Por Crístian Ramón Verduc
09/04/2013
Ya no da criollos el tiempo…

“Ya no da criollos el tiempo…” pensaba con amargura el viejo gaucho en El Remate, poema del uruguayo Yamandú Rodríguez. ¿Cuántas veces nos sentimos tentados a pensar así por estar desanimados, desesperanzados?
 
Cuando los ríos desbordan en Santiago del Estero u otras provincias, las familias ribereñas deben dejar parte de sus pertenencias y en ocasiones perderlas totalmente para escapar de la creciente. Don Fortunato Juárez y otros autores nos cuentan de la fuerte crecida del Río Dulce que en 1.907 arrasó Villa Loreto. 

Respecto a las crecidas del Río Dulce en general, Dardo del Valle Gómez nos cuenta en Coplas de Río y Arena (música de César Leovino Suárez): “De por ahí viene creciente/ rebalsas y te desbordas./ Los que viven en los bajos,/ pesares los acongojan.” “Van dejando sus ranchitos,/ ya perdieron las cosechas./ Cuando baje la creciente/ volverán para la arena.” Para luego aclarar: “En el Dulce está el sufrir,/ yo no sé por qué designios,/ pero vuelven a la costa/ enamorados del río.” 

Decimos “shalacus” o “shalacos” por los habitantes de las costas y zonas cercanas al Río Salado. Ellos también suelen padecer los desbordes fluviales. Lázaro Moreno, payador quichuista santiagueño, dice en su chacarera Tiempos Idos: “Soy shalaco por que el río/ me ha regalao su apellido;/ tan bueno era estando seco/ y era tan malo crecido”. Ese río de los shalacus santiagueños, desemboca en el Río Paraná junto a la ciudad de Santa Fe, capital de la provincia del mismo nombre. En muchas ocasiones las crecidas del Salado llevaron agua, barro y desazón a los barrios santafecinos. 

En 1.974, la ciudad de Santiago del Estero se vio inundada por las aguas pluviales del temporal que comenzara con el Otoño de ese año. Algunos barrios ribereños como el 8 de Abril y Chumillo tuvieron calles y viviendas invadidas por las aguas fluviales, pues el Río Dulce reclamaba los que otrora fueran sus terrenos. Las inundaciones en Santiago del Estero provocaron comentarios de lo más variados en otras provincias, las que tienen la idea fija de que en Santiago “nunca llueve” y cosas parecidas. La solidaridad mitigó la serie de daños materiales, no solo en la ciudad sino también en otros lugares de la provincia. También surgieron temas musicales folclóricos un tanto jocosos y algunos chistes de los cómicos santiagueños, basados en anécdotas de aquel largo mal momento una vez que hubo pasado. 

A lo largo del tiempo hubo desbordes de los ríos Saladillo, Namby, Utis, Saladillo del Rosario, Horcones, Urueña y Albigasta, cada uno a su vez y a veces todos juntos. Esos ríos menores, de los que algunos son parte de la cuenca del Río Dulce, cuando crecen dan lugar a verdaderos éxodos de nuestros paisanos. Algunas familias consiguen tener preparada otra casa para la época de inundaciones. 

Las provincias del Chaco y Santa Fe sufren desde hace muchos años con inundaciones por lluvia en zonas bajas llamadas Bajos Submeridionales. Es una gran región anegadiza y salitrosa, llena de pajonales y esteros. En cierto momento hubo un intento por modificar la realidad de los bajos submeridionales santafecinos, pero el resultado fue que los antiguos esteros se convirtieron en pequeños desiertos blancos de salitre. 

Las intensas lluvias veraniegas suelen anegar las calles de las ciudades en todo el país y en otros también. Por los medios de difusión masiva vemos habitualmente las noticias de esas inundaciones como cosas lejanas, que no nos afectan, especialmente en nuestro país centralista, en el que la importancia de un hecho es inversamente proporcional a la distancia desde Buenos Aires. 

El pasado Martes, 2 de Abril, estuvimos especialmente sensibilizados ante un nuevo aniversario de la recuperación de las Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Hubo homenajes en todo el país e incluso en otras naciones. Las preferencias, inclinaciones y otras circunstancias personales de los organizadores de los actos, marcaron los aspectos de la guerra en los que se puso énfasis en cada caso. Hubo desde los que reivindicaron la recuperación de las islas, hasta los que siguen en una postura que otorga o quita validez a las acciones según quién las haya protagonizado o decidido. Unos en sincero homenaje a los héroes, otros enancados en la ocasión. Hay de todo en la viña del Señor. 

Ese mismo día, el cielo lloró violentamente en la ciudad de Buenos Aires y gran parte de la provincia del mismo nombre. Por lo que parece, el suelo porteño y bonaerense no estaba preparado para enjugar tanta lluvia. Por lo que parece, una vez más, nosotros los habitantes de esta bendita tierra tampoco estábamos preparados. 

La noticia de los anegamientos en la ciudad de Buenos Aires fueron comentados por unos en forma objetiva, por otros con preocupación y, por algunos, con ironía y hasta cierto desprecio, como si se tratase de enemigos, como si fuese que ya no da criollos el tiempo. 

Pocas horas después se difundieron noticias alarmantes, que daban cuenta de personas, seres humanos, compatriotas, que habían muerto por causa del temporal. La ciudad más castigada ha sido La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Primero fue la sorpresa, luego cundió la preocupación y después, por fin, la piedad y la decisión de hacer algo, como ya se había hecho en otras ocasiones ante distintas catástrofes. 

Junto a la ciudad de La Plata está Berisso, polo de desarrollo industrial que hace varias décadas atrajo a inmigrantes extranjeros y migrantes internos de casi todo el país. El Centro de Residentes Santiagueños en Berisso ha sido uno de los lugares de recepción y coordinación de la distribución de ayuda material que llegaba, en este caso, de sus socios, vecinos y desde la provincia de Santiago del Estero, tanto del Estado como de los muchos donantes voluntarios. 

Por todo el país se movilizaron grupos civiles, religiosos de distintos credos, agrupaciones políticas, artistas, deportistas… las fuerzas vivas de nuestra tierra; todos y cada uno procurando hacer algo para remediar en parte lo ocurrido por causa de la fuerte precipitación, por la deficiente planificación urbana y por otros factores que estudiarán los expertos. 

Hubo disputas entre sectores que pugnaban por aparecer unos más que otros, pero finalmente primó la cordura y la solidaridad, lo que permitió volver a escuchar las voces de los inundados llorando a sus muertos, preocupados por sus hijos y dolidos por la pérdida de lo que consiguieran con el trabajo de muchos años.
Desde los distintos niveles del Estado se están tomando medidas para paliar lo ocurrido. Lo positivo y alentador de este desastre está en el espíritu solidario que afloró nuevamente en la gente, en el pueblo argentino. 

Ha ocurrido una desgracia, ha muerto mucha gente, pero no está todo perdido, “por que sigue dando criollos, muy buenos criollos el tiempo.” 

09 de Abril de 2.013.

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