Por Crístian Ramón Verduc
03/11/2015
“Aquí me pongo a cantar/ al compás de la vigüela...”

“Aquí me pongo a cantar/ al compás de la vigüela...” ¿Quién en nuestro país no podría identificar estos dos versos y completar la estrofa? Ojalá que todos los habitantes entiendan a primera vista que es el comienzo de El Gaucho Martín Fierro.

Entramos en Noviembre, el mes de la Tradición. Es tiempo de recordar con todo el respeto y admiración al escritor, guerrero, político, periodista y poeta José Hernández. Dentro de una semana se cumplirán 181 años del nacimiento del autor del mayor poema criollo argentino, con proyección internacional.

En 1.872, sorprendió a los lectores de Buenos Aires y poco a poco a los de todo el país, con la publicación de la que sería la primera parte de la obra cumbre de la literatura gauchesca. El comienzo de la obra ya nos da una idea de cuál es el propósito del autor: Mostrar cuáles eran las penurias de los gauchos argentinos y cuáles debían ser las soluciones. Por pedido de sus amigos y por la enorme repercusión que tuvo El Gaucho Martín Fierro, siete años después publicó La Vuelta de Martín Fierro, que viene a completar la obra que popularmente llamamos El Martín Fierro.

En 1.939 fue implementado oficialmente el 10 de Noviembre como Día de la Tradición en la provincia de Buenos Aires, en homenaje al natalicio de José Hernández. En 1.975, el mismo día pasó a ser Día de la Tradición a nivel nacional. El sentido del canto tradicional está enunciado en la primera estrofa de El Gaucho Martín Fierro: Quien canta en busca de consuelo para sus penas, no lo hace con intenciones comerciales, sino específicamente para sentirse bien.

Lo hace al compás de la guitarra, a la que el paisano solía llamar vigüela por causa de la vihuela, instrumento muy parecido a la guitarra, que fue tocado en Europa y en América. Tocar la guitarra y cantar, sin otra finalidad que la de tocar y cantar, es algo que hace mejorar el estado de ánimo del ser humano. Ya lo dice Atahualpa Yupanqui al referirse a “la encordada” que había en su casa natal: “Según el canto y la hora, quedaba el alma sobada”. En este caso, el gaucho utiliza “sobar” por masajear o, mejor aún, acariciar.

Cuando el cantor tradicional ha conseguido crear o interpretar canciones a las que siente agradables, quiere compartirlas con la gente, o también busca que su canto se escuche en busca de afecto, admiración y reconocimiento, algo de saciedad para su hambre de cariño. El cantor tradicional que se siente pleno por el solo hecho de cantar, no anda por detrás del necesario dinero; lo recibe si le es dado como reconocimiento a su talento, pero no lo busca; no enajena su cantar.

El cantor tradicional, que canta para ser escuchado por sus conocidos, no deja de aspirar a los grandes escenarios, pero se niega a salir de la huella que en algún momento se impuso. Le basta con el reconocimiento y cariño de sus conocidos; no se ha de torcer musicalmente por unas pocas monedas más. Esa actitud no es exclusiva del canto, sino que lo es en todos los aspectos de la vida del criollo auténtico, el que es soñador, espiritual, el que es tildado de poco práctico.

En el poema de José Hernández, Martín Fierro personifica al gaucho idealista, el que pone todo su corazón en cada cosa que encara, el que es capaz de llorar por alejarse del terruño, el que es capaz de perdonar a la mujer que se ha ido, el que se juega por un amigo, el que da consejos sanos, consejos de amigo. Por boca de un hijo de Fierro, en la segunda parte del poema aparece un fuerte personaje: El Viejo Vizcacha. Es la personificación del materialista, del aprovechador, del calculador, es la antítesis de Martín Fierro. Pretende enseñar a no afligirse “aunque el mundo se desplome”, sin preocuparse por nadie.

Según el viejo, hay que andar sobre seguro, evitando a los pobres, acercándose a los poderosos para ponerse a su servicio y así sacar ventaja. Como nadie es totalmente malo, el Viejo Vizcacha también aconseja no envidiar, por que es algo muy triste. Enseguida sugiere nuevamente que cada cual debe ocuparse de lo suyo (“cada lechón en su teta”). Además de personificar el materialismo, el viejo pregona el individualismo.

Por su parte, Martín Fierro se muestra emotivo, soñador y hasta crédulo en su juventud. Cuando es llevado a la frontera para servir a la Patria, va llevando su mejor caballo y en general lo mejor de su casa. Por eso manifiesta: “A mi china la dejé medio desnuda ese día”. Todo fuese por brindarse entero en bien de la Patria. El gaucho puede pecar de confiado, pero también sabe entender lo que ve. Aunque sea a la larga, llega a la conclusión de que “aquello no era servicio” por causa de los abusos de los jefes, que incurren en el uso indebido de los recursos del Estado.

Lamentablemente, toda denuncia de Martín Fierro es amplia y de larga vigencia sin resolverse, por eso en algún momento dice que se trata de “un botón de pluma que no hay quién lo desenriede”. Han pasado ciento treinta y seis años desde que se conociera el Martín Fierro completo. Su clamor sigue vigente, el gaucho aún sigue diciéndonos “cosas que naides contó”, y lo dice “para bien de todos”.

Entramos en el mes de Noviembre. El diez de este mes es Día de la Tradición y será la ocasión para los homenajes centrales. Es bueno evocar especialmente a José Hernández y su Martín Fierro durante todo el mes y ¿por qué no? durante todo el año. El mejor homenaje a José Hernández – Martín Fierro sería obrar como tradicionalistas, como gauchos dispuestos siempre a tender la mano amiga, como lo demuestran Fierro y Cruz, por ejemplo.

No dejar de lado la rebeldía ante hechos que la provocan, pero evitando en lo posible la violencia. Es obligación de la gente criolla mantener los valores tradicionales, conservar vivas la solidaridad, los valores de familia, el sentido de amistad y el amor a la Patria. Desde nuestra lucha permanente para rescatar y difundir el quichua y demás valores tradicionales, adherimos a los homenajes que se brindarán durante este mes al poeta criollo y su “hijo” gaucho. Vamos a bregar denodadamente para que los valores humanos que hacen a la tradición sean una parte firme en el modo de ser de nuestra gente.

“Atincu huanchis amuyta/ ñanmanta maa lau ‘ruacuni./ Llampu sancka, llampu cani;/ sinchi cani sinchi sancka./ Mana pipas utckapecka/ ckaahuancka titubeajtacka”. (No me hago a un lao de la huella/ ni aunque vengan degollando./ Con los blandos yo soy blando/ y soy duro con los duros,/ y ninguno en un apuro/ me ha visto andar “tutubiando”).

03 de Noviembre de 2.015.

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