Por Crístian Ramón Verduc
19/01/2010

“Cuidado con la palabra,” nos advertía el bardo popular santiagueño Pablo Raúl Trullenque. La palabra, el habla, nos da una de las características particulares a los humanos y marca una gran diferencia con los otros seres que conocemos. El poder elaborar pensamientos y luego expresarlos es una gran ventaja. Nos permite una comunicación fluida entre seres afines.

Por haber desenvuelto nuestras culturas bajo distintas circunstancias, los pueblos de la tierra hemos desarrollado o adoptado distintos idiomas verbales. La comunicación gestual, más simple, puede llegar a salvar diferencias del habla. En este caso perderíamos detalles, pero para emergencias alcanza.

Los idiomas, igual que cualquier organismo vivo, evolucionan desde lo simple hacia lo complejo. Un idioma rico en expresiones permite mayor precisión en la comunicación verbal y necesita menos de la ayuda gestual. El uso excesivo de ademanes manuales para hacerse entender dificulta las comunicaciones a distancia, en su mayoría solamente sonoras o escritas. Además, no debemos olvidar que muchas veces necesitamos comunicarnos con no videntes.

Para un completo entendimiento entre las personas, es mejor un vocabulario correcto y preciso, adecuado al idioma que se está utilizando. Muchas disputas y tragedias se han iniciado con un malentendido verbal. Un ejemplo de solución es el vocabulario náutico. En el habla cotidiana terrestre, se escuchan expresiones como “a tu derecha”, “a mi izquierda”, “a la derecha en la pantalla de su televisor”. Este lenguaje ha ganado en precisión para los marinos con las palabras babor y estribor. Si uno mira desde la embarcación hacia adelante, hacia el sentido de la marcha normal, la mitad izquierda de la nave se llama babor y la mitad izquierda se llama estribor. Así no habrá dudas a la hora de indicar una maniobra o alertar sobre un peligro.

El habla cotidiana tiene mucho de familiar y afectivo. Es lindo compartir códigos del habla entre personas cercanas. Niños y adultos suelen jugar usando palabras extrañas que solo unos pocos entienden, o dando a ciertas palabras un sentido específico distinto al que tienen en el idioma.

La comunicación especialmente codificada suele hacerse para lograr la exclusividad de entendimiento para un grupo selecto o, por el contrario, para conseguir que todos los involucrados entiendan lo que se dice. Un ejemplo del primer caso son los códigos de comunicación entre fuerzas armadas. Un ejemplo de codificación hecha para que todos los que escuchen entiendan, son los códigos internacionales de comunicación para náutica y aeronáutica, con los que se pretende salvar diferencias idiomáticas y de pronunciación.

La complejidad o riqueza de un idioma permite expresar con más claridad el pensamiento filosófico. También provee una mayor cantidad de elementos a la poesía.

El lenguaje técnico o bélico es muy simple, directo y de pocas palabras. Debe entenderse en el fragor de la batalla o en el apuro por conretar una operación técnica difícil.

Si miramos la historia de los pueblos, veremos que los conquistadores impusieron su propio idioma como lengua general en sus dominios. Cada pueblo libre desarrolla su lenguaje y va incorporando voluntariamente nuevas palabras o préstamos que toma de otros idiomas. Los pueblos sometidos terminan por adoptar el idioma del amo.

Sería bueno que entre las personas pudiésemos entendernos cada vez mejor, con más claridad y con belleza en el habla. Que los mejor preparados, con un vocabulario abundante y refinado, enseñasen a los que están menos dotados de expresiones verbales o escritas, siempre de común acuerdo.

El hecho de que los pueblos dominantes pretendan imponer unificaciones o simplificaciones de idiomas para los pueblos dominados, es un atentado contra la evolución del habla humana, pues nos llevaría desde lo complejo hacia lo simple.

Debemos tener cuidado con la palabra. Los humanos debemos preservar y enriquecer nuestros respectivos idiomas, mudando paulatinamente hacia un entendimiento general en el que no se pierda la claridad y la belleza de la palabra hablada y escrita.

Si nos quitamos la palabra, no podremos recitar ni cantar. Sería triste.

19 de Enero de 2.010.

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