Por Crístian Ramón Verduc
09/12/2008

Si bien es cierto que todos los humanos somos básicamente iguales e igualmente mortales, también es cierto que hay humanos que marcan huellas más profundas que los demás en su paso por la vida.

Es el caso de uno de nuestros más grandes poetas. En su existencia terrenal, ocurrió como expresara Canqui Chazarreta en una chacarera respecto a la vida: “… de a poco se nos va dando, se escapa de un de repente…”

El 8 de Diciembre de 1.974, en un local comercial del centro de Santiago, la explosión de una fuga de gas calcinó la vida de Felipe Corpos, el coplero shalacu, como si se cumpliese así un augurio expresado en algunas de sus obras.

Había nacido el 23 de Agosto de 1.935 en La Loma, Departamento Figueroa.

Ya tenía una trayectoria en instituciones y actividades folclóricas cuando formó parte del grupo fundacional del Alero Quichua Santiagueño. Fue el primer conductor de la audición radial con que se inició este movimiento quichuista. A medida que se sumaban las actividades, Corpos se multiplicaba en la placentera labor de hacer siempre algo por el Alero y por el idioma de toda su vida. Es así que, junto a Don Vicente Salto, dictó los primeros cursos de quichua de nuestra agrupación, que dieran luego nacimiento a nuestra escuela de quichua dirigida por el Profesor Domingo Bravo.

Organizaba y encabezaba las actuaciones del Alero Quichua en distintos lugares de la provincia, al igual que la grabación de los cinco primeros discos de esta agrupación nativista.

El Alero Quichua Santiagueño seguía normas democráticas, aún sin haber tramitado la personería jurídica ni planeado tramitarla. Había una comisión directiva presidida por Don Vicente Salto, pero Corpos ejercía un liderazgo natural y se destacaba por su ejecutividad.

Con sus coplas y poesías abarcó la vida y sentimientos del hombre. Son claros ejemplos: Coplitas Para Tu Llanto, La Ñaupa Ñaupa, La Atamishqueña, Zamba Para el Tiempo Sin Amor, Lamento del Crespín, Mi Tata Sabía Cantar…

Tuvo la capacidad necesaria para escribir a la primera hebra blanca de su bigote, o a la ronquera, o a las gotas de lluvia, o al rosquete y cigarro en chala de Loreto.

Las letras picarescas tenían la finalidad de divertir en las ruedas cancioneros. Así nacieron: Me has de querer ¿quenó?, Chacarera del Implemento, La Frutera, Sociedad Afectiva, La Electrónica, y otras que se quemaron en alegres fogones, al igual que las improvisaciones y payadas en ritmo de chacarera.

Los amigos aún recuerdan a Felipe cantando La Cumparsita u otras composiciones famosas, en quichua por traducción de él mismo. Eran travesuras del momento. Las cantaba y el viento las llevaba, quedando sólo retazos en la memoria de los oyentes ocasionales. Mucho, tal vez la mayor parte, de lo creado por Corpos está desconocido.

Su pensamiento y sentimientos abarcaron un amplio espectro. Sus inquietudes, apuntadas hacia la lengua quichua y las tradiciones santiagueñas, dejaron de florecer tras la explosión de aquel supremo instante fatal.

El 13 de Diciembre de 1.974 se apagó en Buenos Aires la vida de Felipe Benicio Corpos, poeta nacional y horcón fundamental del Alero Quichua Santiagueño.

La Ñaupa Ñaupa, chacarera con letra de Corpos y música de Don Sixto Palavecino, no sólo es una de sus creaciones más difundidas, sino que además, parece una síntesis autobiográfica: “Me han de quemar los engaños/ y han de chamuscar mi vida/ pero yo reviento en coplas/ como flor de maíz pishinga.”

09 de Diciembre de 2.008.

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