Por Crístian Ramón Verduc
09/09/2008

“Vaya mi hijo pa’ la escuela...” dice Don Lorenzo Gutiérrez en uno de sus recitados. La misión paterna en la vida es la de velar por el sano crecimiento de los hijos. Padre y madre los han de educar para liberarsey para ser buenos integrantes de las comunidades en las que se desenvuelvan. La base de la educación se toma en el hogar. En la escuela recibirán la instrucción individual y la iniciación social que debe terminar de formarlos. Tanto en la casa como en la escuela, los niños reciben la enseñanza necesaria para desarrollar destrezas y valores morales. Si los alumnos llegan a la escuela con las virtudes humanas ya inculcadas en el hogar, el trabajo del docente será menos complicado, y podrá ayudar al estudiante para que se proyecte hacia su propio vuelo mejor que si aún hubiese hábitos a corregir.

Si dejamos de lado los enfrentamientos con compatriotas de ideología opuesta a la suya y al concepto que expresó respecto al gaucho, vemos en Domingo Faustino Sarmiento a un prócer educador. Su trabajo desde el poder político para dotar a la Patria de escuelas y docentes fué fundamental para el posterior desarrollo de la educación pública en todo nuestro país.

Sus frases: “Hay que educar al soberano” o: “Bárbaros, las ideas no se matan”, son muy importantes expresiones de anhelos y deberían servirnos como enseñanza.

Llamar soberano al pueblo es un signo de buena formación, o por lo menos de buena intención en determinado momento. También es muy importante que haya gente capaz de clamar contra la persecusión a los que no piensan lo que el poderoso de turno quiere. Esas persecusiones son verdaderas muestras de barbarie. Todos estos bonitos discursos se transforman en ceniza cuando se ignora o ataca el bien común a espaldas del declamado “soberano”. O cuando, una vez retornado al poder efímero, se utiliza el mismo para cometer las mismas barbaridades que se criticó.

Entre los Incas, a los sabios y estudiosos los llamaban amautas. Los amautas tenían la misión de instruir a los integrantes de las familias dominantes. En cuanto a la gente común, ésta no necesitaba de enseñanzas elevadas para construir rutas, correr por esas rutas llevando mensajes, labrar la tierra, servir como soldados o servir en los palacios. Los siervos no necesitan saber mucho.

Los hombres llegados desde tierras lejanas, tampoco necesitaban estar muy educados para poder vencer en las guerras de sometimiento o exterminio contra los naturales del continente. Bastaba con saber las tácticas de lucha y los engaños estratégicos. Entre los invasores había hombres ilustrados, para asegurar y administrar la conquista.

A partir de la obra de hombres como Sarmiento, la instrucción pública se tornó accesible para toda la población. Es difícil determinar en qué momento del Siglo XX, la enseñanza en las escuelas estatales inició un lento pero sostenido proceso de simplificación, apuntando primero hacia la practicidad y descartando gradualmente las bases teóricas. Luego de varios cambios y experimentos, ahora se cierne sobre la educación del soberano el fantasma del facilismo y la aprobación automática, con una lluvia de certificados sobre conocimientos áridos.

Hay docentes luchadores y resistentes, que insisten en que sus alumnos aprendan. Vaya para ellos un sincero reconocimiento al celebrarse el 11 de Septiembre el Día del Maestro.

Yacháchej es la palabra del quichua santiagueño con que se define al maestro, al que enseña, al que hace saber. Elevamos nuestra memoria hacia el yacháchej Domingo Antonio Bravo, investigador de nuestro quichua, autor de numerosos libros y Director de la Escuela de Quichua de este Alero. Enseñaban junto con el Profesor Bravo, Felipe Corpos y Vicente Salto, poetas quichua hablantes. Tomaron también la obra de la enseñanza quichuista varios ex alumnos del Doctor Domingo Bravo. Mencionamos a: Silvia Bernasconi, Isabel Garnica de Pappalardo, Darío Pinus, Manuel José, Marta Palavecino de Quiroga y Doña Ilda Juárez de Paz, cuyos libros de enseñanza se leen en casi todo el territorio nacional. Un yacháchej y cantor quichuista que recorre el país cantando y enseñando, salió hace años de Mishtol Bajo y se llama Víctor “Vitu” Barraza.

Saludemos a todos los maestros. Confiemos a ellos hijos respetuosos y con ansias de aprender. Digamos como Don Lorenzo: “Vaya mi hijo pa’ la escuela”.

09 de Septiembre de 2.008.

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