Por Crístian Ramón Verduc
23/12/2025
Pongo a los coyuyos como testigos

Habría dicho un muchacho al asegurarle algo a una joven. Los dos estaban solos en el callejón que cortaba en dos al denso monte, en ese momento lleno del canto de miles de coyuyos, como ocurre en esta época del año en zona boscosa y en las ciudades de esta parte del país.

El coyuyo es parte de una familia de insectos que habita prácticamente todos los lugares del mundo con clima templado o cálido. Es decir, hay de estos bichitos en todos los continentes, excepto en la Antártida. Viven varios años bajo tierra, alimentándose de savia de las raíces. En pleno calor primaveral o veraniego, salen a la superficie, trepan a un árbol y abandonan su "cáscara" de ninfa para transformarse en adulto alado. En pocos minutos, las alas se hacen fuertes y el animalito es apto para vivir como adulto.

Cuando está firme en su condición de adulto, el coyuyo macho empieza a cantar para atraer una hembra con la cual aparearse. Una vez fecundada la hembra, ésta pone huevitos en los árboles; al eclosionar esos huevitos, los nuevos seres caen al suelo, cavan y comienzan su vida subterránea, que puede ser de dos años o más, hasta diecisiete años. Durante todo ese tiempo, la cría cava túneles para desplazarse en busca de raíces para chupar la savia, mientras se fortalece, crece y va tomando forma.

Después del tiempo que les haya llevado la formación completa del insecto, dentro de la piel que es similar a una armadura, el animalito hace una cueva hacia arriba y sale a la superficie en un momento caluroso, generalmente de noche. Entonces sube a un árbol y trepa con cierta vacilación. Tiene el cuerpo rechoncho, con cuatro patitas para caminar y un par que le sirvió para cavar; se le ven ojos, una trompita recta como una aguja, que utilizó para extraer savia de las raíces, y tiene unos muñones de alas; el color es muy pálido, casi blanco.

Cuando el coyuyo ha alcanzado un par de metros de altura en el árbol, hace fuerza para salir por el lomo de la “ropa” que está por abandonar. Esa piel, que parece una pequeña armadura abierta por el lomo, queda aferrada a la corteza del árbol, mientras el nuevo insecto camina lentamente, extendiendo sus arrugadas alas, que estaban plegadas dentro de las cavidades como muñones. A medida que le da el aire, el insecto va tomando color.

Llega el momento en que sus alas están lisas y fuertes; entonces, el animalito puede volar de un árbol a otro. Comienza el estridente canto de los machos, llamando a las hembras para la reproducción. Ese canto se escucha principalmente al anochecer, al amanecer y un poco por las noches. Cada hembra vuela hacia el canto que le resulta atractivo, seguramente por su intensidad, pues cada especie tiene un canto característico. Hay lugares donde se concentran grandes cantidades de coyuyos a cantar. Si viene un cambio de tiempo, con viento, frío y lluvia, los coyuyos permanecen callados, hasta que vuelve a aparecer el Sol.

En esta última etapa de sus vidas, que dura un par de semanas, los coyuyos se alimentan de la savia que chupan de troncos y ramas, similar a un mosquito cuando pica para chupar sangre. Los paleontólogos han descubierto fósiles de cigarras de millones de años, así que la familia de los coyuyos, o cigarras, tiene su buena antigüedad como habitante del planeta Tierra.

En el mundo de habla castellana y del portugués, a estos simpáticos insectos se los llama generalmente cigarras, aunque también tienen sus nombres regionales. En Santiago del Estero tenemos al menos tres especies: El coyuyo, que tiene unos tres centímetros de longitud en su cuerpo y es de color verde con negro, el royo (dígase “roio”), de unos cuatro centímetros y color marrón, y la chicharra, de un centímetro o un poco más y color marrón.

La chicharra y el coyuyo tienen un canto chirriante prolongado, con una potencia acorde al tamaño de cada una de las dos especies. El royo tiene un canto que comienza como una serie de golpecitos y después sigue con un canto prolongado, hasta que para y vuelve a comenzar con su “toc toc toc toc”. Hay otro bichito que se parece a la chicharra, pero es un poquito mayor en tamaño y un poco más oscuro; su canto es una serie de cantitos en dos notas, que Don Sixto dice que es un anuncio diciendo “lla llin, lla llin…” que significa llallin (pasa), avisando que ya va a pasar el Verano.

El Verano recién comienza, así que es tiempo para disfrutar de los coyuyos y su canto. Es posible que el canto del coyuyo sea también su forma de decirnos: “¡Feliz Navidad!”    

23 de Diciembre de 2025.

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