Por Crístian Ramón Verduc
18/05/2010
Con permiso viá dentrar, aunque no soy convidao

“Con permiso viá dentrar, aunque no soy convidao…” dice Don Atahualpa Yupanqui al comenzar la primera copla de El Payador Perseguido. Así es como su legado fue entrando en las tradiciones criollas. Su canto opinador o descriptivo fue imponiéndose, sentándose a la rueda del gran asado paisano, donde se cuece la memoria popular.

Cuando un cantor se planta con su mensaje, hay oyentes críticos que se ocupan de observar los temas que el cantor encaró y enumerar los que no. Si el cantor no es de los que hacen de su arte un canal de opinión o protesta, hay quienes critican su falta de compromiso. ¿Será que a esos criticones se refería Don Atahualpa al decir que no escuchaba las sonceras del que vuela a lo gallina?

Decía no saber si su canto era lindo, o tal vez triste. Era su forma de no entramparse por presumido, pues sabía que la vanidad es yuyo malo que envenena toda la huerta.

Reconocía en sus mayores a “gente de pata en el suelo y con indios misturaos.” Gente en contacto con la tierra, con esta tierra, la tierra criolla americana donde hemos nacido y de la cual vivimos.

Atahualpa Yupanqui veía en la guitarra y el canto la compañía y consuelo del peón de campo, del gaucho errante y de todo argentino de corazón. “Cuando sentí una alegría,/ cuando el dolor me golpió,/ cuando una duda mordió/ mi corazón de paisano,/ desde el fondo de los llanos/ vino un canto y me curó.” “La vida, la más oscura,/ la que tiene más quebrantos,/ hallará siempre en el canto/ consuelo pa’su tristura.”

Don Atahualpa Yupanqui conoció bien las pampas sureras, las sierras cordobesas, los salitrales y montes santiagueños, igual que las montañas y cerros del noroeste de la Patria. El Río Paraná y las tierras entrerrianas lo vieron y escucharon, igual que ambas orillas del Río Uruguay.

Por haber compartido la vida de los paisanos, pudo contarnos lo que pudo entrever en el alma de quienes trabajan con el hacha en los montes, con el machete en los cañaverales, o a lomo de mula remontando las laderas montañosas o serranas. Conoció la tierra gaucha y a los gauchos de estas tierras, pues fue un gaucho más. Reconoció el haber tenido que salir de caminos errados y oscuros, donde casi pierde la conducta: “Menos mal que llevo adentro/ lo que la tierra me dio./ Patria, raza o qué se yo,/ pero que me iba salvando,/ y así seguí caminando/ por los caminos de Dios.”

De lo que ha visto por las distintas regiones argentinas donde anduvo, pudo ver acciones y maniobras no muy edificantes, no solo en lo laboral, sino también con el canto criollo: “Después vienen los señores/ con un cuaderno en la mano,/ copian el canto paisano/ y presumen de escritores.”

Incluso en época reciente, el nombre y la herencia de los pioneros del canto han sido objeto de apropiación. Por ahí anda alguna chacarera con un verso del payador perseguido, por ejemplo. Habría que parar de perseguirlo, parar de usarlo y desplazarlo, para comenzar a reconocerlo en su justa dimensión. Atahualpa era consciente de esas actitudes de unos cuantos: “Detrás del ruido del oro/ van los maulas como hacienda…” “Los malos se van alzando/ todo lo que hallan por áhi./ Como granitos de máiz/ siembran los piores ejemplos,/ y se viene abajo el templo/ de la decencia de un páis.”

Cuando su canto trascendió los fogones, a fuerza de pechar e insistir consiguió ser difundido por las radios. Su horizonte de criollo inquieto se fue ampliando. Sus agudas críticas fueron teniendo distintas repercusiones, no todas favorables al payador. Llevó sus inquietudes a París, y desde la capital francesa recorrió gran parte de Europa, conociendo, compartiendo sueños con filósofos y músicos, mientras daba a conocer el canto llevado desde estos pagos lejanos.

Retornó a la Argentina, ya en otras condiciones, nuevamente hizo oír su guitarra y su voz, y volvió a viajar. Ya tenía un lugar en el mundo, así que iba y venía, tal como lo dice en sus cantares: “Yo he caminao por el mundo,/ he cruzao tierras y mares,/ sin frontera que me pare,/ y en cualesquiera guarida,/ yo he cantao, tierra querida,/ tus dichas y tus pesares.”

Llevó su canto paisano hasta el Japón. El hecho de irse a tierras lejanas no significaba desgarrarse de la Patria, sino llevarla por donde fuese: “Antes que nada, argentino/ y a mi bandera seguí.”

Entre las enseñanzas de Don Atahualpa Yupanqui, hay una fundamental: El cantor criollo no ha de ser un bufón desesperado por agradar, ansioso por saber qué es lo que más se vende. El criollo debe ser libre para cantar o contar lo que le parezca más adecuado a su persona: “El cantor debe ser libre/ pa’desarollar su cencia,/ sin buscar la convenencia/ ni el estarse con padrinos./ De esos oscuros caminos/ yo ya tengo la esperencia.” “En el trance de elegir/ que mire el hombre pa’ adentro,/ ande se hacen los encuentros/ de pensares y sentires./ Después que tire ande tire,/ con la concencia por centro.” “Nadie podrá señalarme/ que canto por amargao./ Si he pasao lo que he pasao,/ quiero servir de alvertencia./ El rodar no será cencia,/ pero tampoco es pecao.”

Entre viajar y cantar, Atahualpa Yupanqui fue dejando un bagaje de enseñanzas. Su vida fue una permanente búsqueda de asombros y explicaciones. Sabía que todo podía ser encontrado allá lejos, en la lejanía del camino: “Camino, te voy andando. Me vas llevando, camino…”

Para el bicentenario de la Revolución Francesa escribió una obra en homenaje a los pueblos sometidos que se liberan. Hizo esta cantata, llamada La Palabra Sagrada, a pedido de una universidad de Francia.

En su vida andariega recibió numerosos premios y reconocimientos, no solo en nuestro país, sino también en Francia, Hungría, Checoslovaquia, España, Méjico, Venezuela, Alemania, Colombia, Italia, Brasil, República Dominicana, Perú, Argentina, Japón... incluso la Organización de Estados Americanos le otorgó un diploma de honor.

Estaba en una ciudad de Francia cuando se fue a dormir el 23 de Mayo de 1.992. Se durmió definitivamente. Solamente se durmió por que, como él mismo decía: “Cantor que cante a los pobres/ ni muerto se ha de callar/ pues ande vaya a parar/ el canto de ese cristiano/ no ha de faltar el paisano/ que lo haga resucitar.”

Sus cenizas fueron repatriadas y sepultadas en su casa (ahora museo), donde alguna vez decidió que viviría tranquilo, en el Cerro Colorado.

Es posible que sus muchos admiradores franceses y de otros países europeos, al salir sus restos físicos hacia América, hayan recordado su copla: “Yo me voy con mi destino/ pal lao donde el sol se pierde./ Tal vez alguno se acuerde/ que aquí cantó un argentino.”

18 de Mayo de 2.010.

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