Por Crístian Ramón Verduc
05/01/2010

“El avión es cosa buena/ cuando se anda con apuro./ Claro que carro con mulas/ también llega y es seguro”, sentenciaban como una humorada Los Hermanos Ábalos en su chacarera Casas Más, Casas Menos.

Viajar… recorrer leguas y leguas…. conocer nuevos pagos, siempre con la querencia en el corazón. “El hombre es tierra que anda”, decía Atahualpa Yupanqui. Uno viaja por la vida, pero lleva siempre consigo a su patria: el tiempo de la infancia.

Tren, ómnibus, barco, avión, carro, caballo... si de viajar por el mundo se trata, hay muchos medios disponibles. Cada uno de ellos tiene sus características.

Es particularmente sorprendente la docilidad y memoria de algunos equinos domesticados, capaces de volver a la casa llevando con total seguridad a su dueño “muy alegre”, o enfermo, e incluso muerto. Hay hechos de sobra para poner como ejemplo. El animal de tiro o de montar, difícilmente colisione contra algo. Esto ocurre solamente cuando interviene el ser humano, como el caso de atropellamiento por automotores, o espectadores embestidos por un caballo lanzado a la carrera por su jinete.

El avión es, según bromas de algunos pilotos, el medio más seguro y veloz para llegar tarde. Si el sistema de navegación aérea funciona tal como está previsto, con cada aeronave ocupando en la inmensidad del cielo el lugar que le ha sido asignado, con todos sus sistemas mecánicos y electrónicos funcionando y respetando los fenómenos meteorológicos, no tiene por qué ocurrir nada desagradable. Justamente, las tormentas que pueda haber en la ruta aérea prevista, suele ser uno de los factores que atrasan la partida de los vuelos, pero vale el atraso si es para velar por la seguridad de los pasajeros.

La navegación por agua es similar a la navegación por los aires. Los dispositivos de seguridad son muy parecidos. La meteorología también es especialmente tenida en cuenta para el uso de lanchas o barcos. Claro que entre la náutica y la aeronáutica hay una gran diferencia de velocidades, no solo en los desplazamientos, sino también en los distintos eventos que puedan presentarse.

En esta época del año, los automotores llenan las rutas terrestres. Mucha gente quiere ir hacia las playas, hacia las sierras, hacia las montañas o hacia zonas de temperatura menor que en su lugar de residencia. Si uno viaja en vehículo propio, debería prepararse debidamente para tales viajes. Y no se trata solamente de los preparativos que deben hacerse puntualmente para esos viajes mas o menos largos. Es bueno crear hábitos sanos que van a permitirnos andar seguros. No es necesario inventar nada. Se trata solamente de observar siempre las normas establecidas para el tránsito terrestre, aún cuando no haya controles. Se trata de crear buenos hábitos en uno mismo. Quien conduce un automotor es responsable por la vida de quienes van en su vehículo y por la seguridad de quienes están por donde él va a pasar. La bocina no puede suplir al freno o al volante.

Si uno viaja en ómnibus o en tren, viaja confiado en un vehículo conducido por gente que vive de esa tarea. Dicho de otra manera, uno viaja confiando su seguridad a profesionales. Una muestra de profesionalismo es el mantenimiento de los vehículos. Otra es el cumplimiento de los horarios. Una condición necesaria, que a menudo es olvidada, es la información a los pasajeros sobre las distintas variantes que presenta el viaje. Esta información debe ser veraz. El profesional debe ser particularmente creíble, para ser confiable.

Quien viaja como pasajero en un vehículo terrestre, tiene la oportunidad de observar los distintos paisajes y atisbar de algún modo el tipo de vida que cada uno de ellos cobija. Los viajes extensos son buenos también para leer, pensar, cantar mentalmente, dormir, soñar dormido o despierto.

La vida misma es un viaje, en el cual vamos pasando por distintas estaciones. Uno no puede parar mucho en cada estación. Es preciso ver bien qué deja uno en cada parada y que lleva de ellas. El equipaje va creciendo con la experiencia. El pasajero de la vida va aprendiendo a manejarse en cada estación para no dejar en ella nada desagradable para otros, ni llevarse lo que no le corresponde. Hay trechos, entre estaciones, en que se viaja solo. Es tiempo de pensar, reflexionar, conversar con uno mismo, con la Naturaleza, con el tiempo, con la memoria…

El viaje acompañado será agradable, dependiendo ello en gran parte de cómo hayamos aprovechado los tramos de viaje solitario.

¿Tenemos el equipaje listo para el año 2.010?

05 de Enero de 2.010.

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