Por Crístian Ramón Verduc
17/09/2019
"Ama ckonckaychu" (No olvides)

Es una sentencia que poco se menciona en los postulados básicos en la cultura de nuestro pueblo bilingüe. Conocemos la frase por la chacarera La Olvidada, de Los Hermanos Díaz y Atahualpa Yupanqui, la que en su final dice: “Vidítay, ama ckonckaychu a quien se va campo afuera” (Mi vidita, no olvides a quien se va campo afuera).

Nos dicen que el mandato Ama súa, ama llulla, ama ckella nos viene de los Incas. Está muy bien prohibir el robo, la mentira y la pereza. Mejor aún si nos acostumbramos a recordar y nos decimos “Ama ckonckaychu”. Con buena memoria, recordaremos quién alguna vez robó, quién ya nos mintió y quién es poco afecto al trabajo, a la cooperación, a la solidaridad. Así podremos seleccionar correctamente a las personas con quienes podríamos encarar cualquier patriada.

“Errar es humano, perdonar es divino” reza un dicho antiguo, sintetizando la idea de que los humanos somos falibles y que el perdón o la condena para los actos del prójimo está por encima de nuestras posibilidades. Nos hacemos cargo de que, si otro se equivocó, ese equivocado podría haber sido uno mismo; por lo tanto, dejamos la condena o el perdón en manos de Dios.

Siguiendo la noble actitud de no condenar la falla ajena, daremos al equivocado una nueva oportunidad, permitiéndole instalarse nuevamente en la misma posición en que estaba cuando hizo algo que nos ha parecido equivocado, o que nos ha causado algún daño. Si lo malo que había ocurrido antes vuelve a suceder, seguramente pensaremos: “Tropecé de nuevo con la misma piedra”.

Ante alguien o algo que nos ha dañado de algún modo, lo que deberíamos hacer es evitar el caer otra vez en una situación parecida. Podemos dejar para el poder divino la condena o el perdón para quien obró mal alguna vez, pero no por eso debemos quedar indefensos ante algo que sabemos es potencialmente nocivo. En vez de perdonar o condenar, lo que tenemos a nuestra disposición es una simulación de que “no ha pasado nada” o el apartarnos de la persona o cosa que causó un daño.

En las sociedades organizadas, la persona que causa un daño es apartada durante un tiempo establecido para cada daño previsto, a fin de que, al menos durante ese tiempo, esa persona no tenga la oportunidad de volver a dañar a la sociedad y pueda cambiar su rumbo para bien de todos; además, la sanción aplicada a una persona que hizo daño, servirá para desalentar a quienes estén pensando hacer daño.

Suelen sugerir en muchos casos que lo mejor es aplicar un “borrón y cuenta nueva”, como un perdón de deuda material para comenzar nuevamente desde cero. Es para tener en cuenta en ciertos casos, especialmente en actividades comerciales que tienen prevista la falta de cumplimiento, y al momento de la cesación de pago, la parte afectada ya había recibido una retribución suficiente.

Dejamos que el perdón sea considerado por Dios, pues perdonar es divino. En ese caso, también dejamos en Sus Manos el derecho a condenar. Nosotros, como seres falibles, solamente podemos optar entre dejar pasar una ofensa como si nada hubiese ocurrido, o apartarnos del ofensor para evitar nuevos daños. Según la gravedad del daño, estamos obligados a denunciar el hecho ante las autoridades que se encargan de tomar las medidas necesarias en resguardo de la comunidad toda. No somos quienes condenamos, sino que cumplimos con la sana costumbre de evitar nuevos daños.

En la vida real, así como vivimos rodeados de conocidos y desconocidos, la palabra “perdón” se utiliza para los casos en que dejamos las cosas como si nada hubiese sucedido, cuando en realidad hubo algo que causó una ofensa o un daño. En general, la gente considerada sabia y la que aún no recibió el daño que se considera para cada caso, suele sugerir el perdón, y la parte ofendida puede o debe perdonar, pues así alivia su conciencia, al no entrar en actitudes vengativas que le provocarán desgastes y posibles frustraciones.

Uno puede perdonar si así lo decide, pues el perdón es un acto voluntario, mientras que la memoria es distinta. El recuerdo de algún hecho, reciente o antiguo, es algo que nos puede venir a la mente en forma involuntaria, ya sea al ver nuevamente a una persona o al vivir una situación parecida, o simplemente por que la memoria encontró un resquicio entre nuestros pensamientos e insertó ahí un recuerdo.

A la memoria podemos y debemos ejercitarla, pues la memoria es la que nos permitirá seguir siendo agradecidos por favores recibidos, más allá del tiempo transcurrido y de la importancia que para el benefactor tenga el hecho que recordamos con gratitud. La memoria también servirá para recordarnos personas y situaciones que en el pasado nos causaron incomodidad o daño; ese mecanismo defensivo nos evitará caer nuevamente en una situación parecida. La memoria nos permite capitalizar las experiencias de vida.

Una buena memoria y comprensión, son elementos imprescindibles para hacer tareas especializadas, como aprender o enseñar, por ejemplo. Hubo en nuestro país un prócer de la cultura que en el día de hoy recordamos especialmente: José Manuel Estrada.

Estrada nació en Buenos Aires el 13 de Julio de 1842. Fue un gran estudioso y pensador que dedicó su vida a impulsar el avance cultural argentino. En su lucha por el saber y el progreso nacional pasó por distintas actividades: Estudiante aplicado, escritor, periodista, docente, político.

No siempre su lucha ha sido coronada por el éxito y en algunos casos puede haber estado equivocado en el camino elegido para evitar daños a la comunidad y lograr que ésta avance.

Las clases de José Manuel Estrada sobre Historia Argentina e Instrucción Cívica, dirigidas a sus alumnos y luego publicadas para toda la población, son ejemplos del afán por lograr que cultivemos la memoria y la defensa del trato justo entre los integrantes de la gran comunidad que es un país.   

José Manuel Estrada falleció el 17 de Septiembre de 1894 en Asunción, capital del Paraguay, mientras prestaba servicios diplomáticos para nuestro país. En su homenaje, cada 17 de Septiembre es en Argentina el Día del Profesor. En su memoria y como un reconocimiento a los esforzados docentes de enseñanza media y superior, practiquemos el antiguo mandato: Ama súa, ama llulla, ama ckella (No al robo, no a la mentira, no a la pereza o poca voluntad). Ama ckonckaychu (No olvide usted).

17 de Septiembre de 2019.

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