Por Crístian Ramón Verduc
18/02/2014
¿Cómo aprendemos a hablar? Parece que aprendemos por imitación

¿Cómo aprendemos a hablar? Parece que aprendemos por imitación; a medida que vamos escuchando y viendo a nuestros cercanos mientras hablan, vamos intentando hasta conseguir repetir las palabras, desde las simples hasta las más complejas. El uso adecuado de cada palabra viene poco después. Como todo aprendizaje, puede extenderse por toda la vida si uno quiere mejorar. 

Aparentemente, el principal sentido que ayuda al aprendizaje del habla es el oído, pues quienes sufren sordera de nacimiento no aprenden del mismo modo que las otras personas. En ese caso, el proceso de aprendizaje es distinto. 

Lo habitual, lo esperable, es que cada persona sea criada por su madre. Es ella quien le provee el primer alimento. La leche materna puede ser sustituída por productos elaborados especialmente, incluso con igual valor energético, pero nunca igualado en cuanto a la magia y el conocimiento del mundo que envuelve la lactancia materna. 

Dicen que para el lactante, el rostro de la madre y el seno materno son su mundo placentero. Es algo que permanece grabado en el subconsciente por toda la vida. También dicen que, antes de nacer, el nuevo humano comienza a oír los sonidos que rodean al vientre materno, donde está esperando su momento para presentarse al mundo. 

Uno de los sonidos que más escucha en su vida prenatal es, seguramente, la voz de su madre. Después del nacimiento, lo más probable es que esa voz materna siga siendo el sonido más escuchado. Es posible que asocie la voz de su madre al placer de mamar, o a la seguridad de la cada vez más lejana vida anterior al parto. Así se va formando un lazo afectivo que no se acaba. Es así como suele suceder, según parece. 

La voz de la madre es la que alienta a repetir las palabras que el niño comienza a emitir, las que suelen ser simples, como mama, papa, tata... Esa criatura se desarrolla y marcha todo el tiempo, en forma asombrosa, hacia su independencia. Con el tiempo va conquistando objetivos muy importantes: Camina sin ayuda, aprende a llevar la comida a la boca y, entre logro y logro, también va ampliando su vocabulario. 

Llegará el día de comenzar el aprendizaje en la escuela. Es posible que en la escuela aprenda otro idioma. En escuelas y colegios están implementando la enseñanza del inglés y otras lenguas extranjeras desde temprano. Hasta hace pocas décadas, enseñaban inglés o francés recién en la escuela secundaria. 

En su obra Shunko, el Dr. Jorge Washington Ábalos muestra cómo los alumnitos quichuistas aprendían castellano. En nuestra provincia quedan muy pocas personas que hablan solamente quichua. Aparte de que nuestro quichua está penetrado por el castellano a causa de antiguos vocablos que fueron olvidados o reemplazados, la necesidad de comunicarse con la gente no quichuista los lleva a ser bilingües. 

Por un motivo u otro, la gente de nuestra provincia tiene que concurrir por algún tiempo alguna vez a las ciudades. Una bran cantidad de nuestra gente se va a vivir por un tiempo o por el resto de su vida a Buenos Aires. Toda esa gente que aprendió quichua de sus mayores, tiene que aprender a hablar castellano. Y no sólo tiene que hablar castellano, sino que tiene que entonar y usar los modismos de la ciudad donde haya ido a vivir, si no quiere sufrir la aún vigente discriminación. 

Algo así ocurre con los hablantes del idioma guaraní, del aymara, del mapudungun y también con las distintas entonaciones o características de las distintas hablas regionales. Si uno quiere vivir en un país lejano, deberá aprender el idioma de ese lugar o la lengua general que nos imponen. El no hacerlo, reduce las posibilidades en lo laboral, en el aprendizaje y en la vida cotidiana. 

La practicidad, la unidad nacional, el comercio y otros factores, tienden a que un idioma dominante, o lengua general, se imponga sobre los otros idiomas. En el caso de nuestro país, la lengua oficial es el castellano. En otros países ocurre también que hay un idioma oficial, mientras que muchos de sus habitantes deben tornarse bilingües por que el idioma aprendido en su primera infancia es otro. 

En la lejana Pakistán, durante su organización posterior a un largo tiempo colonial, uno de los idiomas fue impuesto oficialmente para las dos partes en que se dividió el país. Pakistán Oriental protestó, pues su lengua materna era el bengalí; por lo tanto no aceptaban la imposición del idioma de sus vecinos del Oeste. Esta protesta, iniciada en los hechos el 21 de Febrero de 1.952 y encabezada por estudiantes, provocó enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, resultando muertos varios manifestantes. 

El 21 de Febrero pasó a ser conmemorado como Día de los Mártires. Años despues, las autoridades reconocieron al bengalí como el idioma oficial de Pakistán Oriental, o Bengala, país llamado actualmente Bangladesh. 

En el año 2.000, la UNESCO, órgano de las Naciones Unidas que se ocupa de la educación, la ciencia y la cultura, proclamó al 21 de Febrero como Día Internacional de la Lengua Materna, en reconocimiento al Movimiento por la Lengua Bengalí. El objetivo principal en la implementación del Día Internacional de la Lengua Materna es el de promover la diversidad lingüística y cultural en el mundo. 

Según lo que uno quiera y pueda hacer con su vida, puede acabar aprendiendo varios idiomas, pero el idioma “de uno”, el aprendido con poco esfuerzo y sin concurrir a una escuela para ello, es el que lo acompañará durante toda la vida, especialmente en los momentos de mayores emociones y de pensamientos que vienen desde lo profundo del ser. Ese idioma es la lengua materna, formado por las primeras palabras, escuchadas desde el vientre materno. 

Las huahuitas que nacen de madre quichuista llevan la lengua materna en el alma y, por más que luego se les imponga el castellano y después otros idiomas, no olvidarán jamás las primeras palabras, las que le fueran habladas en quichua. 

Don Sixto Palavecino nos decía que, aún cuando hablaba en castellano, pensaba en quichua. También otros quichuistas han hecho la misma afirmación. La lengua materna es parte de uno mismo y es bueno que algún organismo oficial reconozca su importancia y valor, como es el caso de la UNESCO. 

Podremos utilizar el ropaje de cualquier lengua general para nuestra vida de relación social, interprovincial o internacional, pero la lengua materna va a seguir siendo parte de nosotros mismos como individuos, como nuestro propio ser. 

Si un quichuista se equivoca al hablar en castellano, tomemos esa equivocación como un signo de fortaleza de su lengua materna, como un acto íntimo de rebeldía ante las imposiciones. Eso no quita que por solidaridad y en forma discreta lo ayudemos a salir del equívoco, pero esa ayuda debe ser proporcionada con el mayor cuidado y respeto. 

Si algún quichuista mezcla el quichua con el castellano, es por que el recuerdo del feliz tiempo en que aprendía a hablar se presenta con mucha fuerza. Es el recuerdo de la madre y sus enseñanzas. 

18 de Febrero de 2.014.

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