Por Crístian Ramón Verduc
09/09/2014
"No termino de admirarte... ¡Cómo has cambiado, Santiago!"

"No termino de admirarte... ¡Cómo has cambiado, Santiago!" decía Don Fortunato Juárez en la zamba Soy Santiagueño que Vuelve, creada por este gran loretano hace décadas. En la misma estrofa comenta que ya no llega el tren desde La Banda, no hay ni un sunchal junto al Río Dulce, ni está la Acequia Real. 

La letra de un tema musical puede ser testimonio válido sobre determinado momento histórico de un lugar. En este caso, la ciudad de Santiago del Estero de la década de 1.980, cuando hacía años habían entubado la acequia de la Avenida Belgrano; los bajos linderos al Río Dulce en dirección del Parque Aguirre, otrora un arenal cubierto de sunchos, había sido parquizado y sembrado de casuarinas. El tren que llevaba pasajeros desde la estación de la calle Perú hacia La Banda ya no cumplía ese servicio de ida y vuelta coincidiendo con la hora de llegada de trenes desde Buenos Aires o Tucumán en la estación bandeña. 

Las transformaciones son permanentes en las ciudades; en unas más, en otras no tanto; incluso en la misma ciudad o pueblo, los cambios pueden ser de mayor o menor envergadura según diversos factores. Para los habitantes permanentes de los centros poblados, los cambios son poco perceptibles, especialmente si se trata de obras a las que la gente acompaña en su proceso de construcción. Para quien se ausenta por un cierto tiempo, los cambios en el paisaje urbano son impactantes. 

En los últimos años, los habitantes permanentes de la ciudad de Santiago del Estero han observado a diario nuevas construcciones, reformas en algunas plazas y parques, especialmente en la Plaza Libertad. Es más que llamativo el conjunto de edificios en torre llamado Complejo Juan Felipe Ibarra, que cuenta con el edificio más alto del Noroeste Argentino. 

Casi sin darnos cuenta, las calles se han ido llenando de vehículos de toda laya, como ocurre en otras ciudades del mundo. Ya no se puede andar confiado "como antes"; es tanta la gente y los vehículos en la zona céntrica, que hay que tener cuidado para no chocar ni ser chocado. Como decimos en Santiago, los peatones andamos "pechadiándonos". 

A muchos nos invade la nostalgia y, al igual que Don Fortunato, recordamos la acequia de la Avenida Belgrano, las peñas folclóricas en El Rancho i´ Mama, El Rincón de los Artistas, los cines en el centro, la tranquilidad que hacía del sonido de una sirena toda una novedad, etc. 

En estos últimos tiempos comenzó a comentarse la posibilidad de que la ciudad de Santiago del Estero sea Capital Federal. Comenzaron a circular todo tipo de comentarios: Desde infelices comentarios negativos de gente que no es de Santiago hasta la euforia de santiagueños llevados por el orgullo de ver al pago premiado con tal distinción. 

En medio de todas esas palabras y sentimientos que se entrecruzan, hay también gente que procura ver a este nuevo posible cambio con la mayor objetividad posible. El crecimiento desproporcionado de nuestro país, causado en gran aprte por la concentración centralista en Buenos Aires, no es nada nuevo ni desconocido. La necesidad de buscar un equilibrio en algún momento es evidente. Lo expresado por una autoridad administrativa en el sentido de que es necesario llevar la Capital al centro del país, es aceptable. 

Los santiagueños que quedamos calmos ante la impactante novedad, nos mantenemos conscientes de que es necesario pensar el país como tal, como un conjunto de provincias hermanadas y bregando por el bien común. Si llevamos la Capital al Sur del país, se torna lejana para las provincias norteñas. Lo mejor sería una ubicación geográficamente central, equidistante. 

Unos kilómetros al Sur de la ciudad de Córdoba, hay un monolito que marca el punto central del país, teniendo en cuenta sus puntos extremos hacia los cuatro rumbos. La ciudad grande más cercana a este monolito es la ciudad de Córdoba. 

Santiago del Estero es Madre de Ciudades, la Corona de España la nominó Muy Noble y Leal. Son méritos que justificarían el otorgamiento de un premio. Claro que el ser Capital Nacional, podría considerarse un premio o no; habría que esperar por los resultados unos años después de concretarse tal cambio. 

Los santiagueños tradicionales añoran tiempos pasados, como quien añora su propia juventud. Un hecho concreto es que el pasado no vuelve y la vida avanza inexorable, con sus cambios para bien y para mal.
En lo que como ciudadanos podemos manejar, tenemos que estar calmos, pensar objetivamente y procurando el bien común, evitando exitismos y egoísmos. 

Santiago del Estero está cambiando permanentemente, en forma cotidiana, desde el momento mismo de su fundación. Vamos a seguir hacia adelante, pues el tiempo no retrocede, pero podemos dirigir ese avance, para que no seamos víctimas de nosotros mismos y para no perjudicar a las generaciones futuras. 

Nuestro pago es grande e importante, especialmente por su riqueza cultural, que debemos preservar y acrecentar. 

Santiago está muy lindo. 

09 de Septiembre de 2.014.

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