Por Crístian Ramón Verduc
23/02/2021
"Mente sana en cuerpo sano"

Era parte de la enseñanza de nuestros mayores en la infancia, tomada de una alocución latina. De estas cinco palabras surge una serie de interpretaciones, ninguna de ellas mal intencionadas ni equivocadas, aunque en algunos casos incompletas. 

Los tres mandatos que repite parte del pueblo quichuista son: “Ama súa (no al robo), ama llulla (no a la mentira), ama ckella (no a la pereza). Para mantener la línea de conducta requerida para vivir bien en sociedad, es necesario tener la mente sana y el cuerpo sano. Un cuerpo sano es aquel que se ha desarrollado bien desde su nacimiento, como consecuencia de los correctos cuidados maternos en los primeros meses y años de vida, juegos adecuados durante la primera infancia, alimentación correcta acorde con cada etapa de crecimiento, actividad física y buena alimentación durante toda la vida.  

Quien logró cumplir lo que los expertos consideran como ideal para el buen desarrollo físico e intelectual del ser humano, tiene grandes posibilidades de contar con una mente despejada y creativa, ávida por adquirir conocimientos y dispuesta a resolver todo tipo de problemas. Con ciudadanos así, cualquier comunidad sería poco menos que poderosa. 

Con el cuerpo sano y la mente sana, uno puede dedicar su tiempo y esfuerzos al estudio y al trabajo, ya sea que primero estudie, después trabaje o siga estudiando toda la vida mientras trabaja, que es algo habitual entre gente con inquietudes. Cuando hay problemas físicos, suele ser necesario dedicar parte del tiempo a la búsqueda de una solución o un alivio para el problema; lo habitual es procurar un especialista en resolver ese tipo de problemas. 
Cuando uno tiene un problema de salud, disminuye su rendimiento laboral o de aprendizaje, pues se resiente el estado de ánimo, hay necesidad de tomarse largos descansos y la mente está ocupada en la resolución del problema surgido.

Si la persona con el problema vive en una ciudad, deberá concurrir a un centro de salud para su atención por un profesional especializado. Pero es mucha la gente con problemas y pocos los profesionales especialistas, así que el paciente debe armarse de paciencia para soportar una larga espera previa a que le digan aproximadamente cuánto más va a esperar para su atención, o debe buscar los medios para conseguir un turno por Internet o por teléfono. 

Una vez atendido, el paciente recibirá del médico un diagnóstico y una receta, o el pedido de estudios específicos para poder arribar a un diagnóstico y decidir qué se hará. Para los estudios específicos también habrá que hacer una espera más o menos prolongada o pedir turno. El estudio en sí lleva su tiempo y el resultado puede ser recibido a los pocos minutos, a los pocos días y en algunos casos a las pocas semanas. El paciente espera pacientemente mientras su mente se afecta con la idea de que durante las esperas, su mal sigue avanzando. 

Cuando el médico ha determinado cuál es el mal que aqueja al paciente, indica al mismo el tratamiento a seguir y generalmente también le avisa cuál es el problema. Si es un mal que se soluciona con medicamentos, el paciente o alguien cercano va hasta la farmacia para comprar lo indicado por el médico, mientras el mal sigue avanzando y el paciente se siente peor. En la farmacia también hay que esperar, pues hay otros clientes antes que uno, esperando ser atendidos por empleados de la farmacia que suelen ser rápidos en la atención, especialmente si el dueño del negocio está controlando. Finalmente, al recibir la primera dosis de medicamento, la mente del enfermo le dice que el mal podría estar frenando su avance y próximo a iniciar la retirada.  

Mientras ocurría todo el proceso de procurar la reparación de un daño de salud en un lugar superpoblado, el paciente dejó de lado sus tareas habituales, que podrían ser de producción o capacitación, ambas actividades muy necesarias para el individuo y para la comunidad. 

Si la persona afectada no vive en una ciudad, su acceso a los servicios médicos estará supeditado a la distancia, al estado de los caminos y a sus posibilidades materiales para afrontar un viaje y permanencia en donde debe procurar atención para su problema. La gente que vive lejos de las ciudades, cuando el mal no parece ser grave, prefieren solucionarlo por sí mismos o con la ayuda de un vecino que afirma saber curar. Para quien vive lejos de las ciudades, y en ocasiones también para los habitantes de centros poblados, suele formarse la idea de que “el remedio es peor que la enfermedad” por causa de los malos momentos que se pasa entre esperas, respuestas poco amables y falta de los medios que daba por descontado encontraría en el centro médico, y a veces una irritante peregrinación entre farmacias para comprar el medicamento. 

La buena salud es lo mejor para uno mismo y para la comunidad en que vive. La prevención es mejor que andar después por detrás de la curación, y la mejor prevención es un estilo de vida saludable, con buena alimentación, con buena actividad física y libre de vicios. 

Sin caer en el exceso de pasarse la vida “a dieta” uno puede y debe ser selectivo en lo que come y bebe, debe hacer una actividad física regular a lo largo de su vida, aunque fuese una caminata diaria, y debe ser cuidadoso para no caer en ningún vicio. Va a estar sana la mente de la persona cuyos pulmones reciben únicamente aire limpio, su aparato digestivo recibe alimentos y bebidas saludables, y su mente está libre de pensamientos negativos, rencores y rivalidades absurdas. 

Una mente sana, en un cuerpo sano, podrá construir un futuro útil para la comunidad presente y las generaciones futuras. Siempre estamos a tiempo para encaminarnos en el rumbo correcto, para bien de nosotros, de nuestros descendientes y de los descendientes de nuestros hermanos, amigos, vecinos y compatriotas.            

23 de Febrero de 2.021.

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