Por Crístian Ramón Verduc
14/04/2015
Caru pampa sonckoyquipi, munayniyta tarporani. Pockoyninta pállaj 'rispa, quishcallata tarerani

Cuando escuchamos a Don Sixto Palavecino cantando la primera estrofa de la chacarera La Pampa Llajta, además de encontrarnos con una copla popular totalmente en quichua, nos encontramos con una endecha amorosa y un pensamiento lógico. 

La traducción de la copla sería: “En el lejano campo de tu corazón, mi amor sembré. Yendo (Cuando fui) a recoger su fruto, espinas nomás hallé.” 

Es lógico pensar que si uno ha sembrado algo, espera recolectar luego un resultado acorde con lo que hizo antes. Lamentablemente, en la vida no siempre es así. 

Hay dichos y refranes que nos advierten sobre los posibles resultados que generan nuestras acciones. Uno de ellos: “Quien siembra tormentas, cosecha tempestades.” Debemos ser cuidadosos para no esparcir males. Si no lo hacemos por bondad, debemos guiarnos por la autoprotección, pues corremos el riesgo de que el mal hecho nos arroje resultados nefastos. 

Cada Domingo, al comienzo de nuestra audición de radio, decimos “Ama súa, ama llulla, ama ckella” (No robes, no mientas, no tengas pereza). Esta exhortación y enunciado de una norma de conducta, tiene implícita una advertencia: “… por que las consecuencias no serán buenas.” 

Hay distintos tipos de siembra. La más conocida es la siembra de semillas, con la esperanza de que crezcan plantas que darán raíces, tallos, hojas, flores, frutos y semillas. 

En la provincia de Tucumán, así como ocurría antes en Santiago del Estero, se cultiva la caña de azúcar para cosechar su tallo, el que será exprimido para utilizar su jugo, del que se elabora azúcar. 

En nuestra provincia se cultiva la acelga, la lechuga y otras hortalizas cuyas hojas son alimenticias. Las flores que se cultivan suelen ser ornamentales. Algunos de los frutos que son cultivados en los campos santiagueños son cucurbitáceas (zapallo, melón, sandía, anco, calabaza). Entre las semillas cultivadas están el trigo, el maíz, el sorgo, la soja y el girasol. Las raíces que se aprovechan son la de la zanahoria, el nabo, la remolacha, etc.
Éstas son las siembras que se hacen en la tierra. Cuando se sueltan pequeños peces en un cuerpo de agua con fines utilitarios, también se dice que es una siembra. 

Hay otras siembras que son más sólidas que lo material, aunque parezcan etéreas, intangibles. Uno puede sembrar un rumor para construir o destruir una buena o mala siembra del tipo cultural, moral o intelectual. Toda siembra está expuesta a diversos ataques externos, los que llegan como granizadas o como mangas de langostas. También es peligroso para las siembras culturales, al igual que para las siembras tradicionales, la entrada de alguna enfermedad, la que puede destruir el sembradío desde adentro. 

Las siembras culturales pueden ser atacadas desde afuera con el ánimo de destruirlas. Las plagas que suelen atacar a estos cultivos suelen ser: La maledicencia, la sospecha, la atracción hacia los emprendedores mediante ofertas tentadoras, etc. Así como las plantas bien protegidas y fuertes aguantan cualquier tormenta, los movimientos culturales pueden soportar cualquier embate desde la fortaleza que le proporciona la claridad de objetivos y la fidelidad hacia los mismos. 

También hay males más destructivos, mortales, que atacan a los cultivos desde adentro. Son virus o tumores que matan plantas y animales. Son difíciles de detectar y luego muy difíciles de extirpar, pues al extraerlos podemos destruir partes vitales de los organismos afectados. 

Un país necesita mantenerse íntegro como organismo. Su integridad cultural es imprescindible. Es indispensable conservar la identidad para no ser blanco fácil de los avances colonialistas. Nuestro país ha sido atacado e invadido en tiempos pasados. Eso lo aprendemos en la escuela. Esos ataques, parecidos a la invasión de mala hierba o al castigo brutal de las tormentas a los sembrados, han sido superados en cada ocasión de un modo u otro. 

Lo que resulta eficaz para el invasor es el avance persistente y poco perceptible sobre la cultura y la identidad nacional. La invasión extranjerizante ataca todos los días con modas en la ropa, en los diversos productos que manda consumir comprando a ellos mismos, en la memoria histórica del pueblo, en el gusto musical de la población y en el lenguaje. 

El idioma oficial de nuestro país es el castellano, aunque se reconoce la validez de los idiomas originarios que sobreviven pese a las tempestades. El quichua está siendo objeto de valoración en toda la Argentina.
Tanto el idioma como el gusto musical de la población están siendo manejados desde Buenos Aires, utilizando para ello los medios de difusión masiva. Por estos medios inducen a gente culturalmente vulnerable para que adopten hábitos ajenos, olvidando poco a poco la propia identidad como pueblo. El castellano está siendo invadido en forma cotidiana, con el uso de expresiones inglesas para reemplazar al castellano. 

Santiago del Estero tiene una muy bien ganada fama de provincia tradicionalista y folclórica. El quichua forma parte de nuestro saber popular. Las prohibiciones contra el habla quichua tuvieron un resultado relativo. Las modas musicales pasan, mientras que el canto criollo santiagueño continuó vigente y con buena aceptación en todo el país. 

Los ataques externos, las tormentas destructoras, no consiguieron destruir la siembra de nuestros mayores. Eso llevó a los invasores a utilizar los virus que debilitan cualquier defensa orgánica. La música nacional dejó de ser, al menos desde el punto de vista oficial y de los medios de difusión mayoritario, la música criolla, para dar lugar a un género que tiene nombre en inglés. 

El vocabulario cotidiano está invadido por palabras y frases inglesas, las que son recibidas con beneplácito por los menos preparados culturalmente. El folclore criollo ha sido infectado con formas de interpretación muy cercanas a lo anglo, lo que incluye la compra de una gran cantidad de instrumentos importados. 

La lengua quichua está siendo objeto de ataques desde adentro, con la siembra de la desidia en quienes podrían ser defensores firmes de la identidad nacional y deslumbrando con sonidos extraños a los culturalmente débiles.
Debemos redoblar esfuerzos para cuidar de nuestro idioma y de nuestra identidad. Si seguimos permitiendo la entrada del invasor, cada día nos veremos más despojados cultural y materialmente. 

No tengamos pereza para impedir que nos sigan robando. No permitamos que nos mientan, diciendo que lo ajeno es moderno y que lo nuestro es viejo, aburrido, que no da rédito. 

El beneficio esperado por quien siembra ideales, consiste en que esos ideales se mantengan fuertes. Cada día debemos recordar que, si abrazamos el camino de la preservación de la lengua quichua y de nuestra identidad, tenemos que repetirnos: No al robo, no a la mentira, no a la pereza. Con esa convicción, podemos seguir sembrando esperanzados, pues la cosecha será buena. 

14 de Abril de 2.015.

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