Por Crístian Ramón Verduc
03/12/2013
Existen distintas maneras de pasar por un lugar.

Existen distintas maneras de pasar por un lugar. Se puede observar a diario en las veredas y calles de una ciudad o en los caminos y senderos del campo. 

Si fuese en el campo, podríamos ver gente que pasa caminando silenciosamente, o acompañándose con un silbido o cantar, aunque en las últimas décadas, los equipos sonoros de distinto porte comenzaron a ser la compañía del caminante. También puede pasar a caballo, en sulky, en carro, en tractor, en bicicleta, motocicleta o en algún automotor. 

Entre toda esta gente, hay quienes pasan en silencio y hay quienes pasan haciendo ruido, ya sea por el medio de locomoción empleado o por el deseo de acompañarse con algún sonido. Incluso hay quienes caminan cortando ramas delgadas de los árboles, ya sea en el monte o en veredas ciudadanas. 

Si uno se para a conversar con alguien en el centro de la ciudad de Santiago del Estero, especialmente un Viernes o Sábado, va a descubrir que resulta muy difícil dialogar. Es que el ruido reinante es muy fuerte: Pasan vehículos haciendo todo tipo de propaganda a muy alto volumen; otros llevan un equipo de sonido propalando con fuerte volumen la música que le gusta al conductor. También los vehículos oficiales que controlan el estacionamiento ensordecen con su sirena, ya sea para alertar a los que están estacionando mal un vehículo o para marcar presencia. 

Parece ser que para alguna gente es muy importante hacerse notar. Tal vez estén marcando territorio, como ocurre en otras especies, como los pájaros que cantan para avisar que ellos están en ese lugar y no admiten intrusos. 

En las otras especies vivientes hay quienes construyen en silencio, sin hacerse notar. Los humanos observadores, han dado en utilizar ese ejemplo para calificar al prójimo que trabaja con tesón y sin estridencias para alcanzar un objetivo. Así es como podemos escuchar elogios hacia el “trabajo de hormiga” realizado por alguien. Esa comparación nos está diciendo que se trata de un trabajo persistente y silencioso. 

Si evitamos deslumbrarnos con las grandes luces y aturdirnos con el fuerte barullo de quienes pugnan por aparecer, podremos encontrar gente que trabaja silenciosamente en pos de algo. Si observamos atentamente, veremos que la mayoría de esos silenciosos trabajadores está procurando el bien común. 

El grupo que el operario silencioso quiere beneficiar puede ser mas o menos numeroso; los beneficios que desean compartir pueden ser de distinta índole. 

En el ambiente folclórico tenemos muchos casos de benefactores silenciosos. Si nos ponemos a elaborar una nómina, con certeza caeríamos en injustas omisiones. El ser ignorados a la hora de los elogios parece ser el sino de quienes no acompañan sus acciones con “bombos y platillos”. 

Mucha gente pasa por nuestro Alero sin hacerse notar demasiado. Algunas de esas personas son recordadas frecuentemente, otras no tanto. En los años ’70, una adolescente solía acompañar a su madre, que dictaba las micro clases de quichua en la audición radial. Esa Yacháchej (docente) de quichua era Doña Isabel Garnica de Pappalardo. Su hija, María Teresa, a medida que fue creciendo se involucró cada vez más con el Alero Quichua y con otras actividades culturales de nuestro medio. 

A fines de los años 80, después de que el Arquitecto Mario Olivera dejara la conducción de la audición radial, María Teresa tuvo que hacerse cargo de la tarea, pues Rubén Palavecino aún no terminaba de recuperarse de un problema cardíaco. Tere Pappalardo ha sido integrante de la Comisión Directiva de nuestro grupo nativista, impulsando varias actividades junto a Don Belindo Farías y Don Carlos Maldonado, o sola cuando no había quien acompañase su dinamismo. 

Viajó a Buenos Aires con Don Maldonado cuando él era Presidente de la Comisión y ella Secretaria, para recibir el premio Santa Clara de Asís en nombre del Alero Quichua. Para un aniversario de nuestro movimiento, hizo venir desde la provincia del Chaco a dos hombres de la etnia Qom, cultores de la música de su pueblo. Para el 25 Aniversario, promovió la visita de la cantante y actriz mapuche Luisa Calcumil. Ese mismo año, Tere Pappalardo sugirió que se hiciera una nueva grabación documental, ya que la última se había concretado antes de la muerte de Felipe Corpos, acaecida en 1.974. Para esa grabación, que pasó a ser el Volumen 6, hizo las gestiones necesarias y puso el dinero que hacía falta para poder concretar el nuevo documento sonoro. En las salidas grupales de esa época, “la Tere” era la presentadora. Don Sixto le decía afectuosamente “Yanita” (Negrita). 

Con el paso de los años y luego de ser retirada de la conducción radial por un malentendido en el local de la emisora, Tere Pappalardo siguió en otras actividades dentro del Alero pero acabó por distanciarse. Ese alejamiento de nuestro Alero no le impidió seguir en su lucha por conocer y divulgar los valores culturales santiagueños. 

Se dedicó a recopilar y publicar sobre flora, fauna, mitos, leyendas, costumbres y lengua quichua. También organizaba las presentaciones de libros de amigos escritores, oficiando de moderadora y locutora en muchos casos. 

Su tarea fue de gran relevancia en la Biblioteca Sarmiento de nuestra ciudad; también en la Sociedad de Folcloristas Santiagueños, que llegó a hacerle un reconocimiento público por su trayectoria en bien de la cultura santiagueña. 

Hay muchas otras acciones de Tere Pappalardo encaminadas hacia el progreso cultural de nuestra provincia, pero son poco conocidas por que lo suyo era un trabajo permanente pero silencioso. Es posible que no lleguemos a saber a cuántas personas ayudó personalmente ante problemas de diversa índole. 

Su vida de trabajadora cultural continuaba como antes, con un creciente prestigio entre la gente muy involucrada en el quehacer santiagueño, cuando quienes la trataban comenzaron a percibir en ella una disminución en la vitalidad con que encaraba proyectos, acciones y discusiones. Decía que estaba un poco enferma, pero que ya iba a mejorar. 

Su trabajo silencioso fue decayendo, mientras que también en forma silenciosa su salud se deterioraba mientras Tere no decía nada a sus afectos. 

El Viernes 22 de Noviembre, María Teresa Pappalardo, luchadora de la cultura santiagueña, falleció en la ciudad de sus sueños y desvelos. Ha sido una noticia increíble para quienes la conocíamos. La Tere había salido de esta vida en silencio, sin alardes, tal como había vivido. 

Horas después, las personalidades de la cultura santiagueña y autoridades del Gobierno se hicieron eco de la triste noticia. Incluso en la audición del Alero Quichua hubo un escueto comentario sobre el fallecimiento de quien fuera fuerte impulsora del mismo. 

Así es la vida: Los ruidos pasan; las obras quedan; lo rutilante es efímero, pero el persistente trabajo de hormiga deja un buen legado que perdura más allá de la breve existencia humana. Los operarios silenciosos pocas veces son recordados, aunque la gente disfrute de sus obras sin saber quién las realizó. En eso consiste el triunfo de los honestos luchadores silenciosos, pues no procuran para sí mismos, sino para el bien del prójimo. 

03 de Diciembre de 2.013.

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