Por Crístian Ramón Verduc
24/03/2015
Si habré bebido estrellas que a mi vaso bajaban, en las noches de amigos, patio, copla y guitarra.

“Si habré bebido estrellas que a mi vaso bajaban, en las noches de amigos, patio, copla y guitarra.” Pablo Raúl Trullenque supo expresar en versos las mágicas situaciones que se pueden dar en los momentos de vida simple y espiritual, libre de preocupaciones materialistas. 

En este final de Verano y tímida llegada del Otoño, siguen dándose los encuentros amistosos a la luz de las estrellas, ya que la Luna Nueva anda del brazo con el Sol. Quilla e Inti viven su romance con el galanteo cercano de cada cuatro semanas. 

Mientras que anajpi, arriba, en el cielo, los astros hacen su fiesta ocultándose discretamente detrás de las nubes cada tanto, en los patios santiagueños siguen ocurriendo los encuentros guitarreros para celebrar la vida. En esos tincunacuycuna de amigos, al son de las guitarras se van soltando los versos como granos de maíz, para que muchos de ellos germinen en nuevas creaciones cancioneras. Ese desgranar de coplas en un patio suele darse especialmente en Verano, pero se estira hasta bien entrado el Otoño, pues el clima de nuestra tierra nos regala buenas temperaturas aún en épocas en que otros lugares están trémulos de frío. 

Cuando el frío llegue, las guitarreadas continuarán bajo un cielo bajo, construido por el hombre, ya no bajo el techo de estrellas que nos deslumbra. El romántico cantor o músico va adaptándose a los cambios que se producen cada año, con tal de no dejar sus buenas costumbres como lo son el patio compartido y las serenatas.
La serenata es una costumbre europea adaptada a nuestro medio. Los memoriosos recuerdan las noches de serenata al son de vals y canciones en algunas ciudades, o de vidalas en muchos lugares de nuestra provincia. La serenata europea tuvo como origen el galanteo a una moza, al pie de su balcón en horas finales del día. 

Nuestras serenatas tienen varios posibles destinatarios y son muy amplias en cuanto a horarios, casi siempre nocturnos. 

Muchos de nuestros cantores guardan en su memoria grandes experiencias serenateras y no está de más evocar algunas. Don Sixto Palavecino recordaba que una noche fue despertado por el cantar de varias voces interpretando una chacarera cerca de la ventana de su dormitorio que daba al jardín. Se levantó diciendo una humorada a los cantores, para recién reparar que eran grandes figuras nacionales que se habían unido en serenata, después de haber actuado en un festival folclórico de nuestra ciudad. 

También cuenta Héctor Laitán que en una ocasión había invitado a Don Sixto para dar una serenata, ya que estaban compartiendo una guitarreada y coincidía con un acontecimiento del amigo Carlos Olivera. Don Sixto le confió que nunca había dado una serenata, pero que en esta ocasión, por tratarse de un afecto importante de un amigo muy querido y respetado, tocaría su violín a la ventana de Olivera. Hasta donde conocemos, fue la única serenata que dio Don Sixto, en una noche inolvidable. 

Hay quien fue a dar una serenata a una persona querida cuyo domicilio no conocía con exactitud; acabó cantando a la ventana de una familia que vivía a una cuadra de distancia de la persona que debía recibir el homenaje. Los receptores de la inesperada ofrenda cancionera quedaron agradecidos. 

Hubo también una guitarreada en la ciudad de Santiago que derivó en una serie breve de serenatas. El recorrido fue breve por que uno de los cantores decidió que todo el grupo viajase en vehículos particulares hasta una Villa del interior provincial, donde cantarían en homenaje a personas queridas. Allí fueron, y volvieron en horas de la tarde por causa de los agasajos de los que fueron objeto. 

En la clásica serenata europea, el enamorado cantaba o llevaba un cantor que lo representase y rendía un homenaje cancionero a la mujer amada, con una bella interpretación musical romántica al pie del balcón de la destinataria del canto vespertino. Ella entreabría la ventana para hacer saber que estaba escuchando y, terminado el canto, se asomaba apenas para agradecer. El enamorado y sus acompañantes se retiraban entonces, satisfechos por el gran paso dado en el camino para conquistar un corazón. 

Hoy, en nuestros pagos, las serenatas tienen otras características. Puede ir una persona sola para tocar un instrumento y cantar, o puede ir con un grupo de amigos. La persona destinataria entreabre la ventana durante el primer tema musical y, al finalizar el mismo, puede agradecer e invitar a los músicos a entrar para compartir una mesa preparada rápidamente y más música, o puede disculparse por no poder invitarlos a entrar. 

A su vez, el cantor o grupo de músicos y cantores puede aceptar la invitación para entrar, o no. Si no acepta, puede ser por que ya debe volver a su casa o por que quiere seguir con una serie de serenatas. Está el caso de un grupo cancionero que recordó en ese momento que era día de cumpleaños de un amigo residente en un pueblo del campo. Como era esperable, decidieron viajar los kilómetros que los separaban del ser querido.
Al pasar por la ciudad de La Banda cargaron combustible en cantidad suficiente para la ida, el regreso y una reserva por las dudas. A los pocos kilómetros de viaje se acabó el pavimento de la ruta al entrar en un camino secundario, de tierra, polvoriento, lleno de agujeros y con el monte pugnando por recuperar el terreno que le fuera arrebatado por el camino. 

Las alegres conversaciones callaron bruscamente un instante después que el cansado motor del vehículo. Comenzó la larga tarea de procurar detectar la falla e idear una solución, todo sin experiencia en la reparación de automotores. Con las manos y la ropa sucias, ya se insinuaba el amanecer cuando decidieron esperar el día para caminar hacia el poblado más cercano en busca de ayuda. 

En ese momento, a lo lejos apareció la polvareda de un vehículo avanzando hacia ellos. Eran agricultores que llevaban parte de su producción hacia el pueblo. Los hombres de campo, solidarios y acostumbrados a solucionar problemas mecánicos en esas inmensidades, en pocos minutos hicieron funcionar el vehículo de los serenateros.
Después de tanto recorrido, había que llegar a visitar a quien querían sorprender gratamente con una serenata, así que recorrieron la legua que faltaba. En casa del amigo, bajaron con sus instrumentos, prontos para compartir la música con quien cumplía años. Iban a dar una sorpresa y fueron sorprendidos, pues el amigo había viajado el día anterior hacia Buenos Aires. 

Los patios y caminos de nuestros pagos guardan experiencias de vida muy valiosas, tanto de momentos en que la gente produce bienes necesarios para el desarrollo material de la comunidad, como cuando la misma gente decide encarar aventuras cancioneras o, simplemente, compartir la mesa con sus amigos. 

Cuando una guitarra comienza con un rasguido, empiezan a desplegarse como un gran abanico los recuerdos del canto compartido, de la mesa inundada de cielo y las ventanas acariciadas de canto serenatero. 

24 de Marzo de 2.015.

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