Por Crístian Ramón Verduc
30/01/2013
A los cerros tucumanos, me llevaron los caminos…

“A los cerros tucumanos, me llevaron los caminos…” Don Atahualpa Yupanqui cantaba sus sentimientos criollos y los soltaba al viento, para que luego todo el país los cantase.

Los caminos llevaron a Roberto Chavero a conocer distintos lugares de nuestro país, con la gente como principal componente de los paisajes. Como él mismo decía, fue “del Norte, del Sur, del llano y del Litoral”. Había nacido y pasado sus primeros años a poca distancia de Pergamino, provincia de Buenos Aires, rodeado de un inmenso paisaje de llanuras. Primero por el trabajo de su padre, luego por su inquietud andariega, anduvo los caminos, primero de la Patria y luego del mundo.

En su recorrido por la Tierra, Atahualpa pasó bastante tiempo en Salavina, Santiago del Estero, donde hizo amistad con Julián y Benicio Díaz, con los que compuso temas inolvidables.

Donde las vivencias de Don Atahualpa Yupanqui fueron tan variadas como el paisaje, fue en la provincia de Tucumán y lo expresó en varias creaciones suyas.

Unas diez leguas al Sur de la ciudad de San Miguel de Tucumán, está la ciudad de Acheral, a la que “Don Ata” mencionó como “una deliciosa aldea”. Tal como dejó grabado en discos y en la memoria popular, el cantor andante conoció y amó Acheral; desde ahí partía en duras travesías hacia Tafí del Valle. En muchas ocasiones lo acompañó la Luna, esa Luna Tucumana que se hizo música y letra de zamba.

A veces, la combinación de temperatura y humedad en la ladera lo hacían entrar en grandes bancos de niebla, donde perdía de vista los cerros circundantes durante el ascenso. Atahualpa y su mula también se tornaban invisibles en esa cerrazón nubosa.

La ciudad de Acheral creció a la vera de la estación de ferrocarril que unía la ciudad de Tucumán con el Sur de la provincia, y también a la vera de la Ruta Nacional 38. La palabra acheral define un lugar donde abunda la achera o achira, una planta sudamericana que ha sido llevada a los otros continentes después de la colonización europea.

La achera tiene propiedades alimenticias y medicinales, pero es más conocida como planta ornamental para los jardines y balcones, aunque puede encontrarse también en los matorrales, como planta silvestre. Sus flores de color rojo intenso o amarillo, que se hallan agrupadas en varas, hacen que la achira aporte belleza al paisaje. El nombre es de origen quechua, según opina gente de la zona. En otros lugares del continente es denominada con otras palabras; su nombre científico es Canna Indica.

Acheral tiene el rango de ciudad, pero sigue siendo una deliciosa aldea, con abundante vegetación, poblada por gente criolla que valora sus casas, sus jardines, sus árboles, sus muros pintados con morivos yunpanquianos y su museo dedicado a Don Atahualpa Yupanqui.

La Aldea, Comisión Permanente de Homenaje a Atahualpa Yupanqui, con sede en Acheral, organizó este año la Novena Lunata: Fogón y Cabalgata a Tafí del Valle, como homenaje de la población de Acheral en reconocimiento al afecto que demostró Don Ata por la deliciosa aldea, su paisaje y su gente.

Una parte de nuestro Alero Quichua se trasladó hasta Acheral para participar de este sentido homenaje. Para ello, el grupo santiagueño viajó en la cálida tarde del Sábado 26 de Enero hasta el Sur de Tucumán, apreciando los campos, montes, ríos afluentes del sistema Salí – Dulce, los pueblos y casas rurales, hasta llegar a Famaillá y luego Acheral.

Estaba todo preparado en la ex estación del ferrocarril. Las vías ya no precisan soportar el peso de los trenes que pasaban transportando gente, productos de la tierra y mercaderías de la ciudad. Esas vías muertas revivieron al son de música criolla de toda la región.

Se pudo apreciar la actuación de músicos y cantores con una calidad merecedora de grandes escenarios. También hubo quienes aportaron mucho corazón y ganas de mejorar su arte… todos sencillos y auténticos, como cabe a un movimiento yupanquiano.

Hubo locutores y difusores de la zona Sur de la provincia y de la ciudad capital; músicos y cantores de Bolivia, de distintos lugares de Tucumán y, por primera vez en la Lunata, una delegación de santiagueños.

La gente del Alero Quichua Santiagueño vivió una jornada inolvidable. Ana María Campos, una de las dos personas que conducen la audición radial del Alero, tuvo su participación en la transmisión de la radio Piedra y Camino, que instaló su estudio en un costado del escenario. En la ocasión habló del Alero Quichua en general, del disco compacto Volumen 7 y de las cartillas educativas Mínkay.

Los músicos y cantores del Alero interpretaron temas del cancionero quichua santiagueño y de Don Atahualpa Yupanqui, recibiendo una cariñosa retribución del público, con sus prolongados aplausos y pedidos por más canto santiagueño.

Muchos de los presentes eran oyentes del Alero Quichua en la época en que el alcance de la radio no estaba afectado por la abundancia de FMs. Actualmente, tenemos una buena audiencia en la zona por la página en Internet.

Pasada la medianoche, jinetes de Tucumán, Salta y Catamarca, a los que se unió un ciclista que venía de Ushuaia de paso hacia América del Norte, iniciaron la subida hacia Tafí del Valle, en una despedida cargada de emociones, especialmente al pasar ante el público el jinete portador de la Bandera Argentina.

La Patria se hizo a caballo. Esos jinetes, esos cantores, esos músicos, esos bailarines, esos locutores, ayudantes, cocineros, el pueblo de Acheral… todos, están haciendo Patria al recordar con afecto a quien por ellos cantó. Era una cálida noche de Luna Llena, Luna Tucumana que acompañó a los jinetes que partieron con rumbo a donde el Sol se pierde. En Acheral siempre recuerdan que ahí cantó un argentino, ese argentino que naciera el 31 de Enero de 1.908 en las lejanas planicies bonaerenses y llegó a los cerros tucumanos llevado por los caminos.

Esa noche, ni los cantores, ni el público, no los organizadores de la Lunata y mucho menos los jinetes, prácticamente nadie en la aldea vio lo que acontecía en el escenario Atahualpa Yupanqui, a unas cien leguas de Acheral. Es que mirar esos grandes escenarios, de espectáculos variados llamados folclóricos, en ocasiones nos hace pensar: “Mi tierra, te están cambiando, o te han disfrazao que es peor…”

Felizmente, en Acheral aún sigue vivo el sentimiento yupanquiano, el sentimiento criollo, afín con nuestro Alero Quichua y la gente nativista.

30 de Enero de 2.013.

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