Por Crístian Ramón Verduc
22/06/2010
Cuando uno viaja desde Resistencia hacia Santiago del Estero...

Cuando uno viaja desde Resistencia hacia Santiago del Estero, encuentra una gran cantidad de ciudades y pueblos. Los nombres de las poblaciones no dejan de llamarnos la atención y despertar nuestra curiosidad.

Makallé, ubicada a unos 40 Km de Resistencia, es el nombre de un campo de batalla africano (Mak’ele, Mäk’äle) puesto por los colonos italianos, como recordatorio de la invasión de Italia contra Etiopía en 1.935, cruel arrebato de un país utilizando crímenes de guerra para obtener un triunfo militar que fue elogiado por autoridades internacionales de la época.

Machagai es otra ciudad que está a la vera de la Ruta Nacional 16. Su nombre significa “lugar por donde pasa la gente” en idioma qom, o lengua toba como decimos muchos.

Entre Machagai y Presidencia Roque Saenz Peña está Quitilipi. También a la vera de la misma ruta, Avia Terai tiene su nombre en lengua qom. Parece que más acertado sería Aviac Terai, que significa monte alto. Desde Avia Terai podemos seguir por la Ruta 16 hacia Pampa del Infierno, Los Frentones, Pampa de los Guanacos, Monte Quemado y llegar a la provincia de Salta. También podemos seguir por la Ruta Nacional 89 hacia Campo Largo, la estación Fortín Las Chuñas, la ciudad de Corzuela y continuar hacia Santiago.

Corzuela nació como una estación, cuyo nombre fue puesto a causa del mamífero rumiante tan común en la zona en los tiempos del tendido de las vías. La corzuela tiene ese nombre por parecer un pariente menor del corzo, rumiante europeo. La corzuela es también llamada guasuncha o guazuncho. En Santiago también se le dice sachacabra o cabra del monte.

La estación Fortín Las Chuñas debe su nombre al antiguo fortín que existiera en el Campo Las Chuñas, por la abundancia en la zona de esa ave zancuda sudamericana que abunda también por nuestros pagos.

Quitilipi también pasó de estación ferroviaria a ser una ciudad. Es posible que los directivos del ferrocarril hayan decidido imponer el nombre de Quitilipi a la estación para indicar la presencia en los montes de la ave que tiene ese nombre.

El quitilipi es un búho grande, de unos cincuenta centímetros de la cabeza a la cola y casi un metro y medio de envergadura. Se lo puede ver de día en arboledas o barrancas, aunque su horario preferido para salir a cazar es la noche, cuando su vista funciona mejor. Tiene ojos grandes y redondos. Dos penachos de pluma en la cabeza parecen orejas. Su canto, mas bien un grito de tono grave, se parece a una U repetida dos o tres veces y en ocasiones en forma repicada, como si diría “cucurucu” o “cucurucu cú” o alguna de las palabras onomatopéyicas que le dan nombre en algunas regiones. Cada año empolla entre uno y tres huevos en el hueco de un árbol o en un nido grande abandonado por otras aves. Los pichones nacen a las cuatro o cinco semanas. En libertad puede vivir hasta 13 años.

El nombre científico del quitilipi es Bubo Virginuanus, pero es conocido con distintos nombres en toda América. Según la región, se llama Búho Cornudo Americano, Ñacurutú, Quitilipi, Tucuquere, Búho Grande, Lechuzón Orejudo, Búho Virginiano, Talacua, Tucu, Corujão, Jacurutú, Mocho Orelhudo…

Entre los chuscos criollos, el quitilipi es motivo para poner apodos o sobrenombres. Así es como suelen llamar Quitilipi al que es feo, al que es cabezón, al que tiene ojos grandes… en fin. Somos muy imaginativos para reírnos de nosotros y los otros. Al igual que a las lechuzas, al quitilipi la superstición le adjudica el anuncio de la muerte. Así es como mucha gente se preocupa si lo escucha gritar cerca de su casa.

Como todo cazador nocturno, el quitilipi es silencioso. La forma y disposición de sus plumas le permiten volar sin el ruido que hacen las aves diurnas al aletear. Se alimenta de pichones de otras aves o aves adultas, de roedores de distintos tamaños, gatos del monte y en algunos raros casos de gallinas domésticas.

Para que el quitilipi u otro animal se aventure a entrar en el territorio del humano, tiene que haberse empobrecido notablemente su ambiente natural. En los bosques, estos animales encuentran todo lo que necesitan, pero cuando la población avanza sobre esos bosques, los pobres bichos atacan desesperados a los ratones en los techos, palomas en los campanarios, o atacan el gallinero de alguna casa.

Los trece años que el quitilipi puede alcanzar en la vida lejos del humano, se acorta cuando se acortan las distancias con el Rey de la Creación. Por temor al supuesto mal agüero, para evitar que coma gallinas, por el gusto de practicar puntería, para domesticarlo… hay gente que mata o captura a este animalito, tan necesario como cualquier otro en los endebles ecosistemas. También hay quitilipis que mueren atropellados o electrocutados.

Esta ave nocturna controla a otras especies, evitando la superpoblación al alimentarse de ellas. A su vez, suele servir de alimento a unos pocos predadores como el gavilán o lechuzas grandes.

Los antiguos habitantes de estas tierras adornaron su alfarería con motivos zoomorfos. Una de las figuras habituales era el quitilipi. Posiblemente lo pintaban a causa del misterio que rodea a un ser nocturno en la imaginación humana.

Ahora, cada vez que uno consigue ver uno de estos bellos animales, trata de filmarlo o fotografiarlo, por si los que le temen o lo ven como presa fácil para hacer puntería triunfan y no vemos nunca más al quitilipi. Va a ser un triste triunfo momentáneo, por que la Naturaleza es un intrincado sistema que se mantiene en equilibrio gracias a todos y cada uno de sus componentes.

No debemos perseguir a los animales ni destruir las plantas por motivos banales. Dicen que Dios perdona siempre, que los hombres solo a veces, pero que la Naturaleza no perdona nunca.

22 de Junio de 2.010.

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