Por Crístian Ramón Verduc
28/05/2019
"Está fría la Luna", dijo el cantor mirando al cielo.

Quilla, la Luna, transitaba tranquila por el cielo santiagueño. El aire estaba frío por causa de las primeras nevadas en las montañas de las provincias cercanas. Esa ola de baja temperatura había traído buen tiempo. Había alegría y alivio por que Inti, el Sol, había apartado a las nubes que nos dieran interminables días con llovizna, agua y barro en los caminos vecinales, tornándolos poco menos que intransitables.

Después de tantas jornadas de lluvia, la Luna reinaba en un cielo límpido y frío. Al hombre que, pensativo, acunaba su guitarra mirando al cielo, se le ocurrió que el frío venía de la Luna; era un frío que no sentía en la piel, ese frío la atravesaba para instalarse más allá de cualquier parte física de ese hombre que sentía a su alma viajando en ancas de la Luna hacia el pasado, hacia su infancia.

Mientras pulsaba muy suavemente la guitarra, se dijo a sí mismo: “Yuyani (recuerdo) que cuando era muy chico creía que el frío venía de la Luna, por la zamba Sapo Cancionero, que tanto me gusta desde entonces…” 

Mientras jugaba o estudiaba en la confortable casa de la gran ciudad, escuchaba que en la cocina, una radio compañera de las tareas domésticas murmuraba noticias y música. Cuando en la radio sonaba la música folclórica, dejaba sus tareas escolares o el juego con sus hermanos, para ir a la cocina y escuchar. Escuchando de la radio había copiado y aprendido la letra de Sapo Cancionero. Tanto la cantaba que sus hermanos y amigos se reían y le preguntaban si el sapo era él.

A medida que crecía, iba descubriendo el mundo y descubriéndose a sí mismo. El colegio al que los mandaban sus padres era un gran hacedor de gente culta, y junto a sus hermanos formaba un buen equipo en casi todo. Comenzaron a llamar su atención las diferencias que percibía en él respecto a la familia. Las principales diferencias radicaban en su espíritu soñador e inclinación por el canto folclórico. En eso se sentía “como sapo de otro pozo”, pero el amor familiar todo lo suaviza, incluso el dolor escondido de una duda.

Pensando que el chico ya tenía edad para entender en forma cabal lo que estaban por decirle, sus padres decidieron dar respuesta a su frecuente pregunta sobre por qué era distinto a la familia, y vino el relato: Una jovencita santiagueña estaba viviendo y trabajando en la gran ciudad, cuando se vio con un embarazo no deseado. Su situación era desesperada y, por las últimas cartas que había recibido, en la casa paterna no la recibirían con hijo, y no podría hacer como algunas chicas hacían: Dejar su huahuita con los abuelos, volver al trabajo y cada tanto enviar dinero.

La salida que había encontrado la joven había sido el acceder al pedido u ofrecimiento de un matrimonio que tenía un buen pasar económico, para que ellos pudiesen tomar a la criatura como propia, algo que en algunos casos ocurría por esos tiempos.

No fue un caso de adopción con todos los trámites que ello implica, sino que, tal como era posible en aquellos años, el niño fue anotado como hijo nacido del matrimonio que había decidido unirlo a su familia. El chico les salió bueno, sin problemas distintos a los de los otros hijos, salvando las diferencias en cuanto a algunos gustos, tal como ocurre en cualquier familia. Todos los hijos de la familia crecieron con sentido de la responsabilidad y cumpliendo con los pasos necesarios para alcanzar las metas fijadas por ellos mismos, sin presiones paternas.

La vida del changuito con la familia que lo había hecho suyo era una vida normal a la vista de todos; nadie podía ver sus llantos solitarios cada vez que pensaba: “¿Dónde y cómo estará mi mamá santiagueña?” Dejaba correr sus lágrimas y, para romper su propio silencio, canturreaba una zamba o una chacarera, salvo que fuese una hora inadecuada.

Poco a poco fue tomando una firme decisión: Buscaría y encontraría a su madre en cada persona necesitada que encontrase, especialmente si fuese alguien de Santiago del Estero. Mientras estudiaba en el colegio secundario, llegaba a la conclusión de que las necesidades que encararía en su vida serían las básicas: Afecto y salud. Estaba preparado para brindar afecto, pues lo había recibido de su familia, la que lo había recibido de manos de su madre biológica. Con el tiempo y después de largas reflexiones, llegó a la conclusión de que su madre también había sido amorosa con él, al dejarlo en una familia buena que lo trató como un hijo propio.

Se recibió de Médico, hizo las especializaciones y experiencia que consideró necesarias y decidió ir a Santiago del Estero, con la certeza de que no iría, sino que “volvería” a un lugar en el que nunca estuvo físicamente hasta entonces. Mientras tanto, el amor había entrado en su vida y el casamiento, Luna de Miel, embarazo, crianza de hijos, fue postergando su plan, al que llamó “La vuelta del santiagueño”, en honor a una de sus zambas favoritas a la hora de cantar con amigos folcloristas.

Finalmente, con trabajo asegurado en un hospital zonal, vino con su esposa e hijos a una ciudad santiagueña, lejos de la Capital. Se dedicó de lleno a la medicina, llegando a la jubilación al cabo de muchos años de servicio, viajes a tomar cursos, vacaciones en lugares remotos, reencuentros frecuentes con la familia, los amigos y compañeros de promoción en la gran ciudad.

Libre del trabajo obligatorio, siguió atendiendo en forma particular los casos urgentes que se presentaban en forma imprevista y también a algunos de sus antiguos pacientes del hospital que deseaban seguir con él. Ahora disponía de más tiempo para la guitarra y el canto, y comenzó a frecuentar a los folcloristas de su ciudad adoptiva y a los de la ciudad Capital.

Aún cantaba de tarde en tarde, a la sombra de un algarrobo en el patio de su casa, pero ya había actuado en escenarios de nuestra provincia y en Buenos Aires. Muy bien andaba, cuando descubrió que era víctima de una enfermedad que tarde o temprano lo dejaría inmóvil. Entonces, cada momento pasó a ser de gran importancia para el simpático “Doctor cantor” y se dedicó a cumplir con sus “asignaturas pendientes”, la mayor parte de ellas relacionadas con el canto criollo.

El Doctor cantor, cada tarde toma su guitarra y canta con ella como si fuese la última vez, da una mano a cada uno que lo necesite, sabiendo que algún día dejará de ayudar y por un tiempo precisará ser ayudado. La Luna se le antoja cada vez más cercana y piensa que una noche, posiblemente en un plenilunio, la fría Quilla le dirá: “¡Vamos! Es hora de conocer a mamá.”        

28 de Mayo de 2.019.

Compartir
Comentarios
Amigos del Alero
Programas que difunden la Cultura de Santiago del Estero desde Radio Nacional...
Emisoras que Transmiten
Alero Quichua
  • Radio Norteña, AM 1520
    Grand Bourg (Provincia de Buenos Aires)
    Domingos de 11 a 13 horas
    Director: José Barraza
Alero Quichua Santiagueño
La audición radial se caracteriza por su espontaneidad, no se elabora un libreto en razón de que el programa se hace en vivo con la participación del público que se hace presente en el Salón Auditorium.
Seguinos
Puede visitarnos en los siguientes Redes:
Copyright © 2006 - 2024 todos los derechos reservados.