Por Crístian Ramón Verduc
01/09/2015
Afortunado es quien recibe un don.

Afortunado es quien recibe un don. La forma de decir Afortunado en latín es Fortunato. El 9 de Enero de 1.925, en los pagos loretanos, nacía un changuito en el seno de una familia criolla, trabajadora y musiquera.

Seguramente por ser el 9 de Enero el día de San Fortunato, el recién nacido recibió el nombre de ese santo católico veneciano. Como decía un cantor hace unos años: “Es costumbre respetada que corre de boca en boca, bautizar a los que nacen con el santo que les toca”. Afortunado el niño… ir a nacer justamente ese día… y entre músicos.

Con los años, el chico fue conociendo las costumbres loretanas, los hábitos de esa gente “ de antes”, respetuosa, laboriosa, tenaz, quichuista y amante de las artes criollas.

Tiempo después, la familia se mudó de Loreto a la ciudad Capital de la provincia. Entonces, el changuito Fortunato debió trabajar de lustrabotas en el centro de Santiago, mientras estudiaba en la escuela primaria. De sus andanzas en el centro quedaron vivencias que Don Fortunato supo compartir después en relatos por radio y en ruedas de afectos cercanos.

En sus relatos radiales, Don “Fortu” nos contaba que estando en la Plaza Libertad, había visto al hombre salvaje conocido como Juan Bagual, cuando lo hacían entrar en la Jefatura de Policía por causa de una horrible muerte que había causado en la antigua casa paterna, a la vera de los densos montes de nuestra provincia. También nos contó que otro changuito lustrador de los alrededores de la plaza era Hugo Díaz, que para entonces ya sabía tocar la armónica. Decía Don Fortunato que Hugo Díaz cuando no estaba lustrando zapatos, estaba practicando con su pequeño instrumento y también tocaba para sus ocasionales clientes, lo que hacía una gran diferencia con los otros changuitos lustrines, entre ellos Fortunato. Cuando era un autor consagrado, Don Fortu rindió homenaje a la Plaza Libertad con una hermosa zamba.

Fortunato Juárez fue hombre de trabajo. Cumpliendo sus tareas en el establecimieno textil Fandet, sufrió la amputación de la tercera falange de un dedo de la mano izquierda. Ello no le impidió seguir tocando la guitarra tras un período de adaptación a la nueva situación.

A Don Fortu le gustaba cantar. Era capaz de cantar “en ayunas” y hasta cualquier hora de la noche. Su prodigiosa memoria le permitía cantar durante horas sin repetir temas, entre propios y de otros autores. Cantaba donde lo invitasen, ya sea como solista o integrando el conjunto familiar Los Hermanos Juárez. Gustaba también de ser parte en cuadros costumbristas preparados por grupos de folclore. Participaba en programas de radio. Don Fortunato Juárez ha sido integrante de nuestro Alero Quichua Santiagueño. En el programa radial podía cantar o simplemente acompañar con su guitarra a quien se lo pidiese. Lo mismo hacía en espectáculos, en los que se podía ver a un ya consagrado autor tocando la guitarra para un ignoto cantor principiante, en muchos casos totalmente desconocido para Don Fortu hasta momentos antes.

Cuando nuestro Alero Quichua se institucionalizó, obteniendo la Personería Jurídica, Don Fortunato aconsejó y asesoró en cuanto a la forma correcta de cumplir con las reuniones periódicas y el llenado de libros y documentos institucionales. Cuando nos tocó viajar para presentar la obra Casarácoj (El Casamiento) en distintos lugares de la provincia, Don Fortu fue de la partida, cumpliendo un papel importante en la puesta en escena. Cuando llevamos Casarácoj a la Provincia de Buenos Aires, fue él quien nos asesoró en cuanto a elección de empresa para viajar e hizo de guía al entrar en la gran ciudad.

Cuando vivía en el barrio Huayco Hondo, y después en el barrio Mishqui Mayu, enseñaba guitarra a una gran cantidad de niños y jóvenes. Muchos de ellos siguen cantando y llegaron a actuar en grandes escenarios.
Su actividad autoral ha sido por demás prolífica. Podemos nombrar algunas de sus creaciones, muchas de las cuales son cantadas habitualmente sin que los intérpretes sepan quién es el autor: El Linyerita, Ahicito Nomás, Bienhaiga con el Mocito, El Huajchito, Canto a Matará, Chacarera del Chilalo, Ingratitud, Sonia Nancy, Chacarera de los Bichos, Soy Santiagueño que Vuelve, Qué se Habrá Hecho la Panchita, El Violín de Tatacu, Criolla Loretana, Loretano Soy, son algunas de sus creaciones en letra y música. También es coautor en varios temas como Costanera de Santa Fe, con Carlos Roberto Ayala, Chacarera del Tren Mixto, con Pablo Raúl Trullenque, la chacarera Paisanita de mi pago y el escondido El Fatigao, con música de Orlando Gerez, Violincito Santiagueño, con Manuel Augusto Jugo, el escondido Soy Santarroseño, con Clemente Moreno, El Sacha Chango y Luz de mis Ojos, con Onofre Paz, Tristezas de un Corazón, con Exequiel Espíndola.

En muchas de sus letras hay palabras en quichua, como el caso de la chacarera Loretano Soy, donde aparecen expresiones así: “Capillaman pusaarancu” (Me llevaron a la capilla), “Ashpa ashpa” (Terroso, lleno de tierra), “Huarmi súmaj” (Mujer linda), etc. La expresión “Tatacu” con que se referían al padre de su madre es una linda forma de decir abuelo, pues se podría traducir como “Muy padre”, algo similar al fancés “grand-père” (Gran padre, abuelo).

El cantor y autor Marcelo Salvatierra, que fuera alumno de Don Fortunato Juárez y llegó a integrar Los Hermanos Juárez, compuso la chacarera Al Maestro Loretano, dedicada a su mentor. Y decir Maestro en este caso es un acierto, pues Don Fortu enseñó y sigue enseñando. En su casa y donde fuere menester, enseñaba cómo cantar y cómo tocar la guitarra, pero con solo desplazarse por la vida, con una actitud comedida y sin búsqueda de figuración, con su simpatía desbordante y su sonrisa casi permanente, nos estaba enseñando un modo de vivir. Las letras que supo armar combinando pensamientos y descripciones en verso, nos enseñan aún hoy a conocer y amar nuestro patrimonio criollo santiagueño.

Con la edad, el corazón de Don Fortunato Juárez comenzó a funcionar mal, y el cantor compuso el tema folclórico “¿Qué te pasa, corazón?” reclamando a su soncko por estar fallando y queriendo dejarlo. Aún en la enfermedad estaba haciendo gala de su buen humor. Haciendo gala sin estridencias, simplemente viviendo con alegría hasta el último hálito vital.

El cansado corazón de Don Fortunato finalmente dejó de latir el 7 de Septiembre de 2.000. Este hombre que nació con el don del amor a su terruño, a nuestro terruño, con la capacidad de expresar ese amor en versos rimados y musicalizados, dejaba esta vida terrenal para adentrarse en la vida que renace ante cada evocación y reconocimiento.

Afortunado Fortunato, afortunados nosotros, que hemos podido conocer a este ser humano prodigioso desde su humildad y sencillez. Es una suerte, es una fortuna para todos nosotros, poder seguir teniendo con nosotros en el canto, en la música y en la recordación, a Don Fortunato Juárez.

01 de Septiembre de 2.015.

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