Por Crístian Ramón Verduc
01/04/2008

“Ama súa, ama llulla, ama ckella”, decimos en cada Domingo de Alero, exhortando a no robar, no mentir y no tener pereza, siguiendo con el mandato heredado de los antiguos quichuistas del Taahuantinsuyu. Si conseguimos cumplir con estos tres mandamientos de la gente sudamericana, es muy posible que seamos personas agradables al prójimo, queribles y respetables.

Si una familia manda a sus hijos o empleados a invadir la casa de otra familia y a quitar de esa gente todo lo que pueda haber de utilizable, es ésa una familia de ladrones. Si vemos con atención y sinceridad la historia de la colonización de América, es posible que lleguemos a la conclusión de que estamos ante un gran robo, aunque de puro llullas que somos le cambiemos el nombre por el de proceso civilizatorio, colonización, evangelización u otra denominación suavizante. Fueron descendientes de esos invasores y de algunos de los invadidos los que luego llevaron adelante la gesta emancipadora del continente americano. Mentalidades modernistas se resistieron a las monarquías, considerando que debían prevalecer los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad.

Liberada la Patria de los reyes de lejanas tierras, comenzaron pugnas por el poder, primero violentas y luego guiadas por crecientes tendencias republicanas y democráticas. Algunos países europeos continuaron sosteniendo cada uno a una familia de reyes, príncipes y otras formas de inequidad. “Problema de ellos”, podríamos decir con total tranquilidad desde el otro lado del Océano Atlántico y viviendo en repúblicas mas o menos democráticas. El problema se generaliza a causa de que tales países, para sostener su forma de vida, no renuncian al colonialismo y procuran, por diversos métodos, llevar recursos desde nuestros pagos hacia sus castillos.

Una triste situación que debemos soportar desde el Siglo XIX, es la de que parte de nuestro territorio esté en poder del reino inglés, desde que atacó a las Islas Malvinas, expulsando a los funcionarios argentinos que las administraban. Por el derecho de la fuerza y el poder de las armas, el país monárquico del continente europeo tiene como propias a estas islas que desde todo punto de vista son del continente americano.

Hubo varios intentos argentinos de recuperación de Las Malvinas, pero el más reciente y que aún se siente como una herida abierta es el iniciado en la madrugada del 2 de Abril de 1.982. Antes, durante y después de cada acto evocativo de esta fecha que no debe olvidarse, se pueden escuchar diversos análisis del por qué del ataque argentino a los intrusos ingleses. En este comentario solamente queremos decir que sentimos un profundo respeto por los mártires de la intentona; que esos changos santiagueños, tucumanos, correntinos... en fin, de toda la Patria Argentina, esforzados y sufridos soldados americanos, muertos por el poderío de un conjunto de países colonialistas, son el vivo ejemplo de la rebeldía del criollo ante el atropello, más allá de lo que podamos decir o pensar respecto a quienes comandaban a los soldaditos gauchos.

Deberíamos pensar que no lograremos la integración de la Patria mientras tengamos al usurpador entre nosotros. Y deberíamos estar más atentos también a la diaria invasión recaudadora, disfrazada de artículos dudosamente necesarios, de actuaciones artísticas, de instrumentos musicales y varias formas de acarreo de recursos nuestros hacia los castillos medievales. No sabemos si la Hermanita Perdida a la que cantó Atahualpa Yupanqui volverá al seno de la familia, pero por lo menos no debemos olvidar a esos changos combatientes que se jugaron en nombre de nuestro territorio nacional. Unidos bajo normas de honestidad, podremos algún día ser merecedores del sacrificio de los combatientes de Las Malvinas. No permitamos que nos roben cada día más. No nos engañemos ni tengamos pereza de expresar la verdad. ¡Ama súa, ama llulla, ama ckella!


01 de Abril de 2.008.

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