Por Crístian Ramón Verduc
28/04/2015
"Pan para hoy, hambre para mañana"

"Pan para hoy, hambre para mañana", dijo el anciano cerrando con tristeza la libreta del almacén. 

Existen diversas formas de solucionar problemas del presente, aunque comprometiendo el futuro. Si se trata de comprar algo para pagar después, éste puede ser el comienzo de una pendiente que nos llevaría a la quiebra, a contraer una deuda mayor que nuestras posibilidades de pago, pues en el futuro deberíamos pagar los consumos de ese momento, más la deuda contraída. Si esa nueva situación no es manejable, nos llevará a comprometer nuevamente el futuro con más deuda, la que tendría una tendencia creciente. 

Antes de encarar una compra para pagar después, es muy necesario preguntarnos si verdaderamente necesitamos lo que estamos comprando y si podremos pagarlo. 

Hay casos en que la compra al fiado, de mercaderías o de dinero, se hace para salvar una situación inesperada o para aprovechar una oportunidad que nos dará beneficios para el futuro. En esos casos, es comprensible que uno incurra en el endeudamiento momentáneo. En lo que hace al endeudamiento material, lo que debemos evitar es la compra compulsiva, poco menos que instintiva, sin pensar. Además, si contraemos deudas, en el futuro tendremos que disminuir los gastos o aumentar los ingresos, para poder pagar. 

Hay otras formas de comprometer el futuro, en distintas actividades. Lo hacemos a cambio de la ilusión de que en el presente estamos bien y decimos: "Mañana será otro día... y que sea lo que Dios quiera." Ocurre, por ejemplo, en el trabajo constante, cuando no se respetan los ciclos de actividad y descanso, ya sea para uno mismo o para otras personas. Llega un momento en que el organismo ya no aguanta el esfuerzo continuo y el cansancio acumulado; entonces, llega el momento de quiebre, cuando no se aguanta más. Es similar a cuando se galopa "a reventar el caballo" y el pobre animal cae sin llegar a destino. Algo similar ocurre con máquinas y aparatos que son exigidos hasta dejar de funcionar en forma prematura. 

En general, el uso abusivo de los medios disponibles nos lleva a situaciones de "Pan para hoy, hambre para mañana". Es el mal hábito de "matar a la gallina de los huevos de oro". La prudencia y la moderación en el uso de los medios disponibles nos evitarán futuras preocupaciones, dolores de cabeza y sensación de pérdida.
No se trata de ser medidos, metódicos y rutinarios, sino de usar la prudencia en forma habitual, haciendo también un "uso prudente" de la prudencia, para que no se convierta en una manea que nos impida andar libremente. La prudencia debe ser una guía para no perder el rumbo. 

En la vida moderna en general, habitualmente tenemos la sensación de estar acumulando deuda para nuestros descendientes. Hoy gozamos de algunos beneficios directos o indirectos que nos proporcionan las explotaciones mineras, petroleras y agrícolas, mientras alegremente arrojamos nuestros desperdicios a ríos, mares o directamente a la tierra. En todos los casos, estamos tirando los desechos en el mismo planeta en que viajamos por el espacio, lo que equivale a producir mugre que esparciremos entre nuestro dormitorio y nuestro comedor. 

Está abundantemente hablado y escrito respecto al impacto ambiental que producen las explotaciones mineras y petroleras las que son necesarias para, entre otras cosas, el transporte automotor. Muchos instrumentos musicales precisan también de metales y plásticos, estos últimos derivados del petróleo. Algunos instrumentos que podemos mencionar como los que no necesitan metales ni plásticos, al menos en forma directa, son el bombo criollo, la caja vidalera, la quena, el sikus y otros aerófonos andinos. 

La explotación agrícola ganadera precisa de campos rasos, libres de bosques. Los recursos económicos que disfrutamos por estas actividades son pagados, a mediano y largo plazo, por el medio ambiente y las especies que desaparecen por causa de los desmontes. Todo ese impacto ambiental será recibido por las generaciones futuras. Hoy ya estamos sintiendo las consecuencias de malos manejos pasados, mientras hipotecamos el futuro.
¿Qué podemos hacer? ¿Sentir una gran culpa cada vez que usamos algún aparato, instalación o servicio moderno? ¿Retirarnos hacia los últimos bosques a vivir con un estilo supuestamente natural y ecológico? Ésas no serían soluciones válidas. Lo más probable es que el primer paso deba ser el tomar conciencia de lo que está ocurriendo, dejar de engañarnos, comenzar a ser prudentes y exigir prudencia en el uso del ambiente, mientras vamos preparándonos para las medidas que pudieran tomarse para restringir los abusos y llegar así al uso racional de los recursos naturales. Si no, lo que estamos haciendo equivale a hornear pan para hoy con el hambre para mañana. 

En lo que hace a nuestra lengua quichua también tenemos que ser cuidadosos con lo que estamos cultivando hoy. Debemos echar una mirada hacia el futuro para determinar si estamos en el rumbo correcto. El quichua, al igual que los otros idiomas, es comparable con un árbol, cuyas raíces son los hablantes. 

En un árbol, como en todo organismo vivo, cada uno de sus componentes es muy importante y hay una interdependencia entre ellos. Hay que ver si el quichua está bien estructurado como un árbol sano, con sus ramas y sus hojas bien fuertes, para que a su vez alimenten y protejan la vida de sus raíces, las que alimentarán a todo el conjunto. 

Tenemos que seguir promoviendo la participación de los hablantes en los programas de difusión, en la elaboración de libros y trabajos de estudio; tenemos que seguir bregando para que el hablante deje de ser marginado. Tenemos que impulsar el aumento en la cantidad de hablantes naturales. A su vez, los estudiosos no deben dejar de valorar y prestar atención a los hablantes. Ellos saben bien que en todo idioma hay quienes se expresan "bien" y quienes lo hacen "mal". No debe descartarse nada y prestar atención a todo, conscientes de que el quichua tiene sus regionalismos y de que el quichuista es celoso de su habla, rebelde ante las imposiciones foráneas. 

Si no cuidamos que haya nuevos hablantes y nos conformamos solamente con uno o algunos de los aspectos de la actividad quichuista, estaremos explotando el presente y comprometiendo el futuro del idioma. Sería "Pan para hoy, hambre para mañana". 

El quichua santiagueño es un árbol dentro del bosque de idiomas americanos. ¡Cuidado! Los que desmontan vienen avanzando con su idioma imperial, que pretende arrasar incluso con el castellano, comenzando con toda manifestación regional. 

Hay que incentivar el uso del quichua como un acto de amor al terruño y a nuestros antepasados. Que quienes no saben quichua aprendan, y quien sabe, siga hablando. 

28 de Abril de 2.015.

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