Por Crístian Ramón Verduc
29/11/2011
Noviembre es el mes de la Tradición

Noviembre es el mes de la Tradición. Distintos movimientos tradicionalistas de nuestro país realizan actividades especiales durante Noviembre cada año, como un modo de mantener vivas las tradiciones argentinas. Una de esas actividades importantes ha sido la entrega de premios de la Asociación Argentina de Cronistas de Folklore a difusores de todo el país que hacen patria desde distintos medios masivos. En ese gran acontecimiento han resultado premiados, entre otros, dos emprendimientos santiagueños: el programa televisivo Espíritus de mi Tierra y, en el rubro Antigüedad en el Aire para audiciones radiales, nuestro Alero Quichua Santiagueño.

Es una doble satisfacción el hecho de haber sido reconocidos por los Cronistas de Folklore y durante el Mes de la Tradición. El emprendimiento cultural Alero Quichua Santiagueño se mantiene en pie desde hace más de cuarenta y dos años, por que un gran número de sus integrantes ha seguido firme en el rumbo marcado por los tradicionalistas iniciadores de este movimiento quichuista y santiagueñista. Aquellos pioneros, suenan para los integrantes actuales como si fuesen Martín Fierro aconsejándonos.

“Un padre que da consejos/ más que padre es un amigo”, dice Martín Fierro a sus hijos y al hijo del Sargento Cruz. Los buenos consejos son semillas que pueden germinar o no, según los corazones en que sean sembrados. Hay personas receptivas, dispuestas a escuchar para luego evaluar. También hay quienes no quieren saber nada de sabiduría que no sea propia; muchos suelen decir: “Si los consejos fuesen cosa buena, se venderían a buen precio.” El pensamiento es bueno si lo consideramos una humorada.

El mismo Martín Fierro agrega: “Naides sabe en qué rincón/ se oculta el que es su enemigo.” Enemigo es quien busca la destrucción o el daño de uno. Sin caer en paranoia u obsesiones, es preciso vivir con precaución, tal como dice Fierro, pues podemos ser dañados por terceros o por nosotros mismos.

Puede sonar extraño que uno pueda ser su propio enemigo, pero es cuestión de ponerse a observar la vida, la gente, sus acciones y las consecuencias de estas acciones. Llaman masoquismo a la enfermedad consistente en disfrutar cuando se recibe un daño; sería éste un caso extremo en el que uno es su propio enemigo.

En sus consejos, Martín Fierro advierte respecto a varios enemigos que nos acechan desde nuestro interior y los enumera. “Ni el miedo ni la codicia, es bueno que a uno lo asalten” nos alerta sobre dos enemigos interiores que limitan nuestro mundo. Es difícil determinar cuál de estos dos adversarios es peor, pues tanto el miedo como la codicia tienen varias caras, atacan en distintos casos y de distintos modos. Fierro muestra también a la pereza como uno de los enemigos; es un mal que puede reducir a la persona a la miseria total, al punto de tener que pedir, viviendo tristes situaciones por tal motivo.

A un adversario humano se lo puede enfrentar físicamente o con otros recursos, o se lo puede evitar. Advierte Martín Fierro: “La sangre que se derrama no se olvida hasta la muerte”, significando así que un arrebato puede arruinar la vida de por lo menos dos personas en pocos minutos. “Saber el hombre guardarse es la gran sabiduría”.

El estar bajo los efectos de algo que se ingirió suele ser considerado un atenuante en nuestros intrincados sistemas sociales. En cambio, Martín Fierro sostiene: “Es siempre, en toda ocasión,/ el trago el pior enemigo;/ con cariño se los digo,/ recuérdenlo con cuidado:/ Aquel que ofiende embriagado/ merece doble castigo.”

El comer, el beber y muchas otras acciones que procuramos nos produzcan sensaciones placenteras, deben ser controladas para que los enemigos llamados vicio y dependencia no nos hagan sus esclavos. Fierro también toca en el asunto al decir: “y sepan que ningún vicio acaba donde comienza”. Hasta los medicamentos pueden ser dañinos si caemos en la sobredosis y en la dependencia. Es preciso vivir atentos, con precaución, pero también con calma para evitar que tales precauciones se conviertan en obsesión.

Es muy fácil hablar sobre los vicios y fallas de los otros, por que a nosotros mismos nos vemos habitualmente como el mejor individuo del mundo, pues cada uno es para sí mismo la persona que más conoce. Aunque no es fácil, es necesario obrar con sinceridad hacia nosotros mismos y con piedad hacia el prójimo. “Aquel que defectos tenga, disimule los ajenos”.

Así como hay fallas individuales que se convierten en nuestros propios enemigos, hay también fallas colectivas que convierten a las actitudes de grupos mas o menos grandes en enemigos de la comunidad.

La dificultad para aprender los aciertos va de la mano con la facilidad para adherir a errores ajenos. Se puede observar esto en distintos terrenos, incluso en el habla cotidiana o en las diversas interpretaciones del cancionero folclórico, por insignificante que esto pudiera parecer. En caso de enfermedad cultural colectiva, es preciso estar atentos a cualquier síntoma.

Cuando uno ha observado que nuestra bondad mal entendida está permitiendo la entrada de una punta de lanza enemiga, tiende a tratar de advertir a los connacionales, pero aunque “hasta el pelo más delgao hace su sombra en el suelo”, no debemos olvidar que son campanas de palo las razones de los pobres, y es muy posible que sean otros pobres los encargados de atacar a quien pretende proteger el bien común con sus advertencias.

Es muy probable que en todas las derrotas colectivas hayan sido necesarios enemigos internos para facilitar la entrada del enemigo externo. La creencia de que todo lo bueno viene de afuera, es una puerta abierta para la entrada del mal, o del bien; es preciso prestar atención.

Muchos lamentamos la caída de los imperios incaico y azteca, por ejemplo, pero no debemos olvidar que los invasores europeos han sido recibidos como salvadores por al menos una parte de los invadidos, pues había disputas internas, como si los hermanos fuesen enemigos entre sí.

En el caso de los Incas, la causa de la desunión interna se debía a la lucha por el poder entre Huáscar y Atahualpa. Los aztecas estaban rodeados por pueblos a los que habían sometido, los cuales esperaban ansiosos alguna ayuda externa. Las consecuencias han sido desastrozas para los pueblos originarios.

De la unión de vencedores y vencidos descendemos los criollos, aunque en las extranjerizadas grandes ciudades afirmen que todos los argentinos descendemos de los barcos, mientras miran hacia alta mar esperando la llegada de más y más invasores, los que se presentan en forma humana, o en forma de costumbres ajenas, e incluso en forma de novedades para agregar a nuestras costumbres, las que así pasan a ser cada vez menos nuestras. En este punto cabe aclarar que las costumbres y tradiciones de un pueblo van evolucionando con el paso del tiempo, eso es indiscutible. Lo que suele hacer el enemigo es pretender convencernos de que nos hace evolucionar, cuando en realidad nos está llevando hacia lo que le va a dar rédito en desmedro de lo nuestro.

Los consejos de Martín Fierro siguen vigentes; sus quejas, lamentablemente, también. El mayor poema de la literatura gauchesca argentina es una prueba de que tenemos deudas de acción con nosotros mismos. Debemos trabajar para remediar los males que conocemos muchos, para bien de nuestros descendientes.

29 de Noviembre de 2.011.

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