Por Crístian Ramón Verduc
21/06/2022
"Tata, mama: Me voy a probar suerte en otro pago"

Parece una historia repetida, no sólo ahora y en Santiago del Estero. Según parece, la diferencia entre los pichones humanos y los hijos de la perdiz están básicamente en el habla, y parece que todo humano, o casi todo humano, cumple con el mandato ancestral de salir a conocer y conquistar el mundo. 

Hay familias en que los mayores mandan a sus hijos adolescentes a buscar mejor trabajo en una gran ciudad, para ayudar a la economía familiar, o los mandan a estudiar, a ver si consiguen una mayor autosuperación. Hay otras familias que se mantienen juntas, reunidas, durante toda la vida de cada uno de sus integrantes, todos viviendo en la misma casa, o en el mismo barrio, o en el mismo paraje, incluso trabajando juntos los mismos campos. También hay familias en que los jóvenes “vuelan del nido” por iniciativa propia, con o sin la anuencia de sus mayores. Como en casi todo lo humano: Hay de todo. 

Sea como sea, los padres quedan preocupados por la partida de sus hijos, y parece que el grado de preocupación es directamente proporcional a la distancia que habrá entre padres e hijos. Los progenitores, asumiendo su papel protector de sus descendientes, parecen querer eternizar el cuidado a sus hijos, cual ave que resguarda a sus polluelos debajo de las alas y transporta sobre el lomo. 

El sentido de la vida, según dice gente muy conocedora, es el logro de la libertad; la lucha hacia el objetivo comienza al momento de salir del vientre materno y cortarse el cordón umbilical. A medida que crece, ese pequeño ser humano va independizándose casi a diario, paso a paso. Así es como logra asir cosas por propia cuenta, primero balbucea y después logra articular palabras, armar frases y expresar sus pensamientos. Consigue sentarse, gatear, pararse, caminar, correr. No pasa mucho tiempo hasta que, uniendo destrezas en el uso del cuerpo y la mente, comienza la preparación para la futura vida adulta.  

Parece ser que toda la vida es un camino hacia la libertad. Aun cuando llega el ocaso físico y para algunas actividades se vuelve a necesitar ayuda, es tiempo para seguir liberándose. Es tiempo para liberarse de fallas propias, las que pudieron venir con uno mismo al nacer o las que fueron adquiridas. En el proceso humano de maduración, uno va despojándose de pequeñeces, de miserias, de malos hábitos, de rencores. Mientras haya vida, uno está a tiempo para retractarse de algo malo que hizo; si ha madurado lo suficiente, no esperará compensación por esa buena acción. 
Habiendo tanto por vivir y tanto mundo por andar, pese al deseo de tener a todos “los pichones debajo de las alas”, cuando alguien anuncia que está por volar hacia la lejanía, ello debe ser motivo de alegría, porque ese retoño está mostrando que ha crecido y que se siente fuerte, capaz de afrontar la hermosa aventura de la vida.  

Cuando un pichón está por volar lejos del hogar, en lugar de poner en duda la fortaleza de sus alas y temer por los fuertes vientos que podría enfrentar, es bueno hacerle saber que el nido estará listo para recibir su eventual regreso y que de parte nuestra también hay alas dispuestas a volar en su auxilio en caso de ser necesario. Con los medios modernos existentes y según los casos, se puede auxiliar sin trasladarse físicamente al lugar donde debe ir la ayuda. 

Ama ckella, dicen nuestros mayores indicando que debemos ser diligentes, no dejarnos caer en la pereza o en la comodidad. Es lindo el estar echados en el nido, pero la vida se desarrolla fuera de él y cada día debemos ir hacia donde hay actividad para fortalecer a lo nuestro y a los nuestros. 

Habiendo salud, cada día abandonamos el nido para salir hacia el mundo para estudiar, para trabajar, para gestionar lo que nos hace falta o nos interesa. En mayor o menor medida, hay detrás de nosotros gente que espera nuestros movimientos para a su vez desarrollar su vida. Nosotros mismos podemos obrar de un modo determinado, gracias a los que nos precedieron, los que nos dejaron las herramientas y conocimientos que hoy disponemos.  

¡Atarícuy! ¡Levántate! El mundo nos espera, en el mundo hay mucho para andar y el mundo no puede esperar, pues debe seguir andando. 

21 de Junio de 2022.

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