Por Crístian Ramón Verduc
31/03/2020
"Usted tiene mal humor"

Dijo un pasajero a otro una vez calmados los ánimos. La respuesta fue inmediata: “Mi humor es muy bueno, por eso me permite diferenciar entre lo cómico, lo ridículo, lo triste y lo indignante. Lo que ha ocurrido es indignante, por eso he reaccionado con lo que muchos llaman mal humor”.

Por el uso y la costumbre, nos hemos hecho a la idea de que humor es comicidad o ánimo; por eso tenemos programas televisivos o radiales “de humor”, protagonizados por humoristas, mientras que por otra parte acostumbramos decir, por ejemplo: “No estoy de humor para ir a ese lugar”. Sin embargo, ocasionalmente nos topamos con la palabra humor aplicada en otros conceptos, como por ejemplo cuando el oculista dice que hay un problema con el humor vítreo, o con el humor acuoso.

La palabra humor tiene su origen en el latín y significa, literalmente, líquido. Los médicos de Grecia y Roma, en la Antigüedad, consideraban que los líquidos del cuerpo condicionaban el funcionamiento del organismo y el estado de ánimo de los humanos. Según esos antiguos médicos europeos, el cuerpo humano está compuesto por cuatro humores que deben estar equilibrados entre sí. Esos cuatro líquidos serían: bilis, bilis negra, flema y sangre.

La falta o el exceso de cualquiera de los cuatro humores serían la causa de las enfermedades humanas, y atribuían tales desequilibrios a una dieta desequilibrada. La sangría, por ejemplo, era una práctica destinada a remediar el exceso de sangre y así salvar ciertas situaciones. Dicen que las características barras rojas y blancas colocadas en la puerta de cada barbería, indicaban en sus barras rojas que el barbero también sabía hacer sangrías, las que se practicaban mediante precisos cortes en determinados lugares del cuerpo del paciente. Hasta hace muy poco, en las tradicionales fiestas de San Esteban, en Santiago del Estero, acostumbraban “sajar” (hacer pequeños cortes), la parte posterior de las piernas de los promesantes que llegaban corriendo desde lejos y se echaban de bruces en el suelo.   

Según los médicos antiguos, los humores del organismo determinarían el modo de ser del individuo, por lo que había cuatro posibles tipos, según el líquido que prevalecía en cada uno. Esas teorías han sido superadas por la medicina moderna, pero hasta poco se utilizaron resabios de lo antiguo para definir en general el modo de ser de individuos y de comunidades. Muchos de nosotros hemos leído u oído expresiones como sanguíneo, flemático, y las aún vigentes colérico y melancólico.

Según los médicos de la Antigüedad, si la sangre prevalecía sobre los otros humores, las características de la persona eran en general buenas, pues una persona sanguínea sería valiente y amable, mientras que un individuo colérico, con exceso de bilis, sería alguien irascible. El exceso de bilis negra determinaría que la persona fuese triste, melancólica y depresiva. Una cantidad mayor de flema que de otros humores, determinaría una personalidad calmada, racional y con tendencia a la indiferencia. Hasta hace poco decían que un individuo flemático que recibía una mala noticia laboral a poco de comenzar el fin de semana, solía responder con total tranquilidad: “¡Cómo voy a preocuparme el Lunes!”

Con el tiempo, el uso y la costumbre, se relacionó la palabra humor con el estado de ánimo de un modo más simple, llamando malhumorado a quien está con el enojo fácil, mientras que se elogia el buen humor de quien tiene la risa fácil y el comentario ingenioso pronto a salir. Una manifestación de buen ánimo es la comicidad, a la que también se ha dado en llamar humor, mientras que a los que practican la comicidad en espectáculos se los llama humoristas, por que participan en el arte del humor. El humorismo es un trabajo artístico destinado a causar la risa y mediante ella dar un buen momento al público. Dicen que la risa es sanadora; por otra parte, los profesionales del humor suelen afirmar: “El humor es cosa seria”, en referencia al trabajo de selección de temas y ensayo para la actuación que los humoristas precisan para mejorar el humor de su público y así lograr el éxito.

Según los médicos antiguos, el equilibrio de los humores estaba determinado por los hábitos alimenticios y también por el clima del lugar donde vivían; por lo tanto, cada nación tendría su temperamento particular. Hasta hace poco tiempo se decía, por ejemplo, que el pueblo inglés era flemático y se elogiaba “la flema inglesa”, la que le había permitido construir un gran imperio sin mostrar grandes emociones por los daños colaterales.

Fríamente y sin demostrar demasiado interés por la gente a la que desalojaría, el capitán de la fragata de guerra británica Clio, el 2 de Enero de 1833 anunció a los habitantes de las Islas Malvinas que venía a ocuparlas en nombre de su rey, lo que concretó al día siguiente. Los posteriores reclamos argentinos chocaron en la flema inglesa como si lo harían contra un muro. Con altibajos, nuestro país nunca dejó de reclamar ante los organismos internacionales por la devolución de esa parte de nuestro territorio. Las respuestas fueron generalmente destinadas a dejar las cosas como estaban mientras se declamaba por la descolonización en el mundo.

El 2 de Abril de 1982, faltando pocos meses para los 150 años de posesión británica, el mundo se sorprendió con la noticia: Tropas argentinas habían recuperado las Islas Malvinas. El pueblo argentino tomó la noticia con gran entusiasmo, mientras que las autoridades inglesas se pusieron coléricas y no se pudo llegar a ningún acuerdo, por lo que una flota británica inició el larguísimo viaje hacia lejanas tierras que ellos, contra toda razón afirman que les pertenecen.

Las arduas negociaciones diplomáticas continuaban mientras el poderoso aparato de guerra británico, apoyado por sus amigos que desde Argentina se había esperado fuesen neutrales, se acercaba para enfrentarse con los soldados argentinos, que sorprendieron a los invasores por su bravura y decisión patriótica.

La guerra posterior a la recuperación de las islas del 2 de Abril, debe servirnos para visualizar claramente quién es el enemigo y quiénes lucharon por nuestra Patria, a ver si dejamos de rendir culto al enemigo y sus aliados. Con los  aliados del enemigo podemos comerciar, siempre y cuando nos convenga. Es penoso ver a una parte de nuestra propia gente comprando cositas, ideas y hábitos que les vende el enemigo, como si los nuestros también fuesen enemigos de la Patria.

        
31 de Marzo de 2.020.

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