Por Crístian Ramón Verduc
13/03/2012
Santiago del Estero parece una isla lingüística...

Santiago del Estero parece una isla lingüística; así lo afirmaron los investigadores y es lo que se observa en un mapa argentino o de América del Sur teniendo en cuenta los idiomas que existen en las distintas regiones. Desde la imposición del castellano, los idiomas regionales comenzaron a retraerse, con tendencia a desaparecer. 

Por alguna razón, el quichua siguió fuerte en gran parte de Santiago del Estero, mientras que en la provincias vecinas fue desapareciendo poco a poco. En esas provincias solo quedan topónimos (nombres de lugar) y unas pocas expresiones populares en lengua originaria o en castellano quichuizado.
Hacia el Chaco y Santa Fe predominaron otros idiomas precolombinos, sin que el quichua entrase a la región como en nuestra provincia. Aún así, en la provincia del Chaco, cerca de nuestra Monte Quemado, está Taco Pozo (Tacko Pozo = Pozo del Árbol o Pozo del Algarrobo). 

En Catamarca hay una gran cantidad de topónimos de origen quichua, cacán, tonocoté y otros idiomas que se hablaron en las montañas y llanuras catamarqueñas. El propio nombre de la provincia sería de origen quichua y podría traducirse como Fortaleza en la Falda de la Montaña según algunos estudiosos. 

La provincia de Salta es rica en topónimos quichuas y aymaras. El nombre de la provincia es de origen prehispánico, aunque no hay acuerdo en cuanto a su significado. 

La provincia de Tucumán tiene una gran cantidad de lugares con nombres puestos por los pueblos originarios y esos nombres perduran hasta hoy. La palabra Tucumán es posiblemente una deformación del nombre original en uno de los idiomas anteriores a la conquista, pero no hay acuerdo entre los investigadores en cuanto a cuál sería tal idioma y el significado. 

En la provincia de Córdoba predominan los topónimos comechingones si procuramos los de idiomas originarios, aunque también encontramos nombres quichuas, como Yocsina (por Llojsina = Salida), Mayu Súmaj (Lindo Río), Ichu Cruz (Cruz de Paja), etc. 

Algo interesante de observar es el habla popular en algunas de las provincias mencionadas. En Tucumán, por ejemplo, se usa la palabra Panshacu para decir panzón, de vientre abultado; es una palabra castellana que ha sido quichuizada. Aunque está casi perdida la expresión, tanto en Tucumán como en Santiago se utiliza la palabra Huili, en muchos casos para referirse a pre adolescentes o adolescentes. Según el Profesor Domingo Bravo, la palabra huili es de dudosa etimología y es una expresión despectiva; que en general designa a la persona mezquina, angurrienta o con hambre. La palabra huili es usada también con ese sentido entre los no quichuistas santiagueños en oraciones como: “Esto voy a llevar para los huilis”. En Tucumán fue una palabra muy utilizada en sentido despectivo hasta hace unas décadas, muchas veces deformada para Huilo.
En Catamarca y en Tucumán, especialmente en zonas rurales, es común el uso de la palabra Chujcha (cabello) con sus derivados “chujchalo” (chujchalu = melenudo) y la castellanización “Chujchudo” en Catamarca, que se usaba para definir al lampazo, al que también llamaban “mechudo”, que tendría la misma acepción que melenudo o de mucho cabello. 

No es exclusivo del santiagueño llamar Ckoña a la secreción nasal; también se usa popularmente en las otras provincias del Noroeste con su derivado Ckoñalo (por ckoñalu = mocoso).
Hay estudios escritos por investigadores de los idiomas; ello simplifica las cosas para el lector y evita la tarea de apelar a la observación y a la memoria acumulada en sus andanzas por los pagos propios y lejanos. Pero aún está un poco complicado para el habitante común de nuestros pagos el acceder a bibliografía abundante, confiable y relacionada toda con la lingüística regional. 

Es menester que se forme un grupo humano dedicado a rescatar, reunir, comparar y dar a conocer los trabajos investigativos de los estudiosos de nuestras tierras y de tierras lejanas que hayan apuntado a desvendar el misterio del habla de los pueblos de nuestra tierra. En los últimos años hemos tenido un fuerte retroceso por causa de las disputas por títulos, cargos, honores, reconocimientos y desconocimientos.
Mientras una cantidad de estudiosos disputan entre ellos los merecimientos académicos o reconocimientos monetarios, los hablantes quichuas siguen castellanizando el idioma, evitando enseñarles a los hijos, callándose ellos mismos, al menos ante los que no hablan quichua… en fin, el idioma sigue en retroceso. 

También es creciente el interés de “los puebleros” por los idiomas indígenas, por los ritos de los pueblos originarios, por artesanías indígenas, por fotos de indígenas, etc. Este interés se instaló poco a poco en la sociedad desde unos treinta años atrás. Hay gente que intenta aprender y acude a libros y a distintas publicaciones. En el caso del quichua, se encuentra con que en el Perú hay distintas academias de la lengua quechua (con e), cada una con una tendencia bien justificada, pues las variantes del idioma son varias en el país. En ese caso, se puede estudiar las variantes del quechua una por una, u optar por una de ellas. 

En el caso del quichua en Santiago del Estero, posiblemente lo más acertado sería adentrarse en las zonas quichuistas para procurar escuchar y grabar el habla de los hablantes puros o bilingües, y así tratar de formar un vocabulario. Sería el trabajo que ya hizo Don Domingo Antonio Bravo y dejó plasmado en diversas publicaciones; entre ellas, el Diccionario Quichua Santiagueño – Castellano. 

El contacto directo con el idioma le permitiría entender cómo son los sonidos, pues las publicaciones del Profesor Bravo están difíciles de conseguir, y lo que encontramos en las librerías o en Internet tienen una signografía muy diferente a lo que escuchamos de boca de los quichuistas. Posiblemente se rigen por sonidos y códigos originarios del Perú, donde aparentemente la pronunciación de los hablantes es muy distinta a la de los santiagueños y fue escrita de un modo muy particular por los españoles hace unos cuatro siglos. 

Habrá que munirse de grabaciones para comparar con lo que está escrito, o pagar un curso en el que uno consiga entender por qué un sonido está representado por una letra distinta a la que se podría imaginar la persona alfabetizada en castellano. 

Debemos tener en cuenta que, en realidad, no hay una signografía quichua ni quechua, sino que se utilizan los signos europeos, en nuestro caso los que usan los españoles, así como hemos aprendido en la escuela primaria. 

Sería bueno que nos juntemos a pensar en el bien de Santiago del Estero y su quichua, en vez de tirar cada uno por su lado. 

Por ahora, el aporte que hace nuestro Alero Quichua para ayudar a preservar la lengua, es ofrecer un archivo de Temas Musicales grabados en quichua y el archivo de Programas Emitidos, en los cuales se puede escuchar la pronunciación de las palabras quichuas y bilingües, para luego cotejar con los escritos. 

13 de Marzo de 2.012.

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