Por Crístian Ramón Verduc
01/08/2017
¿Cuánto rinde el trabajo de dos personas?

Es una pregunta simple y que podría tener una rápida y simple respuesta: El doble que el de una persona sola. El trabajo individual es rendidor cuando es bien hecho, con la técnica adecuada y con buena voluntad, especialmente cuando se ejecuta una tarea agradable, una labor que a uno le agrada. Puede ocurrir que uno tenga la suerte de tener en la vida la misión de hacer una tarea que le resultaba agradable desde antes de comenzar, una tarea que desde tiempo antes había deseado realizar. También puede ser que uno tenga la capacidad de adaptación necesaria para que, si no está haciendo lo que a uno le gustaba, por lo menos aprenda a gustar de lo que le toca hacer.

En muchos casos, para visualizar un posible ideal de convivencia para formar una comunidad productiva, pequeña o grande, se toma como ejemplo a las abejas. Las abejas son para la mayoría de nosotros un ejemplo de sociedad laboriosa y organizada. En general, hay algo de conocimiento sobre la vida de las abejas y bastantes creencias arraigadas, acertadas en la mayoría de los casos.

Las abejas domésticas son insectos himenópteros. Esto significa que poseen dos pares de alas membranosas. Entre los himenópteros encontramos abejas, avispas, hormigas, etc. El animalito que llamamos abeja doméstica es originaria de África, Europa y Oeste de Asia. La introducción de abejas domésticas al Río de la Plata es atribuida a Bernardino Rivadavia, que instaló colmenas en Colonia del Sacramento (Uruguay) en 1.834. Años después fueron llegando más abejas traídas desde Europa por otros apicultores.

Las abejas forman grandes familias, en las que no todos los individuos son iguales, sino que están diferenciados por particularidades físicas y por la función que cumplen en la colmena. Una colonia de abejas está compuesta por miles de individuos. Entre esa multitud, se destaca una que vendría a ser la madre de la colonia, a la que se ha dado en llamar “reina”. La llamada abeja reina tiene la dura tarea de poner grandes cantidades de huevos, al tiempo que otorga a toda su familia el olor característico de la misma. Pasa sus días rodeada de un séquito de obreras que le brindan todas las atenciones necesarias para que la reina tenga como única ocupación la postura de huevos. Así se aseguran de que la colmena esté bien poblada, sea numerosa y, llegado el momento, pueda dividirse para enviar nuevas familias que expandirán la especie por el mundo.

La reina es una abeja hembra que antes de nacer ha sido designada para tal función, y para ello se le ha construido una celda diferente a las de las futuras obreras y, al salir del huevo, ha recibido una alimentación distinta a la de los demás integrantes de la colmena. Esos factores son determinantes para otorgarle el tamaño, la capacidad de aparearse y concebir crías y una expectativa de vida mayor que la de las obreras y zánganos.
Las obreras son la absoluta mayoría de pobladores de una colmena. Son abejas de sexo femenino que no tienen la posibilidad de aparearse ni de procrear como la reina. Según los estudiosos, las obreras de una colmena reciben de la reina una sustancia que las inhibe de poner huevos.
Las obreras son los habitantes de menor tamaño en una colmena y, si bien parecen ser todas idénticas, la función que cumple cada una en la colmena es muy específica. Cuando están recién salidas de la celda en que nacieron, las obreras tienen la capacidad de producir jalea real, que es el alimento especial que permite a la reina poner la gran cantidad de huevos que dan fortaleza numérica a la familia. Pasado el breve período en que con sólo comer polen producen jalea real, las obreras pasan a cumplir otras tareas, como la de cuidar de la reina o de las crías, limpiar el interior de la colmena, producir cera para construir o tapar celdas, ventilar el interior con un fuerte aleteo mientras fortalecen sus alas, cuidar la entrada a la colmena cual soldados, mientras comienzan a ensayar sus primeros vuelos y orientarse para poder volver a la colmena. Una vez listas para el trabajo fuera de la colmena, su tarea consiste en traer néctar, polen, agua o propóleo, según las necesidades de la familia. Esta etapa viene a ser culminante en la vida de una abeja obrera, la que una vez desgastadas sus alas por tantos vuelos acarreando bienes hacia la casa, muere afuera, para no causar un trabajo adicional a sus compañeras y hermanas.

Los zánganos son, para el imaginario popular, el sinónimo de ociosidad. Cada colmena tiene una cierta cantidad de zánganos, que son los machos de la especie. Cuanto más próspera es una colmena, mayor es la cantidad de zánganos que la habitan, pues donde hay abundancia son bien recibidos incluso los machos que vienen de otras colmenas. Cuando no pueden alimentar a individuos que no producen, las guardianas de la puerta no los dejan entrar.
El zángano cumple una función muy importante en la vida de las abejas en general. Cuando una reina joven sale a su rápido y alto vuelo nupcial, todos los zánganos de unos cuantos kilómetros a la redonda vuelan hacia ella, alcanzándola el más fuerte, capaz de volar alto y rápido, asegurando así una nueva familia fuerte. El afortunado que gana la carrera y derecho al apareamiento, muere una vez culminado el encuentro.
Estudiosos de las abejas afirman que la productividad de una colmena aumenta con el cuadrado de la cantidad de integrantes. Por ejemplo, si una colonia de un kilogramo de abejas (10.000 abejas) produce un kilo de miel, una colonia de dos kilos (20.000 individuos) producirá cuatro kilos de miel. Ello se debe al trabajo coordinado de las obreras.

También decimos que dos personas trabajando por separado rinden el doble que una sola, mientras que juntas van a rendir distinto: Si trabajan en forma coordinada, el rendimiento de ambas personas rendirá por tres personas o más. Por el contrario, si las dos personas trabajan en un ambiente de discordia o sin organización, pueden llegar a rendir entre ambas menos que lo que haría una persona sola.

A la hora de encarar una tarea grupal, deberíamos aprender de las abejas, que tienen una eficiente distribución de las tareas, basadas en la capacidad especial de cada una y, al obrar en armonía y coordinadas, su rendimiento individual es mayor cuanto más numeroso es el grupo.

El aprender a cooperar entre nosotros, dejando disputas de lado, nos llevaría a lograr excelentes resultados en lo que encaremos. Por ello es necesario recordar siempre que debemos evitar el robo, la mentira y la pereza, para bien de todos.  

01 de Agosto de 2.017.

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