Por Crístian Ramón Verduc
01/07/2014
Llegó el mes de Julio, tiempo de reencuentros en el pago santiagueño.

Llegó el mes de Julio, tiempo de reencuentros en el pago santiagueño. Estamos pasando por los días más breves y las noches más extensas del año en el Hemisferio Sur, además de las primeras semanas del Invierno.
Es este un mes muy particular, pues si todo sigue como suele ser, al final del mismo, una vez terminados los festejos de aniversario de nuestra ciudad, los calorcitos y vientos de Agosto estarán insinuándose en medio de despedidas y promesas de reencuentro.
 
En este mes recordaremos, por ejemplo, al Dr. Orestes Di Lullo, nacido en Santiago del Estero el 4 de Julio de 1.898. La obra del Dr. Di Lullo es muy importante para nuestra formación cultural como pueblo. No deja de ser una prueba de que el ser humano no es especializado o monotemático. Estamos capacitados naturalmente para desarrollar distintos talentos. Es posible que nos destaquemos en una actividad, pero eso no quita que podamos capacitarnos bien para otras. 

El Doctor Di Lullo se graduó de Médico, pero no se dedicó solamente a la actividad de esta noble profesión, sino que se ocupó de nuestra provincia en varios aspectos. Para ello, recorrió pueblos y campos, observando con ojos poéticos y científicos, mezclándose entre la gente, compartiendo horas de conversación, de recuerdos, evocaciones de tiempos idos y anhelos. 

En los libros del Dr. Di Lullo se puede percibir la deseable unión de conocimiento y sentimiento que caracteriza a los grandes autores, escrito en un rico castellano, prefiriendo el pretérito perfecto para conjugar el pasado. El vocabulario de La Agonía de los Pueblos nos empuja por momentos hacia el amigo Diccionario, donde encontraremos la explicación para vocablos que nos recuerdan al castellano antiguo, cuando era muy parecido con el portugués; ello ocurre cuando encontramos las palabras preces, romeros, yantar, por ejemplo. 

Entre los años 1.928 y 1.946, el Dr. Di Lullo escribió dos decenas de libros sobre temas que serían de gran utilidad pública, abarcando temas que iban desde la Medicina y los Médicos de Santiago del Estero hasta el estudio de las voces santiagueñas, pasando por asuntos como el ofidismo, el cancionero popular santiagueño, la dermatitis causada por el quebracho y la causada por la higuera o los problemas que causarían las hojas del lockonti. Un libro de fácil lectura y por demás interesante es La Agonía de los Pueblos, publicado en 1.946. 

En este libro, el autor encara la historia antigua y la cercana al tiempo en que recorrió distintos lugares de la provincia. Para cada pueblo que estudió especialmente, dedicó un capítulo con testimonios, referencias de obras de otros autores, observaciones y reflexiones propias, además del anhelo propio y de los habitantes de cada pueblo reflejado en esta obra. 

Hay datos muy interesantes, como la observación de que en el fortín de El Bracho, en cierto momento tuvo trecientos habitantes, de los cuales tres o cuatro conocían el castellano; los demás, todos hablaban quichua. Los relatos recogidos por el Dr. Di Lullo referidos al fortín, son muy ilustrativos y emocionantes. 

Nos cuenta que la Villa Loreto era bilingüe. La cosecha de frutas del monte, especialmente algarroba y chañar, era llamada “Pockoypalla” (recolección de fruta). En los relatos de costumbres loretanas, el Dr. Di Lullo reproduce breves diálogos en quichua con algo de castellano. Leyendo el capítulo loretano, uno confirma que la Villa era poblado como dice Don Fortunato Juárez en su gato El Violín de Tatacu: “… de gente feliz, de paz y respeto”. 

Como es prácticamente inevitable, aborda el tema de la trágica inundación de comienzos del Siglo XX, cuando desapareció Villa Loreto. El gran faltante para Loreto era la provisión permanente de agua, por lo que a fines del Siglo XIX se había concretado la anhelada obra de un canal cuya toma estaba en el Río Dulce. Por indicación del Ingeniero Cassaffousth, ese canal debía tener una compuerta para regular e incluso interrumpir el flujo de agua en caso de crecida grande. Pese a las advertencias de otras personas, se hizo el canal pero no la compuerta. Como dicen nuestros paisanos: “El diablo hace la olla pero no la tapa”. 

Cuando se refiere a Villa Atamishqui, relata las antiguas glorias de la población, de los años en que el Padre Miguel Ángel Mossi sirvió en la Villa y alrededores, mientras simultáneamente iba estudiando la lengua quichua, al contacto con los hablantes. Cuenta de la galante costumbre de las serenatas, que no era exclusiva de Atamishqui. 

La varias veces centenaria Villa Atamishqui, al igual que la antes próspera Villa Salavina y otros pueblos, comenzó una lenta y larga agonía al perder importancia por quedar fuera del trazado de las líneas ferroviarias y al volcarse gran parte de la gente a talar el monte, abandonando las actividades agrícolas y ganaderas. 

El Doctor Orestes Di Lullo, aparte de exponer los porqués de la agonía de algunos pueblos santiagueños, hace un llamado para revertir la situación, para que a partir del conocimiento del pasado, se pueda hacer algo con visión de futuro, para que no se crea que esos pueblos “siempre estuvieron así” y que, por lo tanto, deben seguir así, en una lenta declinación hacia el final. 

Felizmente, la persistencia de quienes quedaron en muchos de esos pueblos que otrora agonizaran largamente, las acciones acertadas de administradores locales y de la provincia, dieron por resultado la revigorización de casi todos esos grupos humanos. Por nombrar solo algunos de esos pueblos de los que se ocupara el Dr. Di Lullo, podemos mencionar que Villa Atamishqui, cada mes de Julio recibe exultante a miles de visitantes que llegan para la fiesta de cumpleaños de Las Sachaguitarras Atamishqueñas, ahora con una ruta pavimentada que estimula a propios y lejanos a llegarse por la Villa en cualquier día del año. Atamishqui salió de aquella aparente agonía para ser un punto nacional de encuentro con el Santiago folclórico. En Atamishqui hay gente del Alero Quichua Santiagueño, como por ejemplo Elpidio Herrera, Ramón “Piri” Leguizamón, Luis “Pishquín” Rodríguez y familia, Don Luis Antonio Gerez… 

Algo parecido está ocurriendo con Salavina, reactivado como lugar de referencia cultural criolla bilingüe, al igual que Barrancas, prácticamente a mitad de camino entre Villa Salavina y Villa Atamishqui. En estos pueblos, los impulsores locales y de otros lugares, hallaron en la lengua quichua y en las tradiciones santiagueñas el “combustible” necesario para motorizar el esperado resurgimiento. 

En su nuevo emplazamiento junto a la Ruta Nacional 9, Loreto viene progresando a paso firme, emergiendo de aquella terrible inundación. Es una ciudad con buen movimiento comercial y actividades artísticas, con toques modernos que no impiden sostener el bilingüismo por los tradicionalistas. 

Llegó el mes de Julio, mes de reencuentros y festejos en Santiago del Estero. Pueblos que estuvieron en situación de agonía según las acertadas observaciones del Dr. Orestes Di Lullo, hoy reciben cálidamente a sus hijos y amigos. Como es su antigua costumbre, ofrecen lo mejor de sí. Afortunadamente, ese mejor está cada día mejor. 

01 de Julio de 2.014.

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