Por Crístian Ramón Verduc
02/09/2014
“Ya los gallos están cantando, anunciando el día…”

“Ya los gallos están cantando, anunciando el día…” habrá canturreado al amanecer algún paisano; tal vez en Loreto, tal vez en Villa Matará, o en la Costanera de Santa Fe o, tal vez… Ahicito nomás, en Huayco Hondo, en Tarapaya o en el Barrio Mishqui Mayu. En una de ésas, si el Inti Súmaj hubiese sabido que aquel 7 de Septiembre era el día de la partida definitiva de Don Fortunato Juárez, habría demorado su aparición sobre los montes.
Don Fortunato había nacido en Loreto setenta y cinco años antes de ese triste día. Su familia era gente de trabajo y de música; la música que alegraba bailes, reuniones y también momentos de soledad, momentos de cantar para uno mismo. 

Trasladado con su familia a la ciudad de Santiago del Estero, el pequeño Fortu conoció el centro y los barrios. En su inquietud observadora, prestó especial atención a la gente, a los personajes que pasaban mientras trabajaba vendiendo diarios y lustrando zapatos para “llevar moneditas” para su madre, como contaría años después en la zamba Plaza Libertad, cuando lo acudieron los recuerdos de su infancia. En la misma zamba recuerda que por la plaza en esa época, “paseaban niñas tan lindas” y, amable, amante de la corrección como era, agrega: “tan bellas como las de ahora.” 

En esas andanzas pudo presenciar, por ejemplo, la llegada de Juan Bagual, detenido en el monte por homicidio y traído hasta la Jefatura de Policía. Un Domingo de Alero, cuando Don Fortunato contaba algunas de sus aventuras infantiles en Santiago, Don Sixto le dijo en broma: “Claro… vos andabas en el centro, no como nosotros los que andábamos en el monte..” Hubo una linda amistad entre estos dos grandes del folclore. 

Fortu y su hermano menor, apodado Chango, eran muy andariegos desde chicos. Eran los que hacían salidas largas, volviendo a la casa cerca de la noche. De adultos, siguieron siendo los inquietos, los “salidores”, aunque Don Fortunato fue el más andariego de todos, como si quisiera estar en todas partes… y lo conseguía. Simplemente, no paraba. En un mismo día podía atender alumnos, visitar algún lugar donde compartir el canto y la conversación amable, ir a una peña folclórica y participar de una fiesta familiar. 

Sus creaciones son muchas. Solo para recordar algunas, mencionaremos: El Linyerita, Chacarera del Chilalo, Sonia Nancy, El Huajchito, El Violín de Tatacu, Loretano Soy, Bienhaiga con el mocito, De Ahicito Nomás; Paisanita de mi Pago, con música de Manuel Jugo al igual que Violincito Santiagueño; puso música a la letra de Trullenque en la Chacarera del Tren Mixto, puso letra a la polca Costanera de Santa Fe de Carlos Ayala, también dio letra a la música de su hermano Higinio (violinista) en El Gato de Don Higinio; El Sacha Chango tiene música de Onofre Paz, igual que Luz de mis Ojos; en la polca Tristezas de un corazón comparte la letra con Exequiel Espíndola. 

“Quichuista, criollita y buena… así era mi mama” dice Don Fortunato refiriéndose a su madre, a la que rinde homenaje en la chacarera Criolla Loretana. De una madre así nacieron Los Hermanos Juárez, con su destacado autor Fortunato. 

La chacarera Inti Súmaj, con música de Alberto Pérez, fue parte de los amaneceres radiales en Santiago del Estero durante un largo tiempo, en las voces de Los Chalchaleros. En esta letra, Don Fortunato nos lleva al monte, a observar lo que ocurre durante el día a medida que el lindo Sol (Inti súmaj) recorre el cielo. 

Este gran hombre nacido en Loreto, desde Santiago del Estero se proyectó al país, no solo en los temas de su autoría, sino también como cantor viajero. Joven nomás supo andar por las provincias del Noroeste Argentino y por Buenos Aires, pero siempre volviendo a Santiago. Evocando uno de esos regresos creó la zamba Soy Santiagueño que Vuelve. 

Daba gusto conversar con él. Con una agradable sonrisa recordaba sucedidos, daba consejos y explicaciones. Eso sí: Evitaba criticar a las personas o “pechadiar” en busca de espacios. Donde lo llamaban, ahí estaba Don Fortunato dispuesto a participar, no solamente como cantor y guitarrero. Con sus hermanos y la cantante Muni Santillán supieron extasiar al público con sus cantares, y hacerlo bailar danzas tradicionales en Rosario y otras ciudades argentinas. Con su esposa, Francisca Roldán (“La Panchita”), viajaba a muchos lugares como parte de un cuadro costumbrista presentado por el grupo de danzas de Carmen Chazarreta.

Su paso por el Alero Quichua Santiagueño ha sido muy valioso. Desde los primeros tiempos aportó su cancionero, sus interesantes comentarios y el acompañamiento con guitarra para quien quisiera. En los años ’80, recorrió la provincia y viajó a Buenos Aires con la gente del Alero que representaba la puesta en escena Casarácoj (El Casamiento), de Don Carlos Maldonado; Don Fortunato actuaba en el papel de padre del novio y además acompañaba en guitarra a los cantores, cantaba él mismo, bailaba con La Panchita... como decían los changos: Solamente le faltaba pelear. 

Cuando empezaba a terminar el Siglo XX, la vitalidad del cantor loretano comenzó a decaer. Su salud no estaba bien y empezó a sentirse cansado, cada vez con menos posibilidades de andar como le gustaba: Asumiendo compromisos y cumpliendo con todos. 

Comenzaba Septiembre, el mes del Sisa Pacha, época en que las flores comenzarían a prodigar miel de palo, cuando el Maestro de tantos guitarreros y cantores debió ser internado en un sanatorio. 

Como en El Fatigao, su escondido con Orlando Gerez, ese séptimo día del mes, faltando dos semanas para el comienzo de la Primavera del año 2.000, Don Fortunato se sintió “con el corazón cansado de tanto penar” y se apagó su vida a la siesta, hora en que rondan el ututu (lagartija) y los shishis añaperos (hormiguitas rojizas), cuando lagunas y esteros reflejan los encantos de ese lindo Sol al que le cantara, ese Inti Súmaj que ese día se alejó con más quejas de crespines y vidalas que de costumbre. No era para menos: El Centro de Jubilados del Barrio Mishqui Mayu ya no recibiría las visitas cancioneras del vecino sencillo, simpático y enorme en su hombría de bien. Los moradores de la calle Juríes dejarían de armar la fiesta de fin de año en plena calle, como queriendo atesorar intocada en su memoria la pujanza de Don Fortunato, que promovía la reunión festiva. Nuestro Alero Quichua ya no disfrutaría de su sonrisa satisfecha al tocar la guitarra. 

El 7 de Septiembre del año 2.000 falleció Don Fortunato Juárez, hombre humilde, simpático, generoso, cantor, guitarrero, poeta y musiquero, un gran hombre que apenas se sentía un Sacha Chango. 


02 de Septiembre de 2.014. 

Un agradecimiento a Marcelo Salvatierra por la información referida a su Maestro, Don Fortunato Juárez.

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