Por Crístian Ramón Verduc
12/07/2016
“Cuidado con la palabra”

nos advierte Elpidio Herrera cantando una letra de Pablo Raúl Trullenque. Es muy fácil soltar palabras, habladas o escritas; sostener esas palabras con los hechos, en ocasiones es otra cosa.

Vivimos diciendo que somos quichua munajcuna (amantes del quichua) y ello es muy lindo; habla de una actitud loable, pues estamos manifestando amor por un habla regional que se encuentra amenazada y atacada de diversos modos y prácticamente por todos los lados posibles.

Mucha gente que ha podido hacer uso de la palabra, nos ha dicho repetidas veces que el quichua llegó al Noroeste de nuestro país procedente del Perú; unos dicen que ha llegado en palabras de los yanaconas que acompañaban a los conquistadores españoles, otros agregan que la acción evangelizadora de los sacerdotes católicos habría afianzado el quichua de los “indios amigos”, al predicar en el idioma traído del Perú; otros afirman que al llegar los españoles, ya se hablaba quichua en toda la región, por acción del Tahuantinsuyu, que se habría extendido hasta esta parte del continente.

Es evidente que antes de la llegada del habla de los Incas, en nuestra provincia había gente que tenía otros modos de hablar. De la superposición del idioma incaico sobre las lenguas comarcanas, más alguna incorporación de palabras del castellano, resultó la forma particular que tenemos en Santiago del Estero, a la que llamamos quichua, así como decían nuestros mayores desde hace siglos. Ellos decían indistintamente “el quichua” (idioma) o "la quichua" (lengua). En casi todas las otras regiones de América del Sur donde se hablan las distintas variantes del idioma incaico se dice “quechua”, excepto en Ecuador, donde también se dice quichua, según palabras de estudiosos.

Procurando cuidar la palabra que se suelta, recordamos que nos han dicho muchas veces que el idioma era inicialmente trivocálico, pues no utilizaban las letras E y O, por eso no deja de llamar la atención la insistencia en cuanto al uso de la E, justamente en el nombre del idioma que no tenía esa vocal fuerte. El hablante santiagueño dice quichua y no quechua.

Hace pocos días, entre las actividades previas a los festejos por el bicentenario de la Declaración de la Independencia Argentina, un grupo de vidaleros santiagueños se expresó en la plaza San Martín de la ciudad de San Miguel de Tucumán, hablando y cantando en quichua y castellano. Durante todo este mes, especialmente en los días cercanos al 9 de Julio, se habla de la Independencia, diciendo en muchos casos que la misma es un proceso iniciado en 1810 y 1816, que aún debemos continuarlo, hasta lograr que la palabra sea un fiel reflejo de la realidad.

Todos los días se han escuchado y leído bonitas palabras referidas a nuestra Independencia. Es muy bueno que se tome conciencia de que es necesario lograr la Independencia, pues el siguiente paso sería el encarar acciones para ello.

En sucesivos usos de la palabra en forma de discursos, libros, leyes y decretos, nuestro país ha sido definido como una república libre, independiente, soberana, democrática, federal, respetuosa de los regionalismos, integradora de sus ciudadanos y gente de todo el mundo que quiera habitar el suelo argentino. Quienes tienen la palabra autorizada para hablar de república y democracia, suelen poner en duda la veracidad de tales afirmaciones, al comparar nuestra realidad con lo que debería ser un estado republicano y con lo que sería el verdadero gobierno del pueblo y por el pueblo. Ellos tienen la palabra y saben de qué hablan.

Los Diputados al Congreso de Tucumán en 1816 han declarado que nuestro país pasaba a ser independiente de España y de toda otra dominación extranjera. Nosotros, quienes vivimos en los tiempos actuales, repetimos de un modo u otro tales palabras como expresión de deseos. Muchas veces esas lindas palabras son desmentidas por los hechos. Un caso extremo de dominación extranjera es la ocupación de parte de nuestro territorio por una potencia militar y comercial, no tanto por la ocupación misma, hecho detestable por cierto, sino por la actitud de muchos de nuestros compatriotas, que continúan considerando poco menos que una falta de respeto todo intento de recuperación de lo que nos ha sido robado y denostan contra los ex combatientes de nuestras Islas Malvinas. Hay entre nosotros quienes no disimulan su deseo de ser lacayos de los anglos. Lo demuestran a diario, no sólo hablando a favor de la ocupación inglesa de nuestras islas y lamentando el rechazo a los ingleses en las invasiones de 1806 y 1807, sino agregando vocablos ingleses a su habla cotidiana sin necesidad alguna. Una cosa es enriquecer el idioma que hablamos con palabras que no tenemos y otra muy distinta es ayudar a invadirlo con vocablos extraños, especialmente de quien tiene invadido un pedazo de nuestro territorio.

Muchos, por no decir todos, los medios de difusión masiva hacen su campaña contra el castellano y los regionalismos, utilizando un modo de hablar copiado unos de otros, con la grosera sustitución de palabras castellanas o criollas por palabras inglesas y difundiendo, con agobiante persistencia, canciones en inglés.

Bien podemos afirmar que el arte no debe tener fronteras ni discriminación por razones ajenas al arte mismo y son lindas palabras, dignas de ser confirmadas por los hechos. Lástima que la realidad nos muestra cómo los que manejan con su martilleo sonoro el gusto de las grandes masas humanas llevan a una gran cantidad de gente, que posiblemente para ellos tienen solamente el valor de posibles compradores, hacia la negación de sus regionalismos. En muchos casos, la negación de lo nuestro nos es presentada como un paso evolutivo de nuestras expresiones tradicionales, incluida el habla, cuando en realidad nos están empujando hacia atrás, hacia el redil donde seremos aún más manejados por el comerciante de tierras lejanas, con intereses ajenos a lo nuestro.

Ya estamos en el mes de Julio, acaba de pasar la esperada fecha del Bicentenario de la Declaración de la Independencia y estamos cada vez más dentro de los festejos por el 463 aniversario de la fundación española de la ciudad de Santiago del Estero. Los que tienen la palabra, dicen unos que el quichua estaba aquí antes que los españoles, otros dicen que ha llegado junto con los conquistadores. En ambos casos se está reconociendo que el quichua vive en nuestro territorio desde hace más de cuatro siglos y medio. La realidad nos dice que el quichua está vivo en la palabra de mucha gente de nuestra provincia.

“Upallas ánchoj carani, túcuy despreciaptincuna” (Corrido por el desprecio, callado me retiraba) decía hace más de medio siglo Don Sixto Palavecino en la chacarera Penckacus Cáusaj Carani (Avergonzado Vivía). En la chacarera Quichuizar al Mundo dice: “Yo no pretendo que el quichua sobrepase a los demás, pero tampoco sea menos: Debe estar de igual a igual.”

Por lo que parece este año, en los festejos de la ciudad más antigua de nuestro país, el quichua volverá a estar relegado a las periferias. Ojalá no sea así, pero el panorama se muestra poco alentador una vez más.

Los santiagueños también estamos en el mes del Bicentenario de la Independencia (bonitas palabras) y esperamos a los visitantes que quieren ver el Santiago del Estero auténtico. Estamos tratando de que se sientan como en su casa, viendo y escuchando lo mismo que en sus lugares de origen, no vaya a ser que descubran que entre nosotros viven criollos bilingües.

12 de Julio de 2016.

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