. También puede ser que uno apele a la memoria para recordar una lluvia que llegó unos días antes del 30 de Agosto y afirmar que este año la lluvia llegó adelantada.

El hecho es que, en todo momento, en algún lugar del mundo, hay tormenta. Alguno de estos días le toca a nuestro pago, dependiendo de la dinámica de la atmósfera.

La lluvia es muy necesaria, la tormenta con sus descargas eléctricas también es muy útil para la vida, pues es una fuente generadora de ozono.

Debemos adaptarnos y adaptar nuestras casas y poblaciones para que las tormentas, por violentas que sean, no nos causen daño. Se trata de aprender a convivir entre nosotros y con la Naturaleza.

Hay un dicho popular que dice que siempre que llovió, paró. También hay que tener en cuenta que toda sequía fue eliminada por la bendita lluvia.

24 de Agosto de 2.010.

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