Por Crístian Ramón Verduc
01/11/2011
Comenzamos el mes de Noviembre...

Comenzamos el mes de Noviembre. En los dos primeros días del mes nuestros paisanos acostumbran homenajear especialmente a sus muertos queridos y a los difuntos en general. En Santiago del Estero y en otras ciudades argentinas, el 1 y 2 de Noviembre las empresas de ómnibus modifican parcialmente su recorrido para facilitar la concurrencia a los cementerios. En los cementerios de la campaña, mucha gente suele amanecer velando a sus difuntos.

El mes de Noviembre es particularmente importante para el gauchaje argentino. El 10 de Noviembre es el Día de la Tradición, festejando el natalicio de José Hernández, el autor del poema criollo conocido genéricamente como "el Martín Fierro". En muchos lugares de nuestro país, directamente todo Noviembre es considerado el Mes de la Tradición. No es mala idea, así que habrá que adherir y considerar el poema gauchesco de Hernández durante todo el mes. Siempre hay algo que aprender de un libro. La obra cumbre de José Hernández es muy interesante para leerla, pues a cada lectura se puede descubrir algún pensamiento que antes no habíamos percibido.

De entrada nomás, al presentarse el gaucho Martín Fierro nos hace saber la importancia que tiene para el criollo la guitarra y el canto, en este caso como consuelo ante una gran pena. Con la guitarra y el canto del gaucho, José Hernández va adentrándonos en la pampa húmeda y en las costumbres criollas de aquella época, de cuando el paisano tenía su ranchito en el que vivía con su familia y podía tener sus propios animales. Nos cuenta que el trabajo en esos tiempos, más que trabajo era "una función".

Fierro nos dice que era un orgullo ver jinetear un paisano, y tal práctica se mantiene en las estancias, pese a que el caballo ya no es imprescindible como medio de transporte y para trabajos pesados. Los dueños de las estancias y sus visitas suelen hacer paseos a caballo, mientras que los lugareños aprovechan la capacidad del equino para transitar por terrenos que son difíciles para las camionetas, cuatriciclos y motocicletas que poco a poco van poblando los campos. Cuando uno viaja por las provincias del Litoral Fluvial Argentino, puede ver arrieros bien montados a caballo trasladando una tropa de vacunos de un campo hacia otro por un camino de tierra paralelo a la banquina de la ruta. Ver a los arrieros es una imagen que mueve a la nostalgia por los heroicos tiempos en que la Patria se hizo a caballo.

También hay jineteadas como espectáculo. Son los llamados festivales de doma y folclore, donde se ven corcovos espectaculares similares a los que describe Martín Fierro al referirse al peón domador y su trabajo. En La Vuelta de Martín Fierro, cuando relata sobre la paciencia del indio pampa para amansar al caballo y los resultados que obtenía, concluye en que los caballos mejor preparados para andar por distintos terrenos y en las condiciones más adversas son los que han sido cautivados por la paciencia del indio.

También nos cuenta José Hernández cómo Martín Fierro gustaba de tocar la guitarra y cantar. En versos cantados, el gaucho dice "el cantar mi gloria labra". El cantor que presenta Hernández es el payador, que improvisa y se mide con otros, a los que desafía diciendo que una vez puestos a cantar juntos se verá quién es menos. La práctica, los sentimientos y la experiencia de vida hacen que al gaucho, aún sin ser letrado, las coplas le broten como agua de manantial.

El gaucho necesita sentirse o mostrarse como un alto exponente de la vida rural de aquel entonces, por eso desafía a cantar en contrapunto, afirma que ni las víboras lo pican, que cuando haya necesidad ha de pelear y matar para no hacerse a un lado de la huella. Por otra parte, no es cuestión de hablarle a Fierro de penas, pues las mayores penas están constantemente con él.

Todo esto puede parecer altanería, pero es un recurso del gaucho para poder afrontar la dura vida a la que es lanzado en un sistema que estaba mudando. El paisano comenzaba a perder la libertad que le permitía galopar a sus anchas por esas pampas de Dios y dormir al sereno sobre las prendas del apero. Uno de los componentes del apero, la matra, es origen de un adjetivo para definir al gaucho que dormía a la intemperie: Matrero.

En esos años en que el poder político y económico comenzó a organizar el funcionamiento de los establecimientos rurales, una ley contra la vagancia impedía al gaucho trabajar por cuenta propia; debía emplearse en una estancia, cuyo dueño le certificaría en un papel que ese hombre era su empleado. El gaucho que no tuviese esa "papeleta" era tenido por vago y obligado a servir en los fortines de la frontera con el territorio indígena. Entonces, las opciones para el gaucho pasaron a ser la de servir a un patrón a cambio de cama y comida o la de ser reclutado en forma compulsiva.

Martín Fierro era uno de los cada vez menos que tenía su propia casa y hacienda. El Juez de Paz aprovechó que había una reunión festiva en una pulpería para mandar hacer una leva de todos los que no tuviesen la papeleta que acreditaba su pertenencia a una estancia. En esa ocasión no escaparon tampoco los extranjeros, ni siquiera "un inglés zanjiador". Este inglés seguramente era un trabajador del foso de más de trecientos kilómetros ideado por el Ministro de Guerra, Adolfo Alsina, para dificultar la salida de ganado capturado por los pampas en los malones.

El servicio en la frontera fue el comienzo de la ruina y las penurias de Martín Fierro, que descubrió muchas injusticias en el cantón fronterizo. Sus afirmaciones: "Ni envidia tengo al ratón en aquella ratonera"; "¡Barajo! Si nos trataban como se trata a malevos"; "Si éso es servir al Gobierno, a mí no me gusta el cómo"; "Dentro en todos los barullos, pero en las listas no dentro"; "He visto negocios feos, a pesar de mi inorancia".

Cansado de tantos atropellos, huyó del fortín y enderezó hacia su pago, para encontrar que finalmente había sido despojado de todas sus posesiones, que su familia estaba desintegrada y quién sabría dónde. Entonces entró en la vida de gaucho matrero, a dormir en los pajonales y en los montes, haciendo cama con el apero y siempre atento a la posible presencia de la Policía.

Sin ánimo de volver a caer prisionero de las injusticias y siendo insostenible su situación de fugitivo, decidió, junto a su nuevo amigo el Sargento Cruz, emigrar hacia tierras de los pampas. Esta triste decisión causó en Fierro el gran dolor que manifestó con sus lágrimas al cruzar la frontera y con su ira descargada sobre el instrumento musical que tanto quería.

Debe ser grande la pena que acosa a un criollo que decide irse de su Patria y renegar de su condición de alegre cantor. Todos estos reclamos de José Hernández por justicia, respeto y trato digno para con el criollo siguen vigentes. Los abusos denunciados por Martín Fierro han seguido cometiéndose. El pequeño poder es esclavista, pues esclaviza a quien lo detenta para obligarlo a esclavizar a otros.

Debemos leer el Martín Fierro, mirar a nuestro alrededor y a nosotros mismos, volver a consultar "La Biblia Gaucha", encontrar similitudes entre lo que leemos y la realidad que nos abruma. El hecho de comprobar que los males humanos no son nuevos sino que cambian de máscara, no debe servir para desalentarnos ni para conformarnos, sino para decidirnos a encarar una permanente y firme lucha contra las injusticias propias y ajenas. Si lo hacemos, estaremos comenzando una gran gauchada para nuestros descendientes.

01 de Noviembre de 2.011.

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