Por Crístian Ramón Verduc
06/09/2011
Llega la noche con su manto de misterio… y envuelve mi alma con su poncho de añoranzas.

“Llega la noche con su manto de misterio… y envuelve mi alma con su poncho de añoranzas.” Las letras y poesías de Don Fortunato Juárez, que mayormente las conocíamos como alegres y descriptivas, en la polca Tristeza de un Corazón se muestra distinta. Otra letra que relata un hecho triste se refiere a la tragedia de El Linyerita, que fuera asesinado junto a las vías del ferrocarril que iban hacia el Puente Carretero, a metros de la Avenida Belgrano; esto es en el barrio Huayco Hondo, cerca de Tarapaya, cuando toda la zona tenía un aspecto distinto al que presenta ahora.

Don Fortunato fue guitarrero, cantor y creador de temas folclóricos desde chango. En su vida nos legó una gran cantidad de música y poesía. Le cantó a su abuelo materno, al que llamaran Tatacu (significaría muy padre, abuelo); le cantó a Loreto, a la Naturaleza, a la vida del paisano, a la alegría de los encuentros criollos, a todos los pagos santiagueños e incluso a otras provincias.

Llegado a la ciudad de Santiago desde su Loreto natal, siendo aún niño se dedicó al trabajo para ayudar a la numerosa familia. Su tiempo de lustrabotas en el centro de la ciudad le permitió presenciar acontecimientos de la época, que luego irían a su repertorio de cantor y de relator en ruedas guitarreras y audiciones radiales. Cuando se vio hombre, cantor y obrero, decidió formar su hogar. Claro que seguía componiendo y cantando con sus hermanos.

El conjunto de Los Hermanos Juárez llenó de satisfacciones a Santiago del Estero, actuando no solo en distintos escenarios y patios de nuestra provincia sino también por todo el país.

Entre las muchas creaciones de Don Fortunato podemos recordar algunas expresiones como: “¡El monte qué lindo está, cómo hay miel de palo!...” en la Chacarera del Chilalo; “¿Qué se habrá hecho la Panchita? hai ser una señorita… en la amorosa chacarera que lleva el nombre de la pregunta inicial; “En el pago de Loreto yo la i’ visto a mi viejita…” decía en Así Era Mi Mama, la que con gran pena recordaba que en 1.907 a Loreto lo llevaba la creciente y, en ese gran avance del Río Dulce sobre la Villa Loreto, su abuelo Carmen, quichuista, carpintero, botero, nadador y violinisto, rescataba con sus botes a la población en desgracia. En rueda de amigos, Don Fortu relataba andanzas y “hechurías” de Tatacu Carmen.

Con su creación Violincito Santiagueño, Don Fortunato rinde homenaje al instrumento que llegó a nuestros pagos en manos españolas para hacerse criollo. En esta chacarera, coloca al violín como principal protagonista de las fiestas tradicionales y hace que lo encontremos en manos de San Francisco Solano y junto a Don Andrés Chazarreta.

De Ahicito es una chacarera doble y trunca donde utiliza la expresión paisana que ubica todo ahí cerquita nomás, y en este caso aprovecha para nombrar lugares del Norte de la ciudad de Santiago del Estero, fácilmente visibles desde la elevación que llamamos Las Lomas Coloradas.

La polca Sonia Nancy ha sido grabada por Carlos Infante y por otros buenos intérpretes. Aparte de su linda letra y bella melodía, la conjunción de ambos componentes hace que el cantor deba frasear de un modo particularmente lucido. Sonia Nancy Juárez, hija de Don Fortunato y destinataria de la pieza musical, es oyente de nuestro Alero Quichua Santiagueño desde Buenos Aires.

Su letra para el gato El Sacha Chango es un homenaje a su condición de criollo, al sacrificio de las maestras rurales, a la nostalgia por la infancia en el campo y a la felicidad que significa el poder reunirse a cantar con los amigos.

En la chacarera Inti Súmaj acompaña con la letra el recorrido del sol por sobre los montes, mientras describe lo que observara en el comportamiento de la fauna sachera para cada momento del día.

Por si alguien no conocía su procedencia, en la chacarera Loretano Soy cuenta quién es, lo que siente y, como en muchas de sus creaciones, inserta varias palabras y frases en quichua. Su lugar de origen, el trato con la gente paisana y su participación habitual en nuestro Alero Quichua le permitían usar expresiones quichuas tanto en el canto como en la conversación.

Una de sus letras amorosas más queridas e interpretadas es la de la chacarera Paisanita de mi Pago (música de Orlando Gerez), retrato de una damita que atiende sus tareas entre la admiración de los jóvenes lugareños, manteniendo un justo equilibrio entre la simpatía y el recato.

También cantó para otros pagos, como en Costanera de Santa Fe, bella música litoraleña que dice en un pasaje: “Lejos en el horizonte se oculta el Sol, los pájaros a su nido regresan ya. Yo sigo esperándote, y sé que un día vendrás a mitigar mi dolor con tu mirar.”

Don Fortunato no podía estar ajeno a los sentires del santiagueño que está lejos. En honor a ellos compuso el gato Para mi Pago, donde enumera lo que quisiera hacer el coterráneo emigrado. Entre los anhelos, no deja de puntualizar que desea hablar quichua con la gente.

Cuando el peregrino consigue volver, la alegría y el asombro aparecen en Soy Santiagueño que Vuelve, zamba que además describe a la Madre de Ciudades en determinado momento de su crecimiento, sin dejar de evocar El Rancho i’ Mama, comedor criollo escenario de grandes guitarreadas junto al canal Contreras López, en el Sur de la ciudad.

La zamba Plaza Libertad es una emocionada evocación de sus tiempos changos en el centro de Santiago, cuando comenzó a relacionarse con el ambiente cancionero mientras trabajaba humildemente.

Don Fortu representa al auténtico santiagueño, al que el visitante espera encontrar. Es el santiagueño simple, amable, inteligente, conversador y discreto, dispuesto a ayudar y participar en todo pero para nada buscador de figuración. Su modo de ser era tan humilde y uno estaba tan acostumbrado a que estuviese apoyando lo que fuese tocar o cantar en criollo, que en algunas publicaciones referidas a otras personas, Don Fortunato está fotografiado pero no es mencionado; y el gran creador del arte nativo que escribiera El Huajchito, Fanny Noemí, Amarguras, Sumampa Viejo, Ingratitud, La Brea Pozo y tantos temas que no entrarían en esta evocación, simplemente sonreía y seguía al lado del canto criollo, sin preocuparse por aparecer más que los colegas. Era amigo de todos, por eso no competía contra nadie. Formó una gran cantidad de nuevos guitarreros y cantores. Uno de ellos, Marcelo Salvatierra, creó la chacarera Al Maestro Loretano como una forma de reconocimiento.

Don Fortu compartió lo que sentía al ser viudo y con intención de formar un nuevo hogar: “Mas, tengo miedo que otra vez la muerte impía, destroce mi alma y se lleve a mi querida…”

Esa muerte impía, esa noche con su manto de misterio, llegó el 7 de Septiembre de 2.000 y nos privó de la presencia de Don Fortunato Juárez. Nos quedó el recuerdo de su sonrisa, de su voz calma para hablar y siempre dispuesta para el canto y la enseñanza. Nos quedó la sensación de que lo escuchamos cantar en la voz de tantos buenos artistas que interpretan sus canciones. En esos momentos, es inevitable una sonrisa con los ojos húmedos de evocación.

06 de Septiembre de 2.011.

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