Por Crístian Ramón Verduc
06/12/2011
“Aro, aro, aro” dijo un parroquiano y los guitarreros pararon.

“Aro, aro, aro” dijo un parroquiano y los guitarreros pararon. Enseguida, quien había hecho la exclamación dijo una copla de cuatro versos octosílabos, de tenor entre ocurrente y malicioso. Hubo una carcajada general y la chacarera continuó. Mas tarde, con varios tragos tomados en ese lapso, los “aro aro” eran cada vez más cargados de picardía y algo de grosería. A esa altura de la guitarreada ya no era un chiste solo el que se decía cada vez entre la primera y la segunda de lo que interpretaban los cantores, sino que los presentes pugnaban por lucir sus dotes de cómicos, logrando en algunos casos que los cantores no recordasen qué estaban interpretando antes de la larga pausa dicharachera.

Este hábito se traslada en ocasiones a los espectáculos criollos, generando situaciones entre cómicas y lamentables. Algunos cantores irónicos solían decir al público: “¿Quieren aros? ¡Compren!” Otros, para agradar a la mayoría, se enredaban en frases copiadas como: “Éste es el aro aro número uno en el ranking mundial”. Otros decían coplas totalmente absurdas, sin métrica ni rima, con lo que terminaban desmereciendo la pieza musical que estaban interpretando. Parece ser que algunos de los que actúan en peñas y festivales dan por sentado que el público está ebrio o que no da importancia a la música ni al canto, que concurre solamente para bailar y gritar con la amplificación sonora excesiva como fondo.

Nos contaban nuestros mayores que en la región cuyana, los cantores de tonadas solían dedicar un cogollo a uno de los presentes, mencionando al homenajeado en la letra. Una vez finalizada esa estrofa, la persona aludida exclamaba: “Aro, aro, aro”, provocando una parada en la introducción instrumental de los músicos. Esa interrupción tenía por finalidad invitar una jarra de vino a los artistas.

La tonada es una forma de canto que tiene por finalidad transmitir una música suave que acompaña al canto de versos sentidos. No es un género musical bailable. Llegó a nuestro continente desde España y tomó distintas formas o variantes en las distintas regiones sudamericanas. En nuestro país, la tonada es himno regional en Cuyo, tierra de buenos vinos, cantores de primera línea y guitarreros excepcionales.

Según el Diccionario de la Lengua Española, el cogollo es la parte interior más apiñada y tierna de ciertas hortalizas; también se llama cogollo al brote que nace de ciertos árboles y plantas; o se dice de lo más selecto o importante de algo. Tomando la segunda definición del Diccionario, encontramos coincidencia con el concepto que maneja la gente mayor de las provincias del Noroeste Argentino; por ahí hemos escuchado decir “cobollo” en alusión a los brotes. La tercera explicación del Diccionario se parece a la idea de llamarle cogollo a la estrofa que se dedica a alguien en los cantos cuyanos. El homenaje al dueño de casa u otra persona viene a ser lo más importante del tema cantado.

El mayor exponente de la tonada cuyana es Hilario Cuadros, nacido en Guaymallén, provincia de Mendoza, a fines de 1.902. Hijo de folcloristas, desde joven integró diversos grupos tradicionales, comenzando por un dúo integrado con su hermano Guillermo. Años después formó el dúo Cuadros – Morales. Con Domingo Morales se trasladó en 1.928 a la ciudad de Buenos Aires, y la prensa los mencionaba como Los Trovadores de Cuyo al dar a conocer su viaje.

A los tres años de actuaciones en Buenos Aires incorporaron a Roberto Puccio y Alberto Quini. Este conjunto se llamó Los Guaymallén por poco tiempo, pues adoptaron definitivamente el nombre Los Trovadores de Cuyo; este conjunto enriqueció el cancionero nacional y actuó en todo nuestro país, además de Chile, Perú y Ecuador.

Hilario Cuadros integró y dirigió Los Trovadores de Cuyo hasta su fallecimiento, ocurrido en Buenos Aires el 8 de Diciembre de 1.956, cuando estaba por cumplir 54 años de edad. La vida de quien fue devoto de la Virgen de la Carrodilla se apagó justo en el Día de la Virgen.

Entre sus creaciones se encuentran: Cochero ‘e Plaza (cueca) , Flor de Guaymallén (vals), La Tonadita Cuyana (tonada, con Tomás Lucero), La Monjita (vals), El Jarillero (canción), El Niño y el Canario (canción, con E. Fratantoni), Bandera de Los Andes (cueca), Los Sesenta Granaderos (cueca, con Félix Pérez Cardozo). Virgen de la Carrodilla es la creación de Hilario Cuadros que caló más hondo en el corazón mendocino. Esta canción trata de los viñateros, de sus trabajos, esperanzas y devoción por la Virgen de la Carrodilla. En las distintas páginas consultadas, adjudican unos a Pedro Herrera y otros a Julio Quintanilla la coautoría de esta joya folclórica.

En honor a Don Hilario Cuadros, se instituyó el 23 de Diciembre como Día de la Tonada, por ser aniversario de nacimiento del insigne autor y cantor mendocino.

Dicen que en Cuyo, ante el ritmo alegre de la cueca, alguno de los presentes decide invitar un trago a los músicos y exclama “aro aro aro” para anunciar su intención. Para que no haya un silencio pesado por la pausa en la música, el comedido dice una copla ingeniosa mientras los músicos beben.

¿Por qué aro, aro? Parece ser que la expresión también viene de España y tendría como origen la frase “echar por el aro” en alusión a la bebida que pasa por el aro (el pico) de la botella, o del vaso, o de la garganta de la persona. Es posible que sea así.

Posiblemente para justificar una eventual pausa, o para agradar al público en una actuación, los músicos de antes solían soltar un dicho entre la primera y la segunda. En el gato con relaciones hay un intercambio de coplas por parte de la pareja de bailarines, en la que el varón le dice a la dama una copla, generalmente de galanteo, y ella responde con una de rechazo con una dosis de comicidad, o también puede ser una copla que denota aceptación.

Desde hace varias décadas, algunos cantores de chacareras incorporaron la modalidad del dicho o relación entre la primera y la segunda, tal como antes hacían esporádicamente los músicos en los temas instrumentales. Hay cantores que, entre la primera y segunda parte de una chacarera recitan una copla que se relaciona con lo que están cantando, como si el canto hubiese sido poco para lo que quería decir. Un ejemplo de esta práctica coherente es Lázaro Moreno en su chacarera A Don Yuma Gómez.

Posiblemente haya sido en las ruedas fiesteras de entrecasa donde surgió el hábito de intercalar coplas ajenas al canto. Tal vez en el mismo ámbito alguien haya exclamado “aro aro aro” como hace la gente de Cuyo para invitar un trago a los músicos y cantores. En su afán por ganar al público, algunos cantores han llevado estas prácticas a los micrófonos.

En estos tiempos en que las letras de las chacareras son cada vez más decidoras, es una pena que el canto se vea interrumpido por una humorada que no guarda ninguna relación con lo que el poeta letrista quiso decir, más aún si tal interrupción es anunciada de un modo que no sabemos bien por qué contiene tres veces la palabra Aro.

Parafraseando un dicho criollo, podríamos decir: “Cuando veas a otro cantar, a estorbarlo no te metas...”

06 de Diciembre de 2.011.

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