Por Crístian Ramón Verduc
07/06/2011
A dormir baja la noche/ sobre la espuma del río...

“A dormir baja la noche/ sobre la espuma del río/ en las alas de un ochogho,/ pa’ no morirse de frío.” En esta estrofa de Chacarera Para mi Vuelta, Marcelo Ferreyra menciona a un animalito que abunda en los espejos de agua de distintos lugares del mundo.

En nuestros pagos, por herencia de las lenguas regionales, llamamos ochogho a esa ave palmípeda que vemos en ríos y lagunas. El Profesor Domingo Bravo colocaba una H después de la G para indicar suavidad en el sonido de esa consonante para esta palabra.

Existen ochoghos por todo el mundo. Podemos verlos en cualquier lugar en que haya un gran cuerpo de agua por nuestros pagos; se los ve solitarios o en bandadas que llegan a ser muy numerosas.

En la cuenca del río Paraná y toda la región guaranítica, al ochogho lo llaman biguá. Cuenta el folclorólogo Félix Coluccio que entre los guaraníes existe una leyenda que dice que Mbiguá era un indio fornido que vivía con su esposa Yerutí. Aprovechando la ausencia de Mbiguá, otro hombre que codiciaba a Yerutí la había raptado y llevado en canoa. Al regresar, Mbiguá había buscado al raptor y dado muerte, pero sin encontrar a su esposa. Desesperado, Mbiguá se zambulló para buscarla en el río. Se sumergió tantas veces y por tanto tiempo cada vez, que finalmente se convirtió en el pato negro que actualmente se conoce como biguá. Yerutí se había transformado en una hermosa palomita silvestre.

No tiene la glándula de líquido oleoso impermeabilizante que poseen otros palmípedos; por eso el ochogho suele posarse en piedras o ramas gruesas con las alas abiertas para secarlas al sol. La permeabilidad de sus plumas le permite zambullidas rápidas y profundas. El ochogho es veloz debajo del agua. Se moviliza usando las patas como remos impulsores. Si el agua es clara, uno puede verlo avanzando velozmente por debajo de la superficie como si fuese una flecha. Si emerge con una captura, acomoda al pez lanzándolo al aire un par de veces hasta colocarlo de tal modo que la cabeza del pescado pueda entrar por su amplia garganta y todo el cuerpo se deslice por el largo cuello que se amplía y en ocasiones muestra la forma de lo que el ave está tragando. A veces se ve un ochogho nadando o volando con parte del cuerpo de una anguila u otro pez sobresaliendo del pico como si fuese la lengua.

El momento entre la captura y la deglución es riesgoso para el pato negro, pues sus congéneres cercanos tratarán de despojarlo del producto de su pesca subacuática. Se produce en ese momento una persecución por la superficie del agua e incluso en vuelo, con el perseguido procurando tragar cuanto antes y el perseguidor tratando de arrebatar el codiciado alimento.

Cuando sale del agua, el ochogho se asienta en una rama o una piedra y abre las alas para secarlas al sol o con el aire. En caso de ver un peligro cercano cuando aún no ha secado las plumas, se lanza al agua y se zambulle, para emerger brevemente a varios metros de distancia y volver a perderse bajo las aguas hasta alejarse de la amenaza. Si tiene que caminar por la tierra, su andar nos recuerda al de los gansos, aunque un poco más pesado. El pico del ochogho es afilado y con la punta en gancho. No es recomendable exponerse a un picotazo. Es mejor no molestarlo y dejarlo transcurrir tranquilo su vida de regulador ecológico.

El ochogho se alimenta de peces que captura buceando. En ocasiones puede ocurrir que el cazador subacuático trague un anzuelo de pesca, engañado por la carnada. Por causa de su hábito de tragar apurado, el ochogho suele clavarse el anzuelo bastante profundo. En esos casos es difícil salvar al ave que además, es comestible; por eso es que generalmente el ochogo que es capturado con anzuelo termina faenado y saboreado en cualquiera de las diversas formas de preparación.

También hay quienes buscan y capturan al ochogho para comerlo. Su carne es oscura, un poco dura, pero sabrosa. Hay quienes capturan los pichones, por que seguramente esos músculos nuevos son mucho más tiernos que los del esforzado adulto. Jorge Washington Ábalos nos cuenta que Shunko gustaba de capturar y comer el pichón de ochogho. También cuenta que el padre de su personaje solía entrar a los bañados para cazar ñuñumas, huispillos, utquishiquis y ochoghos. En el cancionero popular santiagueño hay referencias a esta ave palmípeda que está en todo el mundo y que sentimos tan nuestra por formar parte del paisaje fluvial provinciano.

En general es de vuelo pesado. Si despega desde el agua, se nota el gran esfuerzo que hace para elevar el cuerpo lo suficiente como para poder aletear y tomar velocidad, mientras las patas van tocando la superficie a lo largo de varios metros, hasta que inicia un vuelo horizontal a poca altura. Puede alcanzar buena altura durante un vuelo de traslación a larga distancia en el que necesite aprovechar un viento favorable si lo hubiere. Volando en bandada, los ochoghos pueden tomar la característica formación en V u otra en la que vuelan prácticamente lado a lado.

Si el ochogho está en una rama y decide volar, da un salto breve al frente y comienza el vuelo mientras desciende unos centimetros. Según la altura donde estaba, puede tocar o no el agua hasta iniciar su vuelo horizontal.

Los ochoghos hacen el nido con ramitas, mide unos 30 o 40 centímetros de diámetro y en él suelen poner entre 3 y 5 huevos de color claro, entre blanco y celeste. Nos está faltando preguntarle a los challueros (pescadores) sobre el tiempo de cría de los pichones. Otras especies de aves fluviales suelen cargar sus crías sobre el lomo cuando nadan por ríos y lagunas, pero el ochogho nada casi totalmente sumergido, apareciendo el cuello erguido como periscopio de submarino.

En otros lugares, el ochogho es conocido como biguá, pato negro y otros nombres para la variedad fluvial. Las subespecies marinas están por todo el mundo. El ochogho marino es llamado Cormorán. El cormorán es un gran productor de guano, fertilizante que en Perú tuvo gran importancia económica. El guano marino es el excremento acumulado durante muchos años por las colonias de aves en lugares que cuentan con un clima que conserva las propiedades químicas de las deyecciones.

En algunos lugares de la China, hay una tradición pesquera con el cormorán. Lo capturan y lo obligan a depender del pescador, que a su vez depende del cazador subacuático. El humano mantiene prisionero al cormorán y lo alimenta. Cuando lo suelta, el animal lleva colocado un collar que le impide tragar y se ve obligado a volver al pescador, quien le quita la presa y lo manda nuevamente a pescar. Al final de la jornada, el pescador ata o encierra al cormorán y lo alimenta con una parte de lo mucho que el propio animal ha capturado. Cualquier comparación con ciertas relaciones entre seres humanos puede ser tomada como un insulto por alguien.

Así son las cosas con este habitante del folclore. En el mundo es conocido como cormorán de mar o de río. En otros territorios lo llaman biguá o mbiguá. Otros le dicen pato negro, y debe de haber en el mundo otras palabras para definir a nuestro ochogho, ave característica de los ríos y lagunas de nuestros pagos.

El ochogho puebla ríos y esteros santiagueños, volando de pago en pago, felizmente libre de explotación, como un símbolo de los ciclos naturales.

07 de Junio de 2.011.

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