Por Crístian Ramón Verduc
01/05/2018
“¿Cuánto va a cobrarme por ésto?”

Es una pregunta habitual por parte de quien está por encargar un trabajo. También es parecida a la pregunta de quien contrata un servicio. Dependiendo de cuál sea la situación, al momento del acuerdo entre el contratante y el contratado para determinado trabajo, lo que debería ser una conversación entre dos personas situadas en un plano de igualdad, generalmente parece ser un encuentro entre un superior y un subalterno. Con mentalidad mercantilista, en la negociación por un trabajo se tiene en cuenta la necesidad de cada una de las partes.

Por poner un par de ejemplos: Si hay mucha necesidad de trabajos de carpintería y en todo el pueblo hay pocos carpinteros, es posible que los posibles clientes tengan que “rogar” a los carpinteros para que tomen los trabajos y los hagan; el precio será puesto por el especialista, sin posibilidad de objeciones. Si por el contrario, lo que sobran son carpinteros y lo que falta es el trabajo de carpintería, los pocos posibles contratantes se pondrán en un papel imponente y harán sentir su superioridad, pues son los que tienen el dinero, por lo tanto pueden elegir a quién contratar y cuánto pagar.

En general ocurre así: Quienes tienen dinero y necesitan contratar servicios, fijan ellos mismos el valor del servicio, esperan que los operarios “hagan cola” para ser contratados y entre ellos eligen al que consideran más conveniente. Si no se forma la fila de gente que sabe hacer ese trabajo y está necesitada de dinero, el posible contratante tendrá que salir a buscar ese personal especializado y aceptar el precio que el operario pretenda por su trabajo especializado. Es una negociación para convenir el valor que asignarán al servicio, pues el interés del contratante es el de recibir un buen producto a cambio de su dinero, ya sea para su uso personal o para reventa.

Se habla de mercado laboral por que es justamente el ámbito en el que se negocia respecto al trabajo, a la producción de bienes y servicios, adjudicándole un valor a cada uno a partir de la oferta, la demanda y la calidad de tales bienes y servicios. La persona que realiza el trabajo viene a ser un vendedor de lo que sabe y puede hacer, mientras que la persona que contrata tal bien o servicio es un comprador. Objetivamente, el contrato se va a celebrar considerando calidad y cantidad de trabajo. En el mercado laboral, el operario va a ser calificado por su capacidad para producir bienes o servicios, en buena cantidad y óptima calidad. Como suelen decir algunos paisanos nuestros: No los contratan por que son lindos, sino por que trabajan bien.

En un mundo poblado por gente buena, honesta, laboriosa y con buen discernimiento, todo el sistema enunciado funcionaría muy bien, dedicándose cada uno con total vehemencia y prolijidad al trabajo que deba hacer y reconociendo el valor del trabajo del prójimo. Es evidente que no toda la gente piensa y siente de la misma manera, por eso ha de ser que desde tiempos ñaupas (antiguos), las comunidades establecieron reglas para la convivencia y para la valoración del esfuerzo de cada uno.

Desde varios siglos atrás nos llega el legado del Tahuantinsuyu que manda no robar, no mentir y no tener pereza, sintetizado en Ama súa, ama llulla, ama ckella. Manteniendo vigentes estas normas mediante la práctica, las relaciones entre contratantes y contratados tienen que andar bien, pues bajar intencionalmente el valor del trabajo del prójimo, o de la paga recibida, son variantes del robo y la mentira. La información que nos llega de aquellos tiempos dice que la vida bajo el gobierno de los Incas estaba organizada de tal manera que nadie tuviese que sufrir carencias ni escatimar esfuerzos para el progreso en común. Parece ser que también estaba contemplada la intervención del poder público para auxiliar a las personas que no pudiesen valerse por sí mismas.

Es necesario ser justos en la distribución de la riqueza; cada uno es merecedor de su parte dentro de la comunidad. Para distribuir una riqueza, es necesario que tal riqueza exista y para ello es necesario el trabajo humano. Si observamos detenidamente nuestra vida y la vida en general, todo implica trabajo; incluso para mantener nuestro hálito de vida, es necesario que trabajen el corazón y los pulmones. Claro que, tanto el corazón como los pulmones, tienen un tiempo de expansión y un tiempo de contracción: Un tiempo de trabajo y un tiempo de descanso.

Así como los pájaros pasan el día volando, posándose y volviendo a levantar vuelo, con sus pausas para comer, beber, quedar quietos en una rama, cantando u observando el entorno, para luego recogerse a dormir toda la noche, el Ser humano debe tener su jornada organizada en varios momentos, con sus horas de reposo, su tiempo de trabajo productivo diario y sus momentos de esparcimiento.

El esclavo, persona condenada a vivir trabajando hasta morir por desgaste físico y moral, pasaba una vida totalmente distinta a la de sus amos, ocupados en gozar de lo producido por sus esclavos y llevar a sus súbditos hacia guerras expansivas contra los amos vecinos. A medida que pasó el tiempo, las prédicas y reclamos de hombres santos, de pensadores, de luchadores en general, han ido logrando una relación más justa entre quienes contratan y quienes son contratados para los distintos trabajos.

Podemos decir que hoy en día, los trabajadores independientes venden sus trabajos a valores marcados por la calidad y necesidad de sus servicios, mientras que las relaciones entre empleadores y empleados son más complejas, tanto en la actividad privada como en la del manejo de la cosa pública.

En la actividad estatal es necesario que haya personas con poder de decisión que regulen las relaciones entre los distintos niveles, para impedir los abusos y así lograr que el Estado no resulte perjudicado. En la actividad privada, suele darse una puja entre el patrón, que quiere mayor producción con menores costos, y los empleados, que procuran una mejora en sus condiciones laborales y en su remuneración.

Hoy recordamos que el 1 de Mayo de 1.886 en Chicago, Estados Unidos, comenzó una huelga que se expandió por todo ese país, reclamando por el cumplimiento de la jornada de trabajo de ocho horas. Esa huelga fue motivo de enfrentamientos entre operarios de distintas actividades, por un lado, y operarios de las fuerzas policiales, por el otro. En esos enfrentamientos resultaron heridos varios policías y uno de ellos murió, lo que motivó la detención de una cantidad de manifestantes, de los cuales dos fueron condenados a cadena perpetua, uno a trabajos forzados y cinco a muerte en la horca. Son los llamados Mártires de Chicago.

En homenaje a esos mártires trabajadores, es que cada 1 de Mayo se conmemora en gran parte del mundo el Día del Trabajador. Es el día para reconocer especialmente a quienes con su esfuerzo laboral procuran que cada vez vivamos mejor. El día del trabajo es todos los días, con sus respectivos momentos de descanso y esparcimiento.

01 de Mayo de 2.018.

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