Por Crístian Ramón Verduc
07/06/2016
No robar, no mentir, no ser perezoso...

... son los tres mandamientos morales básicos que heredamos de nuestros mayores. En general, las normas de convivencia en distintas culturas, ordenan no hacer lo que no queremos que se nos haga.

Muchos de nuestros coterráneos toman para sí la tragedia de los pueblos originarios americanos, que se vieron invadidos, despojados, saqueados, esclavizados y diezmados desde la llegada colonizadora de los europeos, hace más de cinco siglos. Es ésta una actitud solidaria muy loable, sobre todo por que es tomada desde la sinceridad y desde las mejores intenciones. Hay entre nuestra gente quienes se asumen como criollos, como mestizos, como la inevitable consecuencia del encuentro de dos grandes grupos culturales, con todos los avatares y detalles que sería largo de analizar en este momento.

Quien se siente criollo se asume como descendiente de pueblos originarios y españoles, y también de otros inmigrantes que contribuyeron a la formación tan particular de nuestro pueblo argentino. También tenemos, dentro de la diversidad de pensamientos y sentimientos de nuestra paisanada, quienes afirman que “descendemos de los barcos” y que estamos aquí como una sucursal de Europa. Es posiblemente éste el pensamiento de los grupos que se encuentran en posiciones privilegiadas en cuanto a las distintas formas de poder influir sobre el resto de los coterráneos.

Esta última situación nos estaría indicando que aún tenemos una mentalidad colonial, en la que los “indios” y gauchos estamos sometidos indirectamente por una lejana metrópoli ubicada allende los mares. Los que nos sentimos criollos santiagueños, estamos tan lejos de esa situación poderosa, que ni siquiera la orilla cercana del mar que nos separa de los palacios dominantes podemos ver. En nuestro corazón criollo, al igual que en el de los que se consideran originarios o afines a ellos, el sentimiento es que este terruño es nuestro o, mejor aún, nosotros pertenecemos a este territorio, Nuestro territorio no es propiedad de ningún ser humano venido de otras tierras. Al menos, estamos convencidos de que no debería ser así.

El movimiento revolucionario de Mayo de 1.810 contuvo en su seno ideas divergentes, pero con la certeza general de que debíamos liberarnos de los lazos coloniales que nos ataban al rey de España. Durante seis años continuamos en una posición indefinida, hasta que el Congreso reunido en San Miguel de Tucumán, en Julio de 1.816, declaró que somos independientes de España y de toda otra dominación extranjera. Ya definidos como un conjunto de provincias unidas e independientes, los criollos argentinos nos hemos dedicado a demarcar y consolidar nuestro territorio.

Es así que, el 10 de Junio de 1.829, las autoridades de Buenos Aires crearon la Comandancia Política y Militar de las islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos, designando a su cargo al Sr. Luis Vernet, de familia francesa, nacido en teritorio germánico, radicado en las pampas bonaerenses y casado con una dama uruguaya; es decir, ciudadana de las Provincias Unidas del Sur. Vernet debía velar por la soberanía argentina en las Islas y mares circundantes. Por otra parte, Luis Vernet explotaría la actividad ganadera en las Islas Malvinas. Entre los habitantes permanentes de Las Malvinas, contaba Vernet que había principalmente gente de Córdoba, Entre Ríos, Santiago del Estero, Buenos Aires y Santa Fe.

La colonia argentina en Malvinas iba en franca prosperidad. Cada vez que detectaba barcos invasores, los que se dedicaban a la captura de lobos marinos y ballenas, Vernet acudía en defensa de los intereses argentinos. En una de esas acciones para evitar la depredación en nuestro territorio, capturó una embarcación estadounidense, a la que condujo hacia Buenos Aires, donde se produjo un conflicto diplomático con el cónsul del país norteamericano. La reacción de los gringos invasores no se hizo esperar. A fin de 1.831, a pocos meses del incidente, una fragata de los Estados Unidos saqueó y destruyó parcialmente la colonia argentina, conduciendo a pobladores hacia Montevideo, en calidad de prisioneros.

Trabajosamente, los asentamientos argentinos en las islas recomenzaron, hasta que en Enero de 1.833 los ingleses perpetraron el robo a mano armada, despojando a nuestro país de esa parte de nuestro territorio. Es lamentable que, en un mundo en el que se habla de valores elevados, como la cultura, la educación, el respeto y la justicia, la comunidad internacional permita, de hecho, que se mantengan situaciones de despojo y colonialismo, basadas en la fuerza bruta del ladrón y de sus aliados.

Peor aún es que, entre nuestra propia paisanada, haya quienes lamentan la expulsión de los invasores ingleses de Buenos Aires, ocurridas en 1.806 y 1.087. También hay entre nosotros quienes obedecen ciegamente a la orden llegada “desde arriba” para que condenemos la interrupción de la invasión inglesa a las Islas Malvinas, por la recuperación temporaria de 1.982. Son cotidianos los guiños sumisos de nuestros connacionales hacia lo que sea anglo. En algunos casos, podemos ver el descaro con que estos criollos desnaturalizados se manifiestan favorables a quienes nos robaron.

En otros casos, posiblemente la mayoría, adhiere a la sutil (y a veces no tan sutil) campaña para que cambiemos nuestra identidad criolla para ser un grotesco remedo de los admirados gringos. Hay entre nosotros unos pocos que, es evidente, de una manera u otra cobran para hacer esta campaña extranjerizante. Son individuos a los que la masa humana de nuestra tierra obedece, sin darse cuenta de que así está obedeciendo a intereses totalmente ajenos a los nuestros.

Ama súa, ama llulla, ama ckella, nos han enseñado nuestros mayores; no debemos robar, mentir ni tener pereza. Tampoco tenemos que permitir que nos roben, que nos mientan, ni debemos aceptar la pereza o la desidia. Los que tenemos buenos ojos y buenos oídos, debemos hacer notar a nuestros paisanos culturalmente más vulnerables, que en muchos casos nos están mintiendo y manipulando para seguir robándonos.

No hay que tener pereza ni temor para exigir que nuestros compatriotas honren a nuestro territorio, junto con nosotros, a la tierra que nos dio la vida y la gloria por el esfuerzo de nuestros antecesores. Tenemos una obligación con el futuro, debemos cumplirla.

07 de Junio de 2.016.

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