Por Crístian Ramón Verduc
17/04/2007

              Los europeos, acostumbrados a recibir productos novedosos de La India, cuando sus expedicionarios regresaron con la noticia de haber encontrado nuevas tierras, con fauna y flora asombrosas, llamaron a nuestro continente Indias Occidentales, para luego denominarlo América. A los habitantes originarios del continente americano los llamaron indios, aún después de reconocer su error inicial en cuanto a que estos pagos no tenían nada que ver con La India. Gracias a América, el resto del mundo conoció, entre muchas otras cosas, el maíz, la papa, la batata, el cacao, la llama, la vicuña, la alpaca, el guanaco, la vizcacha, el tapir, el carpincho... En algunos casos aceptaron el nombre original de cada especie. En otros, idearon formas muy particulares para nomenclar las especies. Por ejemplo, domesticado el ckoy, fué llamado “conejillo de Indias” por los españoles. La tuna fué llamada “Indian fig” por los ingleses y “figo da India” por los portugueses. En ambos casos están diciendo “higo de La India”. La papa salvó del hambre a europeos y asiáticos. El cacao enriqueció a muchos suizos y alemanes. Una vez adueñados los europeos de todo el continente y diezmados los “indios” hasta casi desaparecer, con la incorporación de africanos esclavizados y la mezcla de las tres sangres, surgieron distintas variantes de criollos, según las regiones. Eran criollos los gobernantes que facilitaron grandes oleadas inmigratorias europeas en América, “para mejorar la raza” y también para recibir a fugitivos de las guerras y hambrunas del desgastado continente de los reyes, guerreros y banqueros. Sería extenso referirnos a las miles de toneladas de oro, plata y otros minerales quitados al suelo americano para sostener el extraño modo de vida europeo. También sería arduo imaginar la pobreza en la cocina sin los alimentos americanos.
              El 22 de Abril de 1.500, la flota comandada por el portugués Pedro Álvares Cabral, llegó a una isla que hasta hoy mantiene el nombre dado por Cabral: Porto Seguro. Un árbol de estas tierras era el “pau-brasil”, que fuera explotado hasta su extinción para extraer tintura roja. La abundancia del palo brasil llevó a los portugueses a llamar a esta parte del continente “Tierras del Brasil”. Brasil es una palabra del portugués antiguo que define al brasero (recipiente con brasas). Los naturales de estas tierras cortaban pau brasil para entregar a los expedicionarios europeos a cambio de peines, espejos rotos, retazos de hilos o telas y otras baratijas. Los portugueses también pagaban con hachas de metal que, de paso, servían para acrecentar la colecta del árbol de madera roja. Cuando los europeos pretendieron obligarlos a desmontar para luego plantar, los indios se rebelaron, razón por la que fueron diezmados y reemplazados por africanos. Porto Seguro es actualmente un lugar turístico en el estado de Bahía.
              El paisano santiagueño, con sangre indígena y española, conservó de los ancestros incaicos la lengua quichua, las comidas y las normas de conducta que ordenan no ser ladrón, ni mentiroso, ni perezoso (Ama súa, ama llulla, ama ckella). Don Andrés Chazarreta, de a caballo por los montes, salitrales y pueblos de Santiago, recopiló y difundió gran parte del canto, la música y la danza de esos criollos quichuistas, llevando al disco y a los grandes escenarios la expresión del aborigen santiagueño. Cuando el Patriarca del Folclore Argentino falleció en Santiago del Estero, el 24 de Abril de 1.960, ya había podido ver cómo el canto nativo se imponía en todo el país, que cantaba temas salteños y santiagueños, al tiempo que las coreografías que él aprendió de nuestros bailarines sacheros se utilizaban en toda la Argentina.
              El indio, denominado de manera errónea e impropia, expulsado de los territorios donde vivía, despreciado por sus descendientes mestizos, por los visitantes no invitados, por los invasores y por los refugiados hambrientos, sobrevive en un estado parecido al precolombino en unos pocos rincones donde fué confinado. Eso sí, es evocado en numerosos libros, poemas y artículos. También se canta a los pueblos originarios de América en diversos ritmos. Dice Peteco Carabajal en una chacarera de su autoría:
                                                  “Es tiempo de estar despiertos
                                                    no repitamos la historia.
                                                    Nosotros, los argentinos,
                                                    somos los indios de ahora.”


17 de Abril de 2.007.
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