Por Crístian Ramón Verduc
31/08/2010
Yo no pretendo que el quichua sobrepase a los demás

“Yo no pretendo que el quichua sobrepase a los demás. Pero tampoco sea menos; debe estar de igual a igual.” Así dice una estrofa de la chacarera Quichuizar al Mundo. Es una legítima aspiración la de Don Sixto Palavecino. Cada pueblo tiene derecho a ser él mismo, con sus costumbres, con su idioma, con su propia cultura. El trato igualitario, tan soñado y tan poco practicado, es lo que pide Don Sixto para la lengua quichua.

El territorio que hoy es Santiago del Estero, o prácticamente cualquier región del mundo, puede servir como muestra de las idas y venidas de los derechos de los pueblos, derechos que en forma alternada son reivindicados o atropellados.

Aún con la escasa información concreta existente, pero basados en afirmaciones de algunos investigadores, podríamos afirmar que el idioma quichua llegó a nuestros pagos santiagueños en algún momento como lengua invasora, para imponerse sobre las lenguas comarcanas. La población local, a medida que se sucedían las generaciones, iba olvidando esas lenguas anteriores y haciendo suyo el quichua.

Algo similar ocurrió después con el castellano, que llegó en boca de nuevos invasores. También puede ser que esa invasión fue en los dos idiomas, según otros investigadores. El hecho es que nuestra cultura bilingüe es producto de la imposición por parte de los invasores, lo que dio como resultado la desaparición del habla de los antiguos pobladores.

El idioma incaico estuvo tan arraigado en el Noroeste Argentino y el Alto Perú, que el Acta de Independencia de las Provincias Unidas del Sud fue escrita en castellano, en quechua y en aymara. Menos de docientos años después, vemos que el quichua es lengua familiar en una parte de Santiago del Estero, pero no en las provincias vecinas.

En la poco menos que sexagenaria chacarera Penckacus Cáusaj Carani (Avergonzado Vivía), Don Sixto cuenta cómo el quichuista se retiraba cuando la otra gente conversaba en castellano. El Dr. Jorge Washington Ábalos relata en Shunco cómo los maestros debían evitar que los niños hablasen en quichua en el ámbito escolar, justamente en el templo del saber. Es muy posible que no todos los docentes hayan acatado las directivas recibidas para acallar la lengua criolla.

Si leemos las historias de los pueblos dominantes, veremos que en todos los casos han impuesto no solo su sistema político y la economía que los favoreciese, sino que también han impuesto su idioma. Si el pueblo dominado es sumiso, al poco tiempo no ve al invasor como tal, pues la presencia del ajeno le es tan familiar como sus costumbres e idioma. Si el invadido admira al invasor, pronto olvida su propia lengua y costumbres.

Claro que cada invasión trae novedades muy útiles: la rueda, la ropa confeccionada de un modo distinto, el espejo, la radio, la televisión, la telefonía móvil, los juegos electrónicos, los artefactos electrodomésticos, el navegador satelital, el ordenador de datos (computadora), los instrumentos musicales electrónicos, el correo electrónico, etc.

Hoy uno puede verse transportado en el tiempo, en un presente que hasta hace poco era una fantasiosa visión futurista en muchos aspectos. Muchos de los técnicos y científicos que hoy desarrollan las tecnologías de los países dominantes surgieron de pueblos dominados.

Otro aspecto a tener en cuenta es que no seremos considerados iguales a los invasores por más que pretendamos hablar igual que ellos, que pretendamos vestirnos igual que ellos, que pretendamos hacer que la música de nuestros mayores se parezca a la de ellos… ningún disfraz sirve para lograr los favores del invasor, que considera al invadido un súbdito, un inferior.

Un organismo internacional que cuida los intereses de los países dominantes, hace poco anunció que varios antiguos idiomas han desaparecido definitivamente. Y daba el nombre del último hablante en cada caso. ¡Qué triste privilegio para esas personas cuya muerte había significado la extinción de un idioma! Debe ser terrible para uno el ser exhibido como el último exponente de algo que debía haber enseñado e inculcado tanto en sus pares como en sus descendientes.

Y en la misma publicación estaban vaticinando la desaparición de otras lenguas como, por ejemplo, los idiomas de España a los que desconocemos desde que nos han ordenado llamar Español al castellano. En la lista de agonizantes está también el quichua santiagueño, según parece.

“Cuando el río suena, es por que agua trae” dicen nuestros mayores. Esta información publicada recientemente puede generar en nosotros diversos impulsos. Tal vez sea mejor aprovechar la ocasión para hacernos preguntas a nosotros mismos: ¿Reconocemos que nuestro quichua merece llamarse quichua santiagueño? ¿Enseñamos quichua a nuestros hijos o seguimos avergonzados? ¿Asumimos y defendemos nuestro bilingüismo o estamos ansiosos por extranjerizar nuestros dos idiomas? Si llegamos a formar parte del pequeño último grupo de hablantes quichuas… ¿Sentiremos vergüenza u orgullo? ¿Queremos integrar un proyecto revitalizador del quichua que nos trascienda o queremos llevar a la tumba el honor de portar la bandera del quichua? ¿Los impulsores del quichua estamos unidos por el mismo fin o cuidando cada uno de intereses personales? ¿Incentivamos a quienes quieren aprender o pretendemos ser los únicos hablantes de un idioma “difícil”? Muchas preguntas, todas difíciles de contestar en público sin lesionar a la sinceridad. Es mejor responder para nosotros mismos, en una verdadera introspección.

Don Sixto soñaba con quichuizar al mundo. Es un sueño legítimo, realizable y plausible. Cultivemos el quichua santiagueño en el pedazo de mundo en que vivimos, sin afanes separatistas, sino como una forma de preservar la identidad de nuestro pueblo criollo. Hay apoyos oficiales y privados disponibles. Debemos dirigir bien nuestros esfuerzos, preguntándonos siempre si lo que hacemos en nombre del quichua beneficia al quichua.

Unámonos en bien de la lengua de nuestros mayores. Aprendamos quichua. Hablemos quichua. Cantemos quichua. No permitamos que gente de otros idiomas nos atropelle diciendo: “¿Por qué no te callas?”

31 de Agosto de 2.010.

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