Por Crístian Ramón Verduc
10/12/2019
"Ese muro tiene una mancha", dijo el patrón.

Era un muro largo y alto, que había costado mucho trabajo levantar sobre el suelo duro y desparejo. Después hubo que revocar, dejando la superficie lo más lisa posible, para aplicar en ella la pintura que daría al amplio muro un aspecto pulcro. A último momento, cuando los obreros estaban presentando al dueño la obra terminada, un insecto vino a impactar en la límpida pared, quitando la categoría de inmaculada a la obra que había sido realizada con tanta dedicación.

Así ocurre muchas veces en trabajos hechos con el mayor esmero y buena voluntad. A veces un error, un mal día o un hecho fortuito puede venir a desbaratar el esfuerzo de horas, días o meses, pues la mancha se torna más visible que toda la pared.

Nuestro Alero Quichua Santiagueño ha cumplido cincuenta años de existencia hace un par de meses. Es posible que en nuestro país exista otro programa de radio que tenga ese tiempo de existencia y más también, pero por ahora lo que conocemos es nuestro Alero, nacido como un proyecto cultural dedicado al quichua.

Son cinco décadas de construcción permanente, aún desde antes de que comenzara el conteo de los años tomando como referencia la primera emisión dominical. Antes surgió la idea de que hacía falta que el quichua tuviese nuevamente un lugar en la radio, habida cuenta de que desde hacía casi diez años que ya no salía al aire el programa quichuista Áshpap ‘Rimaynin (El habla de la tierra), que conducía el Profesor Domingo Bravo.

El proyecto fue preparado por un grupo convocado por Don Sixto Palavecino y Felipe Corpos. La primera audición salió al aire el primer Domingo de Octubre de 1.969 y es la fecha que tomamos como referencia para celebrar los cincuenta años de existencia. No se sabe a ciencia cierta cuándo comenzaron las reuniones organizativas del grupo que iba creciendo a cada reunión. Se podría decir que es un error, una mancha, el no haber documentado debidamente aquellas primeras actividades, o que si hubo tal documentación, es una mácula el haberlas perdido. También es un hecho altamente lamentable el no haber resguardado bien las grabaciones de los programas, grabaciones que se tomaron desde una fecha también sin determinar. Parte de los errores está en no haber puesto en manos responsables varios bienes de gran valor cultural, que posiblemente se perdieron por causa de su pequeño precio material.

Otro grave error nuestro está en la pérdida de quichuistas concurrentes a la audición radial. Hay mucha gente que hablaba quichua y cantaba quichua en el programa y que desde hace unos años solamente escucha ocasionalmente desde la casa. En algunos momentos hemos funcionado como un grupo en estado deliberativo, para retornar luego a un verticalismo que no concuerda con el modo como debe funcionar una entidad cultural.

Al nacer, el Alero Quichua Santiagueño tenía una Comisión Directiva que era presidida por Vicente Salto, con Felipe Corpos como Secretario y Don José Marcelino Ruiz de Tesorero. No ha quedado claro si hubo otros cargos directivos. Cuentan que en esa época, Corpos era el líder natural, el organizador de las actividades y a la vez, el conductor del programa radial, mientras que Don Vicente Salto era una figura que imponía respeto con su presencia y ocasionalmente era quien hacía que Corpos reconsiderase alguna decisión. Don José Marcelino Ruiz era el custodio de los pequeños fondos que manejaban para un mínimo de gastos en común; además era el constante apoyo a los cursos de quichua y el que acompañaba con su caja a quien cantase vidala. El Profesor Domingo Bravo era la figura académica que hacía el discurso inaugural de cada ciclo. Don Sixto Palavecino era el músico, cantor, autor, quichuista que siempre tenía algo que contar de sus vivencias en Salavina y otros tantos lugares. Don Julio Domingo Ayunta era guitarrero y cantor de vidalas, casi siempre acompañado por Don José Ruiz y Don Pedro Silvetti en cajas. Raúl Salvatierra era el bombisto constante, que no faltaba ningún Domingo. “Canquita” Orellana era el cantor y hablante quichuista que solía recibir a la gente del Alero con “un asadito” (canquita).

Se fue sumando gente y por momentos se hacía difícil mantener el rumbo quichuista y santiagueño por las bienintencionadas ideas “nuevas” que traían los nuevos. No era fácil hacer entender que no se procuraba un éxito comercial, sino que se buscaba la valoración y difusión del quichua y las tradiciones santiagueñas.

“Me han de quemar los engaños y han de chamuscar mi vida”, “Quemando luz me apago yo también”, “En las hogueras del Sol amanece”, “… en tu boca, morena, se quema mi amor”… El fuego era un tema recurrente en la poesía de Felipe Corpos. No está en todas sus creaciones pero sí en varias; eso lo hicieron notar algunos de los primeros integrantes del Alero Quichua después del fatal accidente que calcinó la vida de Corpos, cuyo fallecimiento estaremos recordando especialmente el 13 de este mes, cuando se cumplan cuarenta y cinco años de su partida.
La pérdida de Felipe Corpos ha sido tremenda para el Alero Quichua, que ya nunca más fue lo mismo que en esos primeros cinco años. Hemos perdido el rumbo y lo hemos retomado en repetidas ocasiones. El gran mérito del Alero Quichua Santiagueño está en la persistencia, en nunca haber perdido de vista el objetivo y en haber estado siempre abierto a nuevas incorporaciones. El proyecto trascendió en el tiempo a sus creadores.

Así ocurre muchas veces en la vida: Uno se esmera en hacer algo, en construirlo pacientemente, esperando que una vez logrado, parezca una obra perfecta. Pero no faltan los errores o hechos inesperados que nos cambian o manchan la obra.

Es necesario valorar lo que está bien hecho, sin perder de vista los errores para no volver a caer en ellos. Si un muro levantado con tanto afán va a ser depreciado por una simple mancha, no debemos permitir que esa depreciación sea motivo para una demolición.

Podemos tomar como ejemplo al cantor al que le habían dicho al final de una actuación: “Te has equivocado en una palabra.” A lo que él respondió con una sonrisa: “Entonces, todas las demás palabras estaban bien”.

10 de Diciembre de 2.019.

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Alero Quichua Santiagueño
La audición radial se caracteriza por su espontaneidad, no se elabora un libreto en razón de que el programa se hace en vivo con la participación del público que se hace presente en el Salón Auditorium.
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