Por Crístian Ramón Verduc
28/09/2010
Gracias a la vida, que nos ha dado tanto…

Gracias a la vida, que nos ha dado tanto… Es por el hecho de estar vivos que podemos percibir y conocer tanto…

Lo que conocemos es la vida, lo cotidiano, lo que acostumbramos a sentir, lo que nos parece natural y normal que esté ahí, a nuestro servicio y para nuestro goce.

Entre la enorme diversidad cultural de las comunidades que pueblan el mundo, se puede encontrar también una gran diversidad de poesías, danzas, músicas, prosas y otras manifestaciones, cada una con el toque característico de cada autor o intérprete; pero hay algo que es común a los placeres, quejas y esfuerzos de las distintas culturas: todo ello tiene como base la vida.

Uno conoce que en determinado momento llegó a la vida. Lo que normalmente uno ignora es cuándo y cómo se irá de la vida. Algunos prefieren decir “esta forma de vida” en vez de “la vida.” Toda afirmación es respetable.

Los pueblos originarios de nuestro continente tienen una historia de vida en común, con las lógicas particularidades de cada región. Podríamos tomar como ejemplo una de las regiones cercanas; en este caso es el territorio de Chile.

Los pueblos que habitaban esas tierras tenían sus costumbres propias. Luego, la región norte ha sido invadida por el Tahauntinsuyu, que ha impuesto su propio modo de vida. La invasión española ha traído una nueva modificación en el modo de vivir de casi todo el país. En lo que se refiere exclusivamente al canto y la música, a partir de entonces comenzó a tomar forma un folclore mestizo, criollo. Con el advenimiento de las comunicaciones masivas, gracias a las emisoras de radio y de televisión, los diarios y revistas, y las grabaciones musicales, los sonidos que llegaban a los pobladores pasaron a ser muchísimos, como un aluvión musical en distintos idiomas y con instrumentación diversa.

Durante todo ese tiempo, los cantos mapuches persistieron en la memoria de los pueblos originarios. También el canto criollo tradicional siguió vivo en amplios sectores de la población, aunque los medios masivos de comunicación dirigiesen la atención de las ciudades hacia lo que era de su propio interés.

Alguien que dio un nuevo gran impulso al canto criollo chileno, fue Violeta Parra. Nació el 4 de Octubre de 1.917 en el departamento San Carlos. Dentro de la humilde situación económica de la familia Parra, nunca faltó la música, el canto y la inclinación por las artes. Violeta comenzó a cantar a los nueve años de edad y a los doce compuso sus primeras canciones.

Sus hermanos también eran cantores y acróbatas aficionados, talento que les permitió sobrevivir cuando su padre enfermó y murió. A los quince años de edad se fue a vivir en Santiago, invitada por su hermano Nicanor. Luego llegarían a la capital su madre y los otros hermanos.

Hizo sus primeras grabaciones a dúo con su hermana Hilda. Luego recorrió el país recopilando música tradicional. Este trabajo de investigación y revalorización dio como resultado el libro Cantos Folclóricos Chilenos. Parte de esa música está en las primeras grabaciones de Violeta Parra como solista. También hizo radio en Santiago. En 1.954 ganó el premio Caupolicán como Folclorista del Año. A raíz de ello, viajó a Polonia para presentarse en un festival musical. Aprovechó para visitar Rusia y otros países europeos.

Su permanencia en Francia fue exitosa, pero debió regresar a Chile por causa de la muerte de una de sus hijas. En ese lapso en que permaneció nuevamente en su país, dedicada siempre al arte, grabó más música popular de su autoría, abordando en esta etapa los temas sociales. Cabe aclarar que la artista no se quedó solamente con la música, el canto, el toque de guitarra, charango, cuatro e instrumentos de percusión. También fue talentosa en la pintura y el bordado de tapices.

Volvió a vivir en Francia durante unos años, siempre recibiendo el merecido reconocimiento del público y de los empresarios. De regreso a Chile, con sus hijos artistas Ángel e Isabel, mas otros colegas, intentó crear un centro cultural en una gran carpa instalada en Santiago, con relativo éxito.

Prestigiosa artista internacional, en su vida íntima sufrió cambios y pérdidas que fueron minando su alegría. Sus creaciones abarcan la descripción, el relato, la denuncia, la decepción y la alegría de vivir, según los momentos y las motivaciones para cada tema.

Sus letras son muy decidoras. Por ejemplo, en Arauco Tiene una Pena, dice: “Arauco tiene una pena/ mas negra que su chamal./ Ya no son los españoles/ los que les hacen llorar./ Hoy son los propios chilenos/ los que les quitan su pan…”

También habría que escuchar Miren Cómo Sonríen, canción de ritmo tradicional mapuche, con letra de irónica denuncia. ¿Qué dirá el Santo Padre? es otra canción de denuncia cargada de ironía, enrostrando en el poder político de ese momento el doble discurso con que se manejaban las dictaduras en nuestro continente. Otra canción de esa línea poética es Mazúrquica Modérnica. Volver a los Diecisiete ha marcado una época en el cancionero popular latinoamericano. La dolorosa canción Rin del Angelito merece ser escuchada muchas veces y analizada. Entre otras revelaciones, nos indica que el sentimiento popular ante la muerte de alguien en edad temprana, es muy parecido entre las gentes de esta parte del mundo.

En los momentos de tristeza profunda, seguramente Isabel Parra no perdió de vista todo lo bueno que ya había vivido. Puede haber sido esa la motivación para crear Gracias a la Vida. Un año puede ser mucho tiempo en la vida de una persona y traer muchos cambios. Un año después de componer tan bella canción, Violeta Parra se fue de la vida por propia decisión.

Desde nuestra visión de criollos latinoamericanos, podríamos decir: Gracias a la vida, que nos da tantos buenos músicos, cantores, bailarines, poetas, escritores... gente que siente la necesidad de entregarse al prójimo de alguna manera. Gracias a la vida.

28 de Septiembre de 2.010.

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