Por Crístian Ramón Verduc
13/11/2018
En ocasiones, es necesario viajar hacia algún lugar mas o menos alejado de donde vivimos.

Encaramos un viaje terrestre de varias horas, las que en los modernos medios de transporte y por buenas rutas, nos permiten recorrer centenas de kilómetros.

En los tiempos en que vivimos, cuando hablamos de viaje es necesario aclarar si nos referimos a un viaje por tierra, por agua o por aire. Si fuese por aire, lo más probable es que sería un viaje en avión, pues los helicópteros se utilizan para casos muy puntuales, distintos a los viajes con pasajeros que solamente necesitan llegar a su destino. En las grandes ciudades hay helicópteros que trasladan pasajeros dentro de la misma, en un servicio similar al de los automóviles que llamamos taxi; también hay helicópteros que ofician de ambulancias, hay otros que toman imágenes para canales de televisión, y hay otras actividades que estos aviones de alas rotativas hacen en los grandes conglomerados urbanos.

En nuestra provincia, los helicópteros existentes son de uso oficial para casos policiales y rescate de personas. En casos de grandes inundaciones, como las que hubo en los años ’70 y un poco más aquí en el tiempo, los helicópteros han prestado valiosos servicios. Al traslado de gente desde zonas inundadas hacia lugar seguro se mencionaba como evacuación y se hablaba de personas evacuadas; entonces, el habla local transformó a la palabra “evacuado” y mejor aún, “evacuao”, en un adjetivo calificativo destinatario de bromas.

Otros aparatos voladores son el planeador y el globo, pero ambos son destinados a fines deportivos o científicos y se los ve en Santiago del Estero únicamente cuando hay festivales aéreos. Para el traslado de pasajeros a grandes distancias, cada vez se utiliza más el servicio de las empresas de líneas aéreas, ya sea desde el aeropuerto de la ciudad capital o desde Las Termas de Río Hondo.

El transporte de pasajeros por agua puede ser por mar o por río. Se puede viajar por mar desde Buenos Aires, Mar del Plata u otros puertos del litoral marítimo argentino. Buenos Aires tiene su puerto en el Río de la Plata, pero con fácil acceso al mar o a los ríos de su cuenca. La navegación interior es habitual en los grandes ríos del litoral fluvial argentino. También hay navegación en los lagos interiores, ya sean los lagos naturales patagónicos o los formados por causa de un dique en cualquier lugar del país. En nuestra provincia tenemos el lago resultante del embalse de Río Hondo, en el que se navega con embarcaciones chicas, para pesca o paseo. En el Siglo XIX, nuestra provincia vio nacer y comenzar a crecer un proyecto de navegabilidad para el Río Salado, pero no llegó a concretarse.

Por ahora, en nuestra provincia, cuando hablamos de viajar, casi siempre estamos hablando de hacerlo en un vehículo automotor por alguna de las rutas nacionales o provinciales, o en tren hacia Buenos Aires o Tucumán. Algo muy lindo de los viajes, por cualquier medio que fuere, es el paisaje que nos ofrece cada lugar por donde vamos pasando. Si el viaje es terrestre, podremos admirar los diferentes paisajes que se extienden desde el borde de la ruta hacia el horizonte.

Si uno viaja desde la ciudad de Santiago del Estero hacia el Sur, encontrará lindos paisajes de campos cultivados alternados con algo de zonas montuosas, hasta llegar a Loreto, que se anuncia pocos kilómetros antes con un grupo de eucaliptos. Pasando Loreto hacia el Sur, vemos que el monte es cada vez más bajo y ralo, se ven cardones de distinto porte y comienza la presencia del jume, el que se adueña del paisaje por muchos kilómetros hasta poco después del río Saladillo. Pasando el río Saladillo, el suelo se eleva alejándose del salitre, y el paisaje va cambiando rápidamente; aparecen nuevamente el algarrobo y el quebracho además de las otras especies arbóreas propias de nuestro monte; también reaparece el cardón, el que más adelante reinará en el paisaje serrano por sobre la vegetación arbustiva.

Hacia el Oeste, salimos por Pampa Múyoj y seguimos por una ruta ondulante, que discurre entre un monte alto que muestra cada tanto algunos cardones. Antes de comenzar la subida a los cerrillos, ya vemos los grandes árboles que dominan el paisaje en las Sierras de Guasayán. Habrá que tomar el “camino del alto” hacia la Cuesta del Portezuelo para encontrar un nuevo reinado del cardón.

Hacia el Este salimos desde La Banda y nos dirigimos hacia el Río Salado observando campos bien trabajados, canales de riego y luego monte nativo que incluye al cardón; después hay un gran salitral con escasa vegetación y volvemos a ver el monte. Hacia el Norte tenemos casi todo monte nativo, con abundantes algarrobos, quebrachos, tuscas, cardones, etc.

El cardón tiene fuerte presencia en los paisajes santiagueños, del Noroeste Argentino y en grandes extensiones de nuestro país. Es una de las cactáceas de mayor tamaño. En nuestra provincia, el cardón es el cactus de mayor porte que conocemos. Su forma es similar a la de un candelabro con muchos brazos y alcanza alturas de seis metros o más. El cardón tiene flores muy bonitas, al igual que la mayoría de las cactáceas. Como buen representante de las cactáceas, el cardón tiene su cuerpo protegido por espinas, mientras que en su interior guarda importantes reservas de agua, por lo que es motivo de expresiones comparativas con personas o situaciones que son iguales al cardón: Duras por fuera y blandas por dentro.

Los cardones son casa propicia para pájaros y abejas. De lejos se puede ver uno que otro nido, mientras que es preciso acercarse para encontrar la entrada de las abejas que hacen sus panales en oquedades del grueso tallo. 

Hay una leyenda andina que se refiere al cardón, diciendo que los soldados incaicos, definitivamente derrotados por los españoles, se transformaron en cardones para esperar en pie y en estado de alerta, hasta que vuelva el Inca y les ordene movilizarse nuevamente. Mientras tanto están ahí, en cerros y llanos, erguidos, oteando el horizonte, observando todo, testigos silenciosos de los cambios en el modo de viajar, entre otros adelantos y retrocesos que hubo en estos siglos.

Nosotros viajamos tranquilamente, disfrutando de los paisajes; mientras tanto, a la vera del camino, estirando su cuello y brazos por sobre las otras plantas, o desde una elevación serrana, el cardón vigila y espera.   

13 de Noviembre de 2.018.

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