Por Crístian Ramón Verduc
07/09/2010
No existen culturas inferiores ni superiores. Existen culturas diferentes

“No existen culturas inferiores ni superiores. Existen culturas diferentes. En el respeto a esta diversidad cultural vamos a encontrar nuestra identidad.” Estos enunciados apuntalaban la lucha de Aimé Painé.

Aimé Painé era nacida en Ingeniero Huergo, provincia de Río Negro. Siendo niña aún, la vida la llevó a Mar del Plata, donde una familia pudiente se ocupó de su formación. Para ello, la enviaron a un colegio católico. Con aptitudes para el canto y la música, la niña mapuche estudió canto y guitarra con buenos profesores. Años después diría que los cantos gregorianos de las fiestas religiosas le recordaban lo que sus abuelas cantaban en mapudungun.

Mapudungun es el habla de la tierra; es el idioma de los mapuches, la gente de la tierra. El pueblo mapuche tiene una larga historia de resistencia. Su lucha por mantener su modo de ser y de vivir data de varios siglos.

El Inca Garcilaso de la Vega y cronistas españoles escribieron sobre relatos peruanos de hechos históricos anteriores a la llegada de los conquistadores hispanos. Esos relatos cuentan sobre la feroz resistencia de los guerreros que vivían al sur del Río Maule en Chile, cuando las tropas de Túpac Inca Yupanqui pretendieron anexarlos al Tahuantinsuyu. Las posibles mejoras en su nivel de vida no fueron atractivas para esta gente que no quería comprometer su libertad a cambio, por eso presentaron batalla y no permitieron que la expansión incaica continuase en su región.

Décadas después, una nueva invasión armada aparecía por esos pagos trasandinos. Dicen que, por ver una similitud con el anterior avance inca, llamaron “huincas” a los nuevos invasores. Nuevamente el pueblo mapuche se alzó en armas para defender su modo de vida.

En esta contienda surgieron nombres heroicos, como Colo Colo, Lautaro, Caupolicán, Lemucaguin, Lincoya, Tucapel y otros que los historiadores españoles desconocieron. Una parte del pueblo mapuche cruzó Los Andes para establecerse en la Patagonia, donde ya vivían los tehuelches y pehuenches.

En el seno de este heroico pueblo americano nació Aimé Painé y vivió los fundamentales primeros años. Luego fue integrada a la vida “civilizada.” Cuando integraba el Coro Polifónico Nacional, en un encuentro internacional de coros comprobó de cerca una de nuestras características nacionales. Todas los coros presentaron canto indígena o folclórico… excepto el de nuestro país. Ese impacto negativo la decidió a volver hacia su tierra de origen.

Impregnada del saber y el sentir de sus mayores, volvió a los grandes centros urbanos a dar su mensaje cantado o hablado, en el que decía al mundo que el pueblo mapuche existe, a pesar de los intentos abiertos o embozados por aniquilarlo definitivamente.

Sus afirmaciones eran terminantes: “Nuestro pueblo no ha muerto, existe y seguirá existiendo.” “ Nos es difícil mantener nuestro idioma, por esa falta de respeto y de comprensión a una cultura indígena.” “Cuando nos den el espacio y el respeto que como seres humanos necesitamos, entonces no va a ser tan complicado.”

Y no se quedó solamente con la lucha por el reconocimiento y respeto para su pueblo mapuche. Se solidarizó con los otros pueblos originarios, viajando a donde fuese necesario para brindar su apoyo y aliento.

Su lucha patriótica la llevó a Europa, donde defendió los derechos de las culturas oprimidas. Rechazó algunos de los ofrecimientos de ayuda cuando vio que tenían un trasfondo distinto al que proclamaban. Dijo algunas veces: “Desde la invasión española que nos quieren salvar. Hoy surgen salvadores por todos lados, mientras nuestro pueblo sigue de mal en peor.”

El contacto con la sociedad citadina y la sabiduría de las abuelas mapuches habían sembrado bien en su fértil inteligencia. Si uno observa bien, cada vez hay más salvadores de las culturas e idiomas originarios, mientras que cada vez hay menos exponentes vivos de tales culturas e idiomas. Algo hay de errado en todo esto. Alguien está engañando aún ahora. La enseñanza dejada por Aimé Painé es válida para todas las expresiones culturales auténticas de la tierra que habitamos. No basta con subir a escenarios, ponerse ante micrófonos o teclados de escribir para pontificar sobre la defensa de la cultura ancestral, si no se la respeta y se la impulsa con acciones.

Tales acciones deben ser dirigidas más hacia el bien de nuestra cultura e identidad como pueblo que hacia el exitismo efímero. Nuestro objetivo debe ser la divulgación de la cultura de nuestro pueblo y la incorporación de un mayor número de gente a la lucha en favor de lo nuestro. Tomando como ejemplo la lucha de Aimé Painé, debemos obrar para resguardar para nuestro pueblo santiagueño su condición de criollo bilingüe.

No podemos decir que la lucha del pueblo mapuche por su supervivencia es muy distinta a la de la lengua quichua de Santiago del Estero. En ambos casos, los embates destructivos se dan desde afuera y desde adentro. En ambos casos, al son de la integración y la modernización se va hacia la desintegración. En ambos casos, es hora de pensar en el objetivo de la preservación y revitalización de nuestras tradiciones, para así obrar en consecuencia.

El mapudungun está en riesgo de marchar hacia la desaparición. Igual ocurre con nuestro quichua santiagueño. Por empezar, hay que reconocer que somos de esta tierra, que pertenecemos a esta tierra, que aquí nacimos y a esta tierra nos debemos. Somos dueños y libres de tener nuestros propios gustos, y hasta de irnos si queremos, pero seríamos miserables traidores si ayudásemos a destruir lo nuestro, lo de nuestros mayores y descendientes.

Aimé Painé, exquisita cantante mapuche, luchadora social, defensora de los derechos de los pueblos originarios americanos, especialmente de su pueblo que aún habla el mapudungun, falleció en Asunción (Paraguay) el 10 de Septiembre de 1.987, cuando tenía 44 años de edad. Una de sus últimas afirmaciones es también reveladora: “No estaba equivocada al luchar por una causa que pareciera estar perdida.”

07 de Septiembre de 2.010.

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