Por Crístian Ramón Verduc
26/11/2013
Me llevó consigo un viejo/ que pronto mostró la hilacha…

“Me llevó consigo un viejo/ que pronto mostró la hilacha…” El segundo hijo de Martín Fierro, al relatar las peripecias de su vida sin padre ni madre, trae a escena al Viejo Vizcacha.

El muchacho describe a quien le fuera impuesto como tutor: “Viejo lleno de camándulas,/ con un empaque a lo toro,/ andaba siempre en un moro,/ metido en no sé qué enriedos;/ con las patas como loro/ de estribar entre los dedos.”

No está de más refrescar nuestra memoria respecto al lenguaje gauchesco. La palabra “camándula” aún hoy es usada para referirse a picardías, maldades y cosas poco claras. Al decir que el viejo mostraba un empaque a lo toro, quiere decir que se mostraba como quien está en guardia, desconfiando y a la vez pronto para lanzarse al ataque, igual que un toro bravo. “Enriedo” decimos habitualmente por decir “enredo”, metido en una red o en redes, envuelto en relaciones intrincadas y poco claras. Por el relato del hijo de Martín Fierro se deduce que el Viejo Vizcacha usaba el estribo pampa o estribo de botón, consistente en un tiento con un nudo grueso en la punta, donde el jinete se afirmaba tomando el tiento con el dedo gordo del pie y dedo que sigue, lo que hacía separarse ambos en forma anormal, lo que era visible al caminar. Para montar con estribo pampa es imprescindible andar descalzo o usar botas de potro con dedos libres.

El porqué del sobrenombre Vizcacha, era algo misterioso para el hijo de Fierro y no queda claro en el poema, aunque sí podemos saber que el viejo odiaba al roedor de las pampas. Se puede suponer que su aspecto habrá tenido algo de similar con la vizcacha, o tal vez por que la tapera y la carreta vieja que eran su vivienda habrán sido consideradas similares a la madriguera de la vizcacha. Pero son solamente suposiciones.
La vizcacha es un animal típico de los campos de una vasta región de América del Sur. Se puede encontrar vizcachas en gran parte de nuestro país, además de Bolivia y Paraguay. En otras zonas de Bolivia, Perú y Ecuador, se encuentran otras especies también llamadas vizcachas, pero son más afines con la chinchilla, de la misma familia pero no del mismo género.

La vizcacha, roedor de regular tamaño, que puede medir unos 60 centímetros de longitud y pesar hasta unos siete kilogramos, es de hábitos nocturnos; pasa el día y parte de la noche en las cuevas llamadas vizcacheras. La vizcachera es una cueva de un par de metros de profundidad y ramificada, con varias salidas.
Las vizcacheras eran un gran problema para los jinetes en las pampas, pues cuando iba galopando, el caballo podía meter una pata en la vizcachera, con la consecuente caída y posible fractura. Para el caballo, una pata fracturada significaba muerte segura. Por tal motivo, la vizcacha fue muy combatida.

En la provincia de Santiago del Estero hubo abundancia de vizcachas. No muy lejos de las ciudades y a poca distancia de las viviendas rurales, ya se podía encontrar vizcacheras bien pobladas. Era tal la abundancia que la gente del campo les daba poca importancia. Cuando necesitaban carne de vizcacha, cazaban unas pocas y nada más.

Los métodos de caza son muchos. La gente de campo solía capturarla colocando trampas, también inundando la vizcachera o llenándola de humo y esperando a las vizcachas por la única salida que los cazadores no habían obstruído. Cuando los animales salían desesperados por el agua o por el humo, los hombres estaban esperando con garrotes para matarlos de un golpe en la cabeza. En Santiago del Estero, cuando algo se hace rápido, con buen ritmo de producción, se dice popularmente: “Meta palos y a la bolsa”, por similitud con una fuerte cacería de vizcachas.

Por esas cosas del idioma castellano, decimos “palo” para definir el objeto contundente de madera y también para el golpe dado con él. Un ejemplo es este dicho popular y otro cuando el segundo hijo de Martín Fierro dice, refiriéndose al Viejo Vizcacha: “… y decía un amigo mío/ que de arrebatao y malo/ mató a su mujer de un palo/ por que le dio un mate frío.” En la penúltima estrofa de su obra, José Hernández/ Martín Fierro dice: “… y aquellos que en esta historia/ sospechen que les doy palo,/ sepan que olvidar lo malo/ es también tener memoria.”

Los llamados cazadores deportivos, cuando se adentran en los montes, van munidos de armas de fuego, que pueden ser escopetas, rifles o carabinas. Incluso en los ranchos paisanos suele haber una escopeta, arma que permite “tirar al bulto” y cazar aves o mamíferos. Otra ventaja de la escopeta es que se puede recargar los cartuchos en forma casera teniendo el equipo adecuado, que no es muy costoso.

Es necesario marcar una diferencia: El lugareño caza lo que va a consumir con su familia, mientras que el cazador deportivo suele probar su puntería con los animalitos del bosque. Parece ser placentero el hecho de acertar bien un disparo, provocando la muerte de un ser que no siempre ha de ser comido.

Los habitantes de los montes y campos de Santiago supieron recibir la visita de cazadores de la ciudad capital y de otras provincias, los que utilizando distintos métodos de captura se llevaban grandes cantidades de distintas especies animales. La vizcacha era utilizada para hacer escabeche y, como decían irónicamente los paisanos, para hacer empanadas de pollo.

Es muy probable que la actual escasez de vizcachas en la provincia de Santiago del Estero se deba a la cacería excesiva, aunque también puede haber otros factores que provocaron la retracción de la cantidad de este animalito.

En el imaginario popular, hay relatos fantásticos que parecen tener como finalidad evitar los excesos en la cacería. Uno de ellos es la leyenda del Sacháyoj, que en los montes protege a los árboles y animales de todo tamaño.

Cuentan también que a los cazadores abusivos suele aparecer una vizcacha de buen tamaño, que se muestra en una posición óptima para dispararle con la escopeta. Una vez herido, el animal se adentra en el monte con gran dificultad. El cazador persigue a la vizcacha herida y vuelve a dispararle, volviendo a herirla, pero ella sigue entrando en el monte entre saltando y arrastrándose. Si el cazador percibe que está entrando en zona desconocida, con riesgo de perderse en la floresta, desiste de la persecusión, y entonces el vizcachón se le muestra otra vez como un blanco fácil. Dicen los lugareños que ese vizcachón insiste hasta llevar al cazador a lo más denso del monte, donde se hace muy difícil encontrar el camino de regreso. Dicen que no es un animal, sino una manifestación de Súpay o del Sacháyoj.

Con toda intención, José Hernández puso en la segunda parte de Martín Fierro al Viejo Vizcacha. Los consejos del viejo aprovechador son útiles para compararlos con los del experimentado Martín Fierro. Hay que leer y comparar, no es para mal de ninguno, sinó para bien de todos.

26 de Noviembre de 2.013.

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